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ECOticias.com El Periódico Verde

Colonias de verano y cursos de monitor de tiempo libre: una buena alternativa para alejar a los menores de sus móviles

by Paco G.Y.
24 de julio de 2025
in Vida saludable
Colonias verano monitor móviles

Los móviles, según los expertos y los médicos son bastante nocivos para los niños, especialmente a edades tempranas y por muy variadas razones, por lo que cualquier excusa que entretenga a los menores y los aleje de ellos y de otras pantallas, es siempre bienvenida.

Este es el caso de las colonias de verano, una de las opciones que en épocas estivales no solo los hace olvidar de los móviles y las pantallas, sino que las actividades al aire libre promueven su bienestar físico y emocional.

Monitor de campamento de verano

Cuando era niña, no había día en que los monitores no levantaran a Elena París y a los demás acampados bajo el ritmo de Va a salir el sol, del grupo Diván du Don. Esta canción marcaba el inicio de la etapa que cada día afrontaban hasta llegar a Santiago de Compostela.




Su experiencia llevó a esta joven zaragozana a convertirse en monitora de tiempo libre y ser, junto a cientos de jóvenes en nuestro país, la barrera que aleja a niños y adolescentes de la vorágine de pantallas y hastío durante el verano.

Sacarse la titulación de monitor de tiempo libre en 2025 es muy accesible; distintas empresas ofrecen cursos durante todo el año. Como resultado, tanto personas mas ‘grandes’ como jóvenes que acaban de acceder al mundo laboral se hacen cargo de miles de niños en escuelas o campamentos de verano una vez que acaba el curso. Y los educan durante el periodo vacacional.

Para Elena, la de monitor es una profesión «vocacional» en la que hay que ser hábiles para tratar a los niños y adolescentes y es la experiencia la que hace más sencillo conectar con los menores. En el campamento ella reconecta con su niña interior: «lo más bonito es el vínculo que se crea en tan poco tiempo y la confianza que depositan en ti los acampados».

Por muy amigos que puedan parecer, en realidad son figuras de autoridad frente a los chavales que han de obedecer las normas impuestas. A veces se las saltan, pero no hay que subestimarlos: «Son inteligentes. Saben reflexionar, tener empatía y rectificar si es necesario».

Campamento sin pantallas para los niños

Daniel García es otro monitor de campamento de verano con varios años de experiencia cuya pasión por este mundo despertó de forma tardía. A él no le gusta castigar. «Nos gusta divertirnos y pasar un tiempo bueno con el campamento», reconoce. Son figuras que, en definitiva, abogan por la comunicación, la tolerancia, la diversidad y el diálogo.

Dentro de unos lógicos límites, también es un trabajo libre y creativo. «Cada uno tiene su forma de trabajar y de relacionarse con los menores; cada uno tiene sus gustos o plantea diferentes actividades», asegura Daniel. Esto lleva a que el equipo sea multidisciplinar y diverso, lo que puede traducirse a veces en problemáticas, pero siempre se piensa en el bienestar del grupo.

¿Es lo mismo un monitor de campamentos de verano que un profesor? Esta pregunta podría estar formulándosela mucha gente que, de un modo u otro, llama a los primeros de manera errónea, dirigiéndose a ellos como profesores, o bien padres primerizos que optan por llevar a su hijo a un campamento.

Pero nada más lejos de la realidad: no tienen nada que ver. Al menos, así lo explica Daniel: «La relación entre profesor y alumno suele ser un poco más distante y profesional. Al final es una figura de autoridad a la que tienes que ver en el colegio en el que pasas muchísimas horas. Con el monitor, al que ves solo durante 15 días, es intensa y divertida».

Multitud de actividades

Hay quien con esta experiencia se forma como persona. Es el caso de Adrián Giner, director de un campamento en Orea, Guadalajara, situado en un parque natural del Alto Tajo. En este entorno rodeado de montañas y naturaleza, no faltan las marchas por el monte, las veladas de danza, las actividades de juegos de mesa, las de agua o bien «el día guarro».

Aun así, no cabe duda de que los tiempos han cambiado y algunas dinámicas han desaparecido. Por ejemplo, antes era común hacer una noche de terror, pero ahora, como indica Adrián, hay que ser cautos: «Nuestro objetivo como grupo es que los niños disfruten, pero en algunas actividades como estas los más pequeños no lo hacen».

Adrián comenzó a ir de campamentos y esto le llevó a sentirse atraído por la naturaleza y a mejorar su relación con los demás. Cada vez que terminaba la experiencia, se preguntaba si podría ir al año siguiente. A pesar de que trabaja como profesoren un instituto de Valencia, en verano sustituye el aula por el campo, «un ambiente no formal» en el que sigue educando a niños junto al equipo de monitores, quienes durante el año preparan cada una de las jornadas de la colonia.

Monitores muy mal remunerados

En su equipo está María Jorro, valenciana de 20 años, quien se embarcó en el proyecto porque tenía buena mano con los niños, especialmente con sus primos pequeños. Como tantos otros jóvenes monitores es voluntaria porque cree que hace un servicio a los demás.

