El mercurio, presente en el medio marino principalmente a causa de la actividad industrial y la contaminación global, tiende a concentrarse en los grandes depredadores del océano, como el atún, el pez espada o el tiburón. Al situarse en lo alto de la cadena alimentaria, estas especies acumulan cantidades significativas de metilmercurio, una forma altamente tóxica que puede afectar al desarrollo neurológico y cognitivo de los niños.
Por eso, autoridades locales de 7 ciudades francesas han prohibido este pescado en los comedores de los colegios y argumentan que existen alternativas más seguras y nutritivas dentro de la dieta escolar, como el salmón, la trucha o especies de pescado blanco con menores niveles de contaminantes.
Nada de atún en las comidas escolares de varias ciudades de Francia
Siete ciudades francesas, entre las que están París, Lyon, Lille, Grenoble, Montpellier y Rennes, han decidido prohibir el atún y los alimentos a base de este pescado en los menús de los comedores escolares por el supuesto riesgo para la salud de los niños. Todo ello aunque, en teoría, la administración de atún en los menús escolares cumpla las reglas sanitarias vigente en el país galo.
“Hemos decidido aplicar el Principio de Precaución”, ha explicado la “número dos” del ayuntamiento de Lille, Charlotte Brun, que en una entrevista emitida recientemente por la emisora France Info justifica la prohibición con el argumento de que “la reglamentación europea no es suficientemente protectora para la salud, sobre todo para la salud de los niños”.
Estas ciudades, que juntas representan una población de 3,5 millones de habitantes y que están gobernadas por coaliciones de izquierdas, se amparan en particular en la posición de asociaciones ecologistas que habían lanzado una alerta por la presencia de extraordinarias cantidades de mercurio en el atún, un producto que estas entidades consideran peligroso. Lo hicieron después de encargar a un laboratorio un test aleatorio en 148 latas de atún en conserva que mostró que en todas se detectaba mercurio y que en más de la mitad la concentración era superior a los 0,3 miligramos por kilo; límite para otros pescados como anchoas o bacalao.
La cuestión es que, en el caso del atún, la concentración máxima autorizada por la reglamentación europea es de un miligramo por kilo, pero las asociaciones ecologistas señalan que eso se aplica en el producto fresco, mientras en conserva eso significa que puede ser de 2,7 miligramos por kilo, ya que el mercurio está más concentrado en la materia deshidratada. A partir de ahí, estos ayuntamientos avisan de que no revisarán la prohibición del atún mientras no se reduzca la concentración máxima autorizada de mercurio al nivel de otros pescados.
Una realidad para nada baladí
En este sentido, recuerdan que para la Organización Mundial de la Salud (OMS) el mercurio es “una de las diez sustancias químicas gravemente preocupantes para la salud” y añade que para los niños “es un peligro inmediato”.
Por su parte los hay que insisten en que “las empresas respetan la reglamentación en vigor y ningún producto en el mercado supera el umbral reglamentario de un miligramo por kilo”. Además, cuestionan el protocolo utilizado por las ONG en sus test porque no cumple con las reglas, lo que explicaría las diferencias en sus resultados. A ese respecto, los industriales explican que en enero publicaron “todos los resultados de los controles de los ocho últimos años” que ponen en evidencia que las concentraciones de mercurio eran “de media tres veces inferiores al umbral reglamentario”.
Ven intereses detrás que nada tiene que ver con la salud
Pero, para los ecologistas, los empresarios están defendiendo sus intereses. Aluden a “lo reglamentario”. Pero lo legal no tiene por qué ser ni lo recomendable, ni lo ético ni lo moral. Durante años, se han estado vendiendo productos de todo tipo de forma legal que luego han tenido que ser prohibidos por las autoridades competentes. En ese tiempo, los directivos de las empresas negaban siempre las acusaciones de lo peligrosos que eran esos productos, fueran del ámbito que fueran.
Por ello, desde estas organizaciones aluden a un consejo acerca de que cada uno se defienda a sí mismo de los riesgos que pueda traer la alimentación moderna. Así, aseguran que si se deja esa protección en manos de empresas, autoridades e instituciones internacionales… el consumidor lo pagará caro.
Con esta medida, como explican, no se trata de desincentivar el consumo de pescado en general, sino proteger la salud de los menores y fomentar opciones responsables cuando estos jóvenes acuden a los comedores escolares. Una decisión que, como era de esperar, ha generado debate en Francia y en la Unión Europea. ECOticias.com