“De acuerdo con las cifras finales de 2015, las últimas políticas de “energía verde” de España resultan como poco paradigmáticas. Quienes las imponen hablan de crecimiento y superación y la realidad es que han acarreado: altos precios en la electricidad, miles de millones de euros en deuda y un aumento de las emisiones de dióxido de carbono.”
Como se han aplicado malamente y sin tener en cuenta al consumidor ni midiendo consecuencias (pero sí teniendo presente el mantenimiento de las ganancias de las grandes empresas de energía), solo se ha logrado que los precios de la electricidad se disparen, el desempleo siga siendo uno de los grandes males del país y las emisiones hayan subido en casi todas las provincias (excepto cinco que han logrado reducirlas).
Un buen comienzo
En la década de 2000 España puso en funcionamiento su «Plan de Fomento de las Energías Renovables” y comenzó a subsidiar las fuentes verdes de energía, como la eólica y la solar. El país utilizaba una combinación de tarifas, generosas cuotas de generación de energía verde y subsidios a las renovables, para impulsar el desarrollo de las mismas en el país y reducir sus emisiones de dióxido de carbono.
Para el año 2009, España había ampliado en gran medida su industria de la energía verde, ganando elogios de los líderes internacionales y posicionándose a la cabeza de la producción de renovables a nivel mundial. Y ello se reflejaban en los niveles de CO2 que bajaban de manera continua año a año (a partir del 2007).
Llegó la crisis
Pero lo que parecía ser una economía de energía verde en pleno auge se fue convirtiendo en un “quiste” para los planes de austeridad del gobierno, que tomó cartas en el asunto y para el año 2011 hizo que los precios de la electricidad en España se situaran en cifras escalofriantes, duplicando con creces el precio del Kilovatio/hora de los EEUU (que es un precio de referencia mundial) y descollando como las tarifas más caras de la Unión Europea
Y con el fin de paliar los déficits generados por las malas gestiones el gobierno decidió aumentar los precios y los impuestos de la energía para cubrir los costos. O sea que pagamos los de siempre, porque las eléctricas no perdieron ni un duro.
El resultado fue previsible: tanto las tarifas eléctricas de los hogares españoles como los costes de la electricidad industrial se incrementaron de forma alarmante, al tiempo que las grandes empresas se vanagloriaban año a año y públicamente de sus ganancias.
Adiós a las renovables
A partir de 2014 el país redujo drásticament los subsidios que daba a los grandes parques eólicos y las autoridades españolas anunciaron un nuevo cuadro tarifario que puso fin a las antiguas cifras que provenían de la energía verde.
De hecho, durante el año 2015 y aun habiéndose demostrado que la eólica es la fuente más barata de energía con la que cuenta nuestro país, no se colocó ni un solo generador adicional a los que ya había y la tendencia en 2016 sigue la misma línea de “austeridad eólica”, lo cual parece un contrasentido, pero es una tristísima realidad.
Otro de los puntos negros de la agenda verde de España fue su incapacidad de cumplir los compromisos de Kioto de no sobrepasar el 15 % en el incremento de su huella de carbono. Entre 1994 y 2011, las emisiones de dióxido de carbono de España crecieron más de un 30 % a pesar de empuje verde del país, que se inició en la década de 1990.
Y eso que entre 2007 y 2013 se logró una reducción en las emisiones de CO2, pero en 2014 comenzó otra vez la subida, coincidiendo con la retirada de subsidios y el fin de la economía basada en las energías renovables.
La cereza de la tarta la puso el gobierno a fines de 2015, cuando le quiso hacer creer al país (y al mundo entero) en boca del ex ministro Soria, que el RD del autoconsumo era para apoyar a los pequeños consumidores.
Lo que nos queda
Ante las noticias de que el PSOE se abstendrá en la segunda votación de investidura del candidato del PP, Mariano Rajoy (tras un paripé de oposición en la primera) se viene más de lo mismo por otros cuatro años.
Así que habrá que comprar un cinturón más justo aún que el que ya nos hemos apretado y una buena provisión de mascarillas, porque si los niveles de CO2 siguen la tendencia, cada vez será más irrespirable el aire en las principales ciudades de España y en aquellos sitios que se encuentran cerca de los emisores (plantas industriales, polígonos químicos, etc.), como ya sucede en otros lugares del mundo. Y de salud ni hablemos, no sea que les demos más ideas para recortes.