La biocircularidad es un concepto innovador que combina principios de la biotecnología, la economía circular y la sostenibilidad para crear sistemas productivos más responsables con el medio ambiente. En esencia, busca cerrar los ciclos de recursos, promoviendo la reutilización, el reciclaje y la valorización de materiales biológicos (como por ejemplo la biomasa forestal) para reducir el impacto ambiental y conservar recursos naturales.
Precisamente, en este concepto ponen sus miras la Asociación Española de Biocircularidad a la hora de relacionarlo con la ola de incendios vividos en España este verano. Una herramienta que, a su juicio, debe también integrarse dentro del Pacto de Estado del que estos días se habla para frenar la emergencia climática.
¿Cómo puede ayudar la biocircularidad al Pacto de Estado?
España ha vivido este verano el episodio de incendios forestales más devastador en décadas, con cerca de 400.000 hectáreas calcinadas, junto a una pérdida descomunal de hábitats, vidas humanas y bienes materiales. La magnitud de la tragedia demuestra que nuestro país necesita dar un salto cualitativo, de un modelo centrado en la extinción a otro basado en la prevención mediante gestión forestal sostenible.
España es un país eminentemente forestal: es el segundo país europeo en cantidad de patrimonio forestal, con más de 27,8 millones de hectáreas de montes y un ritmo de crecimiento de estos muy superior a la media europea. Sin embargo, la biomasa que se moviliza en nuestro país es, de media, un 40 % menor que en Europa. Esta infrautilización provoca que los montes acumulen combustible en lugar de gestionarlo, lo que los convierte en escenarios propicios para incendios cada vez más destructivos.
En este contexto, el Pacto de Estado frente a la Emergencia Climática, aprobado este martes 2 de septiembre en Consejo de Ministros, debe integrar medidas claras y operativas para la movilización de biomasa forestal sostenible: los restos provenientes de las operaciones selvícolas necesarias para la gestión y ordenación de montes. Estos tratamientos son imprescindibles para reducir el riesgo de incendios y originan una biomasa que no puede ignorarse, pues constituye un recurso renovable tangible de alto valor para la bioeconomía.
BIOCIRC, Asociación Española de Biocircularidad, defiende que la respuesta no puede reducirse a fórmulas parciales como la ganadería extensiva y el pastoreo —incluidos en el Pacto— que, aunque pueden ser útiles de forma complementaria, carecen hoy de la escala y de los recursos humanos necesarios para enfrentar un problema de esta magnitud.
Insta al Gobierno y a las fuerzas políticas a que el nuevo Pacto de Estado integre medidas concretas enfocadas a la movilización de biomasa forestal sostenible y su aprovechamiento como materia prima renovable en instalaciones de biocircularidad, en coordinación con el sector de la biocircularidad, que lleva muchos años demostrándolo en la práctica.
Lo bueno que trae la biocircularidad
La biocircularidad va más allá de soluciones simplistas ya que ayuda a:
- Contribuir a la gestión forestal sostenible, reduciendo biomasa acumulada en los montes.
- Aprovechar los restos selvícolas en modelos industriales de biocombustibles avanzados, bioenergía y bioproductos, aportando una salida solvente y sostenible para los mismos.
- Generar empleo y cohesión territorial, vertebrando cadenas de valor locales.
- Movilizar inversiones millonarias que ya están listas para desplegar proyectos de biocircularidad valiosos y alineados con RED III, ReFuelEU Aviation y FuelEU Maritime.
La movilización de biomasa forestal en España está sometida a estrictos controles legales y ambientales: las operaciones selvícolas requieren permisos de corta, entre otros, otorgados por las comunidades autónomas, que garantizan su conformidad con la Ley de Montes, la Ley de Patrimonio Natural y la extensa normativa autonómica existente. A ello se suma que su uso en los modelos de biocircularidad está sometido a los criterios de sostenibilidad más exigentes de todo el sistema energético europeo, de acuerdo con la Directiva de Energías Renovables (RED III). Ninguna otra fuente energética, fósil o renovable, afronta un nivel tan alto de exigencia en términos de trazabilidad, reducción de emisiones y auditoría ambiental.