La inteligencia artificial (IA) ha emergido como protagonista en la agenda de la COP30 que se celebra en Belém do Pará (Brasil) del 10 al 21 de noviembre de 2025, generando tanto expectativas como inquietudes.
Por un lado, se presenta como una potente herramienta para la mitigación y adaptación al cambio climático: mejora la predicción de eventos extremos, permite el análisis masivo de datos de bosques y emisiones, y optimiza sistemas energéticos o agrícolas.
Por otro lado, los riesgos que acompaña —como su elevado consumo energético, la huella hídrica de centros de datos y las oleadas de desinformación alimentadas por IA— plantean interrogantes urgentes.
La gran pregunta en Belém: ¿IA aliada del clima o nueva amenaza global?
¿Amenaza para la sostenibilidad o aliada contra el calentamiento global? La inteligencia artificial (IA) ha irrumpido con fuerza en los primeros debates de la trigésima cumbre climática mundial de Belém (COP30), en la Amazonía brasileña.
En los dos primeros días de conferencia ha habido por lo menos una decena de mesas redondas sobre cómo aplicar todo el potencial de la IA en favor de la lucha contra la emergencia climática, pero también sobre sus impactos en el medioambiente, que no son pocos.
El interés por esta nueva y revolucionaria herramienta ha crecido con respecto a la COP29 de Bakú, donde apenas se abordó. La inversión también se ha disparado.
Un boom tecnológico con un coste oculto en energía, agua y emisiones
En 2024, el gasto global en IA llegó a los 250.000 millones de dólares, según datos divulgados este martes por Vishal Jain, que lidera un equipo llamado ‘GreenMind’, encargado de medir la huella ecológica de las herramientas de inteligencia artificial.
La inteligencia artificial (IA) ha irrumpido con fuerza en los primeros debates de la trigésima cumbre climática mundial de Belém (COP30), en la Amazonía brasileña.
«La IA está en todas partes. Su crecimiento es explosivo, y detrás de todo esto siempre hay un aspecto climático relacionado con su huella —ya sea de carbono, de energía o de agua— del que la mayoría de las personas no son conscientes», explica este especialista nacido en la India.
Y es que cada «interacción» con Gemini, ChatGPT o DeepSeek, «sea cual sea su propósito, genera un impacto negativo en el medioambiente». Los centros de datos necesitan estar refrigerados y, para ello, consumen grandes cantidades de agua.
Uno de gran tamaño puede consumir hasta 5 millones de galones de agua (casi 19 millones de litros) al día, el equivalente al uso de agua de una ciudad de entre 10.000 y 50.000 habitantes, según cálculos del Instituto de Estudios Ambientales y Energéticos (EESI, por sus siglas en inglés), fundado por congresistas estadounidenses en 1984.
Y aún peor, no existe a día de hoy un patrón estándar para medir el impacto de estas instalaciones. Cada empresa tiene su propia metodología y publica los datos que le convienen. «No hay estandarización, falta transparencia. Este ámbito está evolucionando muy rápido, tan rápido que, en efecto, hoy no existe un estándar común», apunta.
GreenMind y SumEarth.AI: hacer visible el impacto real de cada modelo
El capitán de ‘GreenMind’ ha desarrollado una herramienta (SumEarth.AI) para unificar criterios y hacer «visible lo invisible», es decir, saber exactamente cuánto gasta cada IA en electricidad, agua o emisiones de carbono.
«La parte más difícil es hacer entender a la gente que esto importa«, añade.
Jain ha compartido este martes una mesa redonda con representantes de grandes tecnológicas como Huawei y Google.
Adam Elman, director de Sostenibilidad de Google en Europa, Oriente Medio y África, señala que la compañía está investigando qué cambios necesitan sus herramientas de inteligencia artificial para volverlas más eficientes, un movimiento que califica de «estratégico».
A su lado, Paolo Gemma, experto senior de Huawei, ha defendido una «solución para todas las empresas» a fin de reducir las emisiones y el consumo de energía de la IA y eso pasa, en su opinión, por un diálogo franco entre las propias tecnológicas.
Usar la IA para reducir su propia huella en industria y energía
No obstante, Rob McGreevy, director de Producto de Aveva, que impulsa soluciones de software para las diferentes cadenas de una empresa, ha apostado por usar la IA para evitar el despilfarro de energía.
Comenta que determinados modelos de inteligencia artificial pueden ayudar a reducir el consumo, lo que permite reducir costes y beneficiar a la naturaleza, algo que ya ha funcionado en la industria manufacturera.
En la misma línea, la presidencia brasileña de la COP30 presentará el Instituto de Inteligencia Artificial para el Clima, una iniciativa global que servirá para capacitar a personas e instituciones en países en desarrollo sobre cómo aplicarla en acciones climáticas.
2.800 millones para IA agrícola y formar a 100 millones de agricultores
La agricultura también puede verse beneficiada. Brasil, Emiratos Árabes Unidos y la Fundación Gates anunciaron el lunes una inversión de 2.800 millones de dólares y el lanzamiento de un modelo de IA de código abierto para el sector, con el objetivo de formar a 100 millones de agricultores hasta 2028. La IA ha venido para quedarse.
Sin embargo, las voces críticas advierten que la IA también puede convertirse en una amenaza. La proliferación de vídeos falsos, contenidos manipulados y “deepfakes” climáticos ha crecido precipitadamente, socavando la confianza pública y las bases del debate climático.
La IA ha venido para quedarse.
En definitiva, esta COP30 plantea un doble desafío: aprovechar la IA como aliada en la urgencia climática global, y al mismo tiempo acotar sus efectos adversos mediante regulaciones, transparencia y gobernanza tecnológica. La pregunta no es solo “¿cuánta IA usaremos?”, sino “¿cómo y para quién?”. Seguir leyendo en ECOticias.com / EFE
















