“Más allá de que Donald Trump haya sido elegido democráticamente por los estadounidenses para gobernarles, dado el liderazgo global de la nación, muchas de las decisiones que se tomen desde la Casa Blanca, pueden afectar al resto del mundo y eso genera una honda preocupación en varios aspectos, uno de ellos es el medioambiental.”
Hablamos de alguien que mientras estaba haciendo campaña declaró abiertamente que no cree en el Cambio Climático, que se retiraría del Acuerdo de la COP21 de París y que entiende que el carbón es una buena manera de crear puestos de trabajo.
Las posturas de Trump sobre el clima y la energía recibieron escasa atención, básicamente porque apenas se molestó en articularlas y porque los medios de comunicación estaban más interesados en sus declaraciones “comprometedoras” con los latinos o las mujeres, que en otros temas más globales.
No cree en el Cambio Climático
Durante los tres debates televisivos a los candidatos no se les hizo ni una sola pregunta directa sobre lo que podría ser la cuestión más crucial de nuestro tiempo. Sin embargo, las opiniones del nuevo presidente sobre el Cambio Climático son claras, para cualquiera que se preocupe por buscarlas.
En primer lugar, Trump sostiene que no cree que sea real y ha llamado al Cambio Climático “un engaño” perpetrado por y para los chinos, según él, con el único fin de hacer que los productos fabricados en EEUU no sean competitivos.
Trump más tarde rectificó sus dichos, calificando su reclamo como una «broma», aunque luego se ha referido al Cambio Climático como un engaño y un absurdo en varias ocasiones y le ha dedicado epítetos mucho más fuertes aún. Pero por si no quedaba clara su posición, en 2015 declaró ante la CNN: «No soy un gran creyente del Cambio Climático».
Más carbón y No al acuerdo de París
Más alarmantes aún son sus propuestas reales. En un discurso sobre la política energética pronunciado en Dakota del Norte, se comprometió a levantar las restricciones a las explotaciones energéticas, a poner a disposición de las empresas petroleras las tierras federales y a volver a abrir las minas de carbón en todo el país.
Más adelante y en declaraciones a la NBC News fue muy claro al respecto: «Vamos a salvar la industria del carbón, créanme, vamos a salvarla”, poniendo énfasis únicamente en el aspecto económico del problema e ignorando por completo sus posibles consecuencias en cuanto a contaminación medioambiental.
Otra de las “genialidades” de Trump es la de «cancelar» el acuerdo de París, que hasta ahora se presentaba como la única opción y esperanza mundial, de abordar colectivamente el cambio climático y que ya fue ratificado por el presidente Obama.
Esta promesa es tan ignorante como irresponsable, dado que ningún país tiene el poder de «cancelar» un acuerdo respaldado por más de 190 naciones. No obstante, dada la preponderancia de los Estados Unidos y su posición como líder mundial, retirase del acuerdo de la COP21 podría repercutir negativamente de varias maneras.
Simplemente con negarse a cumplirlo y adoptando políticas antitéticas a los compromisos a los que el país se había comprometido, ya se manifiesta como una negra nube cargada de problemas y que opacan las últimas conversaciones climáticas de la ONU, celebradas esta semana en Marruecos.
Y al parecer eso es lo que pretende, ya que, en abril, Trump se comprometió a desmantelar la Agencia de Protección del Medio Ambiente y se burló abiertamente del «Departamento de Medio Ambiente» y de su injerencia negativa, según él, para la economía del país.
No a la financiación de las energías limpias
En las últimas semanas de su campaña, Trump redobló su retórica contra el Medio Ambiente mezclándolo con la desigualdad ciudadana. En octubre explicó que iba construir la nueva infraestructura de los centros urbanos quitando los fondos del programa de cambio climático y de las energías limpias del país.
También prometió cancelar todo gasto que el gobierno de Obama estuviera “derrochando” en el Cambio Climático, incluyendo los pagos de la Deuda Climática que se están haciendo a las Naciones Unidas.
Según las estimaciones de Trump, sus recortes de “presupuestos superfluos” le permitirían ahorrar un mínimo de 100 mil millones de dólares que entiende se deben destinar a reconstruir la infraestructura vital (sistemas de agua, carreteras, etc.) de las ciudades interiores de los Estados Unidos.
Las previsiones de los analistas apuntan a que la única manera obvia de conseguir esa cantidad sería tirar de todo el gasto federal en investigación y desarrollo de energías limpias, junto con supresión de la financiación de programas climáticos y las ayudas internacionales.
Eso significa que habría que olvidarse de los dineros que han impulsado el auge de la energía solar y ayudaron a cimentar la revolución del coche eléctrico y que cualquier investigación que bajo los auspicios del gobierno se encamina a lograr grandes avances en energía limpia, pudieran ser abandonadas.
Es imposible estimar cuánto daño podría infligir el nuevo presidente de los EEUU a la atmósfera terrestre. Sólo podemos esperar que sus asesores y equipo de gobierno tengan una mentalidad menos estrecha y piensen no solo en la economía del país, sino en la salud, el equilibrio ecológico y los problemas derivados de la contaminación, del resto del mundo.