Europa está en vilo debido al impuesto al CO2. Se asegura que las consecuencias podrían sentirse en diferentes ámbitos que afectan a la ciudadanía. La incidencia de las emisiones de CO2 y otros gases en la vida del ser humano se remontan a los tiempos de la revolución industrial y el auge de los coches a motor. Cada año, las emisiones han crecido más y más, superando límites que la comunidad científica ya ha tachado de “irreversibles”. Para paliar los severos efectos del calentamiento global y el cambio climático, se creó el impuesto al CO2, pero ¿realmente será un alivio para Europa?
Europa no pierde de vista el impuesto al CO2
Después de que la República Checa se sumara a Francia y Alemania para no fijar ya las emisiones de CO2 para 2040, media Europa ha manifestado su temor respecto al nuevo impuesto al CO2.
Una quincena de países europeos, entre ellos Austria, Bélgica, Alemania, Italia, Países Bajos, Polonia y España, han expuesto su preocupación por los efectos sociales y económicos en los que podría desembocar la puesta en marcha del nuevo sistema europeo de comercio de emisiones para los sectores de transporte y edificios.
Se lo