El cambio climático ya condiciona al turismo, que representa un 13% del PIB: los destinos del norte, más frescos, viven tras la pandemia un gran aumento de los turistas extranjeros que ya no están cómodos con las temperaturas extremas del sur de la península. El cambio climático nos dejará noches tórridas, playas con menos arena y sequías en la España más turística.
El turismo de sol y playa es, desde hace medio siglo, el rey en España y pronto será historia. Un clima envidiable y largos y apacibles arenales mediterráneos han atraído a millones de visitantes nacionales y extranjeros que buscan la tranquilidad (o la fiesta) en los meses de verano. Pero, ¿qué ocurre cuando el cambio climático nos deja un sol demasiado abrasador para echarse en la tumbona o las playas se quedan sin arena por los continuos temporales?
El cambio climático ya está condicionando el turismo en nuestro país, el segundo más visitado del mundo, con las importantes consecuencias que esto conlleva para la principal industria nacional –representa casi un 13% del PIB-. Un reciente informe del Banco de España apuntaba que esta crisis “podría estar originando desplazamientos de turistas hacia destinos con temperaturas más moderadas en verano”.
De hecho, destinos más frescos, como las comunidades del Cantábrico, Navarra o La Rioja, registraron un aumento en visitantes del 26% en 2023 respecto a los niveles prepandemia, frente al ligero descenso de otras autonomías con un mayor peso del turismo, como Canarias, Baleares y Andalucía, que han sufrido caídas del 0,5%, 0,1%, y 0,2%, respectivamente -aunque los archipiélagos siguen siendo los más visitadas-. Se da, concluye este organismo, una “reducción de la concentración de turistas en zonas de mayor afluencia en temporada alta y un aumento de la ocupación en destinos de playa en otoño y en invierno”.
Los turistas habituales de sol y playa se lo están repensando
El cambio climático no es solo una amenaza futura. Se está notando ya. La gente del Mediterráneo cada vez huimos más hacia el norte y la gente que habitualmente venía aquí está empezando a asustarse. En inglés se ha empezado a popularizar el término coolcations, un juego de palabras entre «cool” (fresco) y “vacation” (vacaciones), que hace referencia a un fenómeno en auge: la búsqueda de destinos con temperaturas más moderadas.
Los estudios académicos ya venían advirtiendo desde hacía años del impacto del cambio climático en la llegada de turistas a la costa mediterránea, la zona más turística de España junto a las Islas Canarias, y un lugar particularmente castigado por olas de calor o por fenómenos extremos, más frecuentes e intensos con el cambio climático.
Aun así, a día de hoy no se aprecia un vuelco del turismo de las zonas más calurosas a las más frías. Tras el COVID estamos en un momento de euforia turística en el que se «baten récords año tras año en prácticamente en todos los destinos. Nuestro país recibió en 2023 85 millones de visitantes, más que nunca, y también ha encadenado un primer trimestre de récord en 2024.
El problema va a ser más determinante a partir de la próxima década, aunque recuerda que es necesaria ya una «reconversión y adaptación al cambio climático» por parte del sector. También se considera que la inercia brutal del turismo pospandemia no hará ver cambios drásticos en el corto plazo, pero es seguro de que el turismo en España y en particular en la costa mediterránea en 2034 no va a ser como en 2024.
Coolcations: el confort térmico se desplaza al norte
Un turista busca en sus vacaciones lo que se conoce como confort térmico. Si es en verano, y se trata sobre todo de turistas de países más fríos del norte de Europa, buscan esencialmente temperaturas agradables y ausencia de lluvias. El problema es que ese confort térmico, ese clima que es el mayor recurso de España se está desplazando al norte.
Una temporada veraniega infinita
El avance del cambio climático en España, un territorio especialmente vulnerable a sus impactos, tiene varias caras. Los destinos en el norte son más deseados ahora para actividades de playa, mientras que por el lado contrario en los más meridionales se han acentuado episodios extremos de calor y eso hace que algunas personas se replanteen venir, sobre todo las más vulnerables, los que tienen niños o problemas de salud.
