Ya ha pasado casi un año desde que un 29 de octubre, una DANA dejase a su paso un rastro de destrucción. A día de hoy y según denuncian las organizaciones medioambientales, si bien se han reparado algunas estructuras, la restauración de los humedales y los ríos sigue brillando por su ausencia.
Este es un problema muy grave, dado que la ocupación de zonas que se sabe perfectamente que son inundables sigue permitiéndose, al tiempo que las áreas que resultan más importantes para evitar este tipo de sucesos, continúan sin ser atendidas.
Buen ejemplo de ello es la Albufera, que se ha visto inundada de exceso de nutrientes y de todo tipo de basuras y detritus, lo que afecta a su equilibrio ecológico y por la que no se está haciendo prácticamente nada, lo que implica que su degradación continúa agravándose.
Priorizar la restauración de humedales y ríos
Un año después de la DANA que devastó amplias zonas del país en octubre de 2024, desde WWF alertamos de que la reconstrucción ha priorizado infraestructuras y núcleos urbanos, mientras la restauración de los espacios naturales afectados sigue pendiente, pese a ser nuestra mejor defensa ante futuras inundaciones. La ocupación de zonas inundables continúa siendo una práctica habitual y peligrosa.
El episodio extremo alteró profundamente cauces, barrancos y zonas agrícolas, y dejó una gran carga de sedimentos y nutrientes en la Albufera, favoreciendo la proliferación de algas y la pérdida de oxígeno en el agua. Aunque la respuesta inicial se centró en la emergencia humana y económica, la naturaleza quedó fuera de las prioridades. A día de hoy no se han puesto en marcha programas de restauración fluvial ni de recuperación de humedales, ecosistemas esenciales para amortiguar las inundaciones.
Las actuaciones se han centrado en obras de emergencia para reconstruir carreteras, viviendas e infraestructuras de saneamiento y depuración. Según las previsiones de la Confederación Hidrográfica del Júcar, en 2026 se invertirán 581 millones de euros en reponer infraestructuras, mientras que solo 184 millones se destinarán a la recuperación de cauces y de la Albufera.
En muchos barrancos aún quedan restos de arrastres y los cauces se han ensanchado hasta un 30 %, pero no se ha avanzado en su restauración ecológica. Las administraciones plantean volver a “corregir” su morfología, en lugar de devolverles espacio y libertad natural para reducir daños en el futuro.
En el ámbito urbano persisten los mismos problemas que agravaron los impactos: una alta densidad de población e infraestructuras críticas en zonas inundables. Se estudian medidas como permitir inundaciones controladas en áreas rurales, pero la mayoría de las actuaciones previstas siguen apostando por más muros y canales, reforzando la dependencia de soluciones grises en lugar de las soluciones basadas en la naturaleza.
Infraestructuras antes que naturaleza
No estamos hoy mejor preparados ambientalmente, aunque sí más conscientes de nuestra vulnerabilidad. Tenemos que aprender a convivir con fenómenos extremos cada vez más frecuentes e intensos, y para prevenir sus efectos debemos priorizar la restauración de los ríos y humedales, recuperar el espacio natural de los cauces y apostar por soluciones basadas en la naturaleza que nos protejan en el futuro. Sin estas medidas, los daños seguirán aumentando.
El aumento de estos fenómenos extremos está directamente vinculado al avance del cambio climático. La región mediterránea se calienta más rápido que la media global, lo que intensifica la evaporación y las lluvias torrenciales. Este verano, la AEMET registró anomalías térmicas de hasta 3,6 °C por encima de la media histórica en la Península, un dato preocupante que aumenta la vulnerabilidad de nuestras regiones costeras y fluviales.
Recordamos que es urgente acelerar la adaptación al cambio climático, la restauración de los ecosistemas naturales y reducir las emisiones. Pero también advertimos de que la capacidad de adaptación tiene un límite: si no frenamos el aumento de las temperaturas, los impactos serán irreversibles y las medidas actuales no bastarán.
A pocos días de que arranque la COP30, reclamamos que los compromisos internacionales se traduzcan en acciones reales y urgentes que frenen el calentamiento global y protejan tanto a las personas como a la naturaleza.
La reducción de emisiones, una rápida y eficaz adaptación al cambio climático y la restauración de los ecosistemas son objetivos vitales que no deben perderse de vista, especialmente en tiempos de reconstrucción tras un evento climático extremo.
Si no se aplican medidas pertinentes, eficaces y funcionales para frenar el calentamiento global que azota al mundo entero, todas las acciones que se tomen serán ineficientes y los impactos de este tipo de eventos resultarán cada vez más irreversibles y nefastos. ECOticias.com














