Al nivel acumulado desde la revolución industrial, la emisión de China entre 1850 y 2004 sólo representó un 10,8 por ciento del bloque G8+5 (que incluye a China, Estados Unidos, Japón, India, Canadá y otros países), y que supone casi un 25 por ciento de la cifra de Estados Unidos. La emisión per cápita sólo ocupó un 1 por ciento de la totalidad de los 13 países, inferior a las cifras de las naciones desarrolladas, como Estados Unidos (21,3%), Canadá (16%) y Reino Unido (16,4%), y superior solamente a la de India (0,4%).
Entre el año 1990 y 2007, la emisión global del dióxido de carbono por unidad descendió en un 15,4 por ciento, entre ellos, Estados Unidos la redujo en un 27 por ciento y los países desarrollados lo hicieron en un promedio de 22 por ciento. Los países en vías de desarrollo experimentaron una caída media de 10,2 por ciento y China registró un descenso de 49,2 por ciento.
Con respecto a la idea de la responsabilidad de China como gran país emisor de dióxido de carbono, presentada por algunos países occidentales, Pan Jiahua, director del Instituto del Desarrollo Urbano y el Medio Ambiente de la Academia China de Ciencia Sociales, indicó en una entrevista del día 3 de agosto que según los datos de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), la emisión de dióxido de carbono de los combustibles de fósiles en China en 2007 llegó a 6.030 millones de toneladas, 260 millones de toneladas más que Estados Unidos, y superior en un tercio a la de la UE, representando casi un 20,8 por ciento del monto global. La emisión de dióxido carbónico por la energía fósil ocupa al menos 75 por ciento de la emisión total, por eso, se puede decir, en lo fundamental, que China se ha convertido en el mayor país emisor de dióxido de carbono en cuanto a la cantidad total.
“Sin embargo, visto al nivel per cápita, China sólo registró 4,6 toneladas en 2007, un 76,9 por ciento superior a las 2,6 toneladas del nivel per cápita de los países en vías de desarrollo. Pese a ser un poco superior al nivel promedio mundial de 4,4 toneladas, supone menos de un 25 por ciento y 50 por ciento de las emisiones de Estados Unidos y la UE, respectivamente”, enfatizó Pan Jiahua.
Pan Jiahua indicó que “si se calcula el volumen de emisión a nivel de país, China es un gran país emisor. Pero es el fenómeno superficial. Debemos buscar las razones profundas por las cuales China es un gran país emisor y analizar si China ha asumido sus responsabilidades correspondientes”.
El experto afirma que China se encuentra en una etapa de rápida industrialización y urbanización, cuando necesita mucha acumulación de energía y carbón, por ejemplo en aspectos como infraestructuras viales, ferroviarias, infraestructuras urbanas y construcción de viviendas. Los países desarrollados ya han concluido esta etapa. Si China mantiene la tasa anual de urbanización de 1 por ciento, tendrá cada año 14 millones de habitantes urbanos adicionales, que equivalen a la población total de Holanda.
El consumo apoyado por la emisión de dióxido carbónico per cápita de China sólo se encuentra en la etapa inicial. Aun cuando algunos chinos adinerados pretenden imitar un supuesto “modo de consumo de los países desarrollados” y gastan en lujos de forma desaforada, la mayor parte de los chinos emiten dióxido carbónico simplemente para satisfacer sus demandas básicas. China cuenta con más recursos de carbón y menos recursos de petróleo y gas, y en la estructura energética de China, el carbón representa dos terceras partes. Por otro lado, en el proceso de la deslocalización industrial internacional, China es llamada “la fábrica del mundo”, y hay que tener en cuenta que parte de las emisiones de carbono derivan de la fabricación de muchos productos que no serán consumidos por los chinos, sino que se exportan a los países desarrollados cuya emisión carbónica ya es muy elevada.
Así pues, ¿cómo se entiende la responsabilidad de China como un gran país emisor de dióxido carbónico? Pan Jiahua indica que, en primer lugar, se debe considerar la responsabilidad histórica. China empezó la industrialización y urbanización tarde, y actualmente el calentamiento global se debe principalmente a los países desarrollados. La población china es cuatro veces más que la de Estados Unidos, pero la emisión per cápita de gases de efecto invernadero sólo es una cuarta parte de la del país norteamericano. Al nivel per cápita, China sólo ocupa un 1 por ciento de las emisiones totales globales.
En segundo lugar, se debe considerar la responsabilidad moral. Generalmente las emisiones de China son para demandas básicas, diferente a las “emisiones para el lujo” de las naciones desarrolladas. En términos éticos, las emisiones carbónicas dirigidas a satisfacer las necesidades básicas de la población tienen prioridad sobre las emisiones para el lujo y el despilfarro, las cuales conllevan una mayor responsabilidad moral.
En tercer lugar, se deben considerar las acciones reales para reducir las emisiones. Los esfuerzos de China son mucho mayores que los de buena parte de los países desarrollados. Tomando un ejemplo, China carece de uranio y tecnologías relacionadas, pero ocupa el primer lugar mundial en cuanto a la rapidez del desarrollo de la electricidad generada por energía nuclear y por el crecimiento proporcional de este tipo de energía.
En cuarto lugar, se deben considerar los compromisos futuros. China se ha comprometido ante todo el mundo a reducir la emisión de dióxido carbónico por cada unidad del PIB en un 40-45 por ciento hasta 2020, comparada con el nivel de 2005. Esta meta es difícil de alcanzar incluso para los países desarrollados.
