Una vida no elegida
Desde el momento en el que el lobo (canis lupus) consintió en compartir su vida con el ser humano han pasado miles de años, en el transcurso de los cuales los cruces inducidos por su “amigo” y la evolución, derivaron en una nueva especie, el perro, canis lupus familiaris o canis familiaris con sus más de 340 subdivisiones o razas.
La vida del perro está ligada indefectiblemente a la de los humanos, ya que desde tiempos inmemoriales se los empleó en las más diversas actividades: protección, defensa, ataque, compañía, etc. A cambio de todo lo que los canes han hecho por nosotros, muchos han sido condenados a sobrevivir en las calles, algunos de ellos por varias generaciones.
Una gran cantidad han perecido en el intento, pero los más fuertes se han convertido en los llamados perros callejeros, que son todos aquellos que tienen poco o nulo contacto con las personas, se reproducen sin control y crean auténticas manadas, ya que al igual que sus ancestros son gregarios y necesitan vivir en sociedad.
Cuando se asientan en los campos o en los suburbios de las ciudades, son perseguidos con saña, algo que no soluciona el problema, sino que solo logra que teman aún más a los humanos que han sido quienes por desidia, negligencia o franca estupidez, los han puesto en ese tipo de situaciones.
Por eso desde 2008 y a instancias de un estudiante chileno existe el Día Mundial del Perro Callejero, que se conmemora cada 27 de julio porque en América del Sur es la peor de las temporadas para estos canes olvidados, ya que están en plena época invernal y en las zonas más gélidas no es raro que alguno de estos peludos fallezca por congelamiento.
Los abandonos no ayudan
Cada vez que se abandona a una mascota se lo condena a que su mejor opción de vida sea ser aceptado por una manada de perros callejeros, algo bastante improbable, puesto que los canes que han nacido en cautiverio y desconocen cómo moverse en las calles, no sabrán defenderse y mucho menos conseguir alimento, protección y cobijo.
Es necesario que la gente tome conciencia de la responsabilidad que le compete en cuanto al abandono, la persecución y las pésimas condiciones de vida que sufren estos canes y se sumen a los miles de voluntarios que los protegen y rescatan. Conseguir a que cada callejero tenga un hogar es la mejor forma de retribuirles su milenaria lealtad. NO compres, adopta un perro sin hogar. Y jamás, por ninguna circunstancia, los abandones.
Por Sandra MG para ‘ECOticias.com’