Además, tal y como también señala el informe del Banco de España, las regiones del Mediterráneo se pueden ver beneficiadas por un alargamiento de la temporada turística más allá de los meses de verano, con una primavera y un otoño suavizados. “El incremento de las llegadas ha sido más acusado durante los meses de otoño e invierno, lo que apuntaría a una cierta diversificación temporal”, señalan desde este organismo.
No está mal que la estacionalidad se alargue porque eso da mayor estabilidad al empleo, también es positiva esta redistribución de la temporada para evitar los picos de masificación de muchas ciudades y destinos de playa en el corazón del verano y los momentos en los que “se ven desbordados todos los servicios sanitarios o los de limpieza.
Para la patronal hotelera el aumento de temperaturas está beneficiando al turismo de sol y playa, ya que está haciendo más calor durante más tiempo.
Sin embargo, advierten de que un aumento de los turistas en mayo u octubre no va a compensar una previsible caída de los visitantes en un julio y agosto cada vez más asfixiantes, ya que es en estos dos meses, en los que la mayoría de la población tiene vacaciones, en los que se concentra un cuarto de las llegadas.
Cambio climático: tormentas, playas sin arena, sequías o mosquitos
Pero el aumento de temperaturas no es el único efecto del cambio climático. También habrá más fenómenos extremos como tormentas o inundaciones, y se acentuará, con la intensidad de las tormentas y la subida del nivel del mar, la regresión de las playas.
En Barcelona llegan a este verano con un 20% menos de superficie en los arenales y el Ministerio de Transición Ecológica ya ha advertido de que a largo plazo no se podrá reponer la arena en todos los municipios que lo soliciten. El litoral mediterráneo es especialmente vulnerable puesto que, al estar construida básicamente toda la franja paralela a la costa, no se pueden trasladar estos edificios en primera línea, y se da una pérdida neta de superficie de playa.
Además, aumenta la temperatura del mar. El Mediterráneo marcó en 2023 marcó récords históricos -31,2 grados en Baleares-, lo que por una parte hace menos agradable el baño y aumenta la probabilidad de que lleguen medusas, y por otra favorece a su vez la formación de borrascas en la costa y más noches tropicales.
Otro riesgo es la expansión de plagas e insectos como el mosquito tigre, cada vez más extendido en España. Estas y otras, originarias de climas más cálidos, son vectores de enfermedades como el dengue o el virus del Nilo, enfermedades desconocidas hasta hace poco en nuestro país pero que van en aumento. A esto se añade el impacto de la sequía, que amenaza con reducir el uso lúdico del agua, como ya se ha visto en Cataluña y la polémica por el llenado de piscinas en estos últimos meses.
Y no solo sufren los destinos de sol y playa. El turismo cultural a ciudades como Madrid, Sevilla o Córdoba, que padecen con intensidad el efecto isla de calor, también puede verse afectado. Ciudades más septentrionales ahora están mejor posicionadas en los mercados internacionales porque tienen unas temperaturas más templadas.
Pero el que quizá peor lo va a pasar es el turismo de nieve, como ya se ha visto con el cierre de estaciones esta temporada por falta de su principal recurso. A pesar de todo, no consideran que estos posibles impactos del cambio climático les afecten en el futuro. No es una gran preocupación. En este momento lo están viendo también como una oportunidad.
Repensar el modelo turístico
Ante un panorama cambiante, destacan la importancia de adaptar los destinos a mayores temperaturas y falta de agua. «Las tramas urbanas tienen que tener muchos más árboles, sombra, refugios climáticos en edificios públicos, mucha más presencia de agua, o fuentes públicas que permitan refrescarse», expone, y pone de ejemplo Benidorm, ciudad turística por excelencia en España, y que desde la pandemia se ha planteado cómo será el turismo del futuro.
Pero no será suficiente con adaptar, advierten otros expertos. Consideran que un futuro con menos turistas no es necesariamente malo y cree que hay que «planificar la transición hacia un modelo económico distinto, en lugar de seguir apostando por atraer el mayor número de visitantes a cualquier coste. Todo el incremento de turistas que asumamos ahora sin gestionar el turismo y sin prepararnos para el futuro, implicará una caída más brusca cuando las condiciones para ese turismo desaparezcan.
Las manifestaciones contra la masificación turística, que se han repetido recientemente en Canarias o Baleares, son advertencia de que algunos lugares ya han superado su capacidad de carga, alertan.