En quinto lugar, se debe considerar las contribuciones internacionales. Siendo un país en vías de desarrollo, China ha cumplido seriamente los deberes exigidos por la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático y el Protocolo de Kioto, ha participado positivamente en la cooperación internacional para la reducción de emisiones y los mecanismo de desarrollo sostenible, y ha tomado plena consideración en la lucha contra el cambio climático y en el proceso de cooperación con otros países en vías de desarrollo.
“A juicio de los análisis anteriores, y visto en el ámbito tanto histórico como actual, China, con gran población y al ser una economía en desarrollo de gran tamaño, se ha esforzado mucho y se ha comprometido por la reducción de emisiones más allá de lo que debería asumir una nación en vías de desarrollo”, subrayó Pan Jiahua.
Pan afirma que “China hace lo mejor con respecto a los esfuerzos para la reducción de emisión de dióxido carbónico”.
En primer lugar, es muy sorprendente la rapidez y el nivel de la mejora de la eficacia energética de China. Entre 1990 y 2007 la emisión de dióxido carbónico de todo el mundo descendió en 15,4 por ciento; Estados Unidos, el promedio de los países desarrollados y el de los países en vías de desarrollo registraron un descenso del 27, 22 y 10,2 por ciento, respectivamente. Pero China lo redujo en un 49,2 por ciento. El consumo energético de acero de China bajó de 1,5 toneladas en 1990 a 0,65 toneladas en la actualidad, llegando a un nivel avanzado mundial. Gracias a las avanzadas técnicas de super-supercríticas, la eficacia de electricidad generada del carbón descendió al nivel de dentro de 300 gramos por cada kilovatio-hora, mejor que el nivel en promedio de la mayor parte de las naciones desarrolladas.
En segundo lugar, China se encuentra en los primeros puestos en cuanto a la rapidez de desarrollo y escala de las energías renovables. El desarrollo en el país asiático de la energía eólica, solar y de biomasa es más rápido que en los países desarrollados. La capacidad instalada de generadores hidroeléctricos ocupa el primer lugar del mundo. Además, China ha desarrollado intensamente la electricidad de origen nuclear, que reduce de forma efectiva las emisiones de gases de efecto invernadero.
En tercer lugar, frente a la tendencia a la deforestación que experimentan muchos lugares del mundo, China se ha esforzado en detener la destrucción de bosques. La tasa de cobertura forestal del país asiático aumentó a más del 20 por ciento, desde un 12,7 por ciento registrado en la década de 1980.
En cuarto lugar, las políticas geográficas y del alivio de la pobreza también hacen contribuciones positivas a la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.
Con respecto a la reducción de la emisión de dióxido carbónico por cada unidad del PIB en 40-45 por ciento en 2020 con respecto al nivel de 2005, Pan Jiahua subraya el hecho de que en el proceso de la industrialización de los países desarrollados, ningún país pudo realizar tanta reducción en 15 años. Al mismo tiempo, China está poniendo en marcha esta meta en su XII Plan Quinquenal.
“China está acelerando su transición a un desarrollo de bajo consumo de carbón”, dijo Pan Jiahua, “pero para esto será necesario un periodo relativamente largo”.
Pan Jiahua manifestó que las metas elaboradas por los países desarrollados sobre la reducción en 2020 no pueden lograr controlar la subida de temperatura dentro de 2 grados centígrados. Agregó que dichos países, por medio de cambiar el año de referencia y permitir la inclusión de los sumideros forestales de carbono y la emisión en el extranjero, eluden sus responsabilidades de reducción de emisiones y transfieren en forma solapada las responsabilidad a los países en vías de desarrollo, algo contrario a los principios de la Hoja de Ruta de Bali. Respecto a la ayuda financiera, los países desarrollados tampoco quieren asumir las obligaciones pactadas en dicho documento.
Pan Jiahua indicó que en la comunidad internacional existe un claro malentendido sobre China y su actitud durante la Cumbre de Copenhague, y la culpan de la falta de resultados, porque supuestamente los países en vías de desarrollo, incluyendo China, se negaron a incluir claramente en el acuerdo de Copenhague la idea de la “reducción de emisiones de gases de efecto invernadero en 50 por ciento en 2050 comparado con el nivel actual para los países en desarrollo y el 80 por ciento para los países desarrollados”.
Las razones del rechazo de los países en vías de desarrollo, además de las incertidumbres científicas, se asientan esencialmente en la idea del derecho al desarrollo.
Actualmente el volumen de emisiones de dióxido carbónico por los países desarrollados y los en vías de desarrollo representa entorno a 50 y 50 por ciento, respectivamente.
La emisión per cápita de los países desarrollados supera las 15 toneladas; la de Estados Unidos es 20 toneladas y la de los países en vías de desarrollo es 2,5 toneladas. Si las naciones desarrolladas redujeran en 80 sus emisiones, entonces en 2050 la cifra per cápita todavía sería de 3 toneladas y la de Estados Unidos, 4 toneladas. Pero si los países en vías de desarrollo las redujeran en 20 por ciento, la emisión per cápita sería de 2 toneladas en 2050, lo cual significa que estos países serían despojados de sus derechos de emisión.
“Los países en vías de desarrollo, incluyendo China, son víctimas del cambio climático, pero también serán la fuerza impulsora para que las negociaciones internacionales sobre el cambio climático logren éxitos”, afirmó Pan Jiahua.