Entre otras cosas, ayudan a los más pequeños a ampliar sus círculos, a integrarse en nuevos grupos: «Da igual si vas acompañado o no porque es un lugar donde socializas y haces nuevos amigos». Vivir en plena naturaleza con la rutina de la colonia es como un microclima. «Estás como en otra realidad paralela. La cobertura [de móvil] es mínima, lo que te lleva a socializar. Y no hay nada de estereotipos: no nos arreglamos y da igual si tienes un grano en la cara».

Pero hay algo que fuera del campamento ha cambiado y eso es la atención familiar. Los padres de María la dejaban con total seguridad bajo la responsabilidad del grupo, en un lugar a cientos de kilómetros de su hogar y no sabían nada de ella hasta que vencían los nueve días del campamento.

Pero ahora las redes sociales se encuentran inundadas de publicaciones donde se muestran vídeos o fotos de los hijos en plena yincana o haciendo una pulsera de colorines. De hecho, en el grupo de Adrián y María hay una nueva figura dedicada a crear contenido para redes sociales y las familias se interesan a través de mensajes por cómo viven la experiencia sus hijos.

María recuerda que una vez se acercaron hasta Orea los amigos de una familia de una de las acampadas, alertados porque la niña no se lo estaba pasando bien. En una foto, realizaba un gesto que había establecido con anterioridad con sus padres como alerta de que no llegaba a estar del todo cómoda. El equipo de monitores se quedó atónito porque desconocían la sensación de inseguridad. Esta «vigilancia» contemporánea permite que los padres sepan si su hijo está o no a gusto en el campamento.

Campamentos y naturaleza

Miles de niños van de campamentos y deciden repetir al año siguiente. María Salaverría es monitora desde hace varios años y para ella, aquellos diez días eran los mejores del año. Ahora no se imagina un verano en el que no pise el Pirineo aragonés con su grupo. «Cuando acabo de estudiar, venir al Pirineo y ver los paisajes que hay es una desconexión total», expresa.

Si esta monitora tuviera que resumir el campamento en una única palabra, sería naturaleza, porque son recurrentes los sonidos de los grillos y los susurros de las ramas, la sensación de tener un bicho trepando por tu pierna o que se te haya metido una piedra en la zapatilla.

María ha estudiado Educación Primaria y continúa trabajando de manera voluntaria como monitora porque le sirve de experiencia a la hora de enfrentarse, por ejemplo, a un aula con 25 alumnos. Por ello no duda en desempeñar actividades del día a día con los menores, como darles la medicación, asegurarse de que duermen bien y de que comen. «Es mucha carga de trabajo coordinar a un grupo, pero estoy en un ambiente que me gusta», nos cuenta.

Tampoco es todo sencillo al principio. Lo sabe bien Diego Sánchez, madrileño de 29 años; la primera vez se sintió algo perdido. «En aquel momento no sabía si ibas a dar la talla como monitor de poder cuidar a treinta niños e intentar que se llevaran todos bien y que no se hiciera daño ninguno«, reconoce.

«Tenía que tener mucho cuidado porque había niños que tenían problemas y alergias. Con 18 años, impacta porque no sabes si vas a ser capaz de actuar bien«. Miedos e inseguridades despejadas, Diego disfrutaba de lo que conseguía construir entre los acampados durante tan poco tiempo, aunque el recuerdo permanecerá para siempre.

Juegos al aire libre sin pantallas

Pese a que este mundo de los campamentos le apasiona, Diego lo dejó de ser monitor hace unos cuatro años por la precariedad que supone. «Es un mundo asumible cuando estás estudiando, pero no puedes dedicarte a trabajar principalmente en ello», argumenta. Lo mismo sucede cuando eres voluntario; por ejemplo, María, que a sus 24 años ha terminado la carrera y ha trabajado ya como docente, piensa que cada vez está más cerca el momento de decir adiós a esta experiencia.

Muchos consideran el campamento un hogar. A cientos de kilómetros de casa, rodeado del verde de la naturaleza…, pero un hogar. ¿Y qué pasaría si desaparecieran los campamentos? Para Diego, la educación estaría ligada a un consumo de contenido digital; sería «dejar a los niños sin actividades y al cuidado de personas que no se involucran tanto en el aprendizaje».

Miles de niños en España van cada año a un campamento, ya sea urbano o en un pueblo, en la costa o en el interior. Allí, juegan al escondite, corren relevos con sacos o hacen manualidades con material reciclado, entre muchas más actividades. Y, sobre todo, crecen y aprenden; porque este séquito de monitores jóvenes no es más que una patrulla de animadores que con su característica intensidad educan a los más pequeños y hacen de su verano una época inolvidable.

Los campamentos de verano son experiencias revitalizadoras, inolvidables y enriquecedoras y para muchísimos niños que viven el resto del año encerrados o con pocas opciones de contacto con la naturaleza, una forma de conocerla, apreciarla y disfrutarla. ECOticias.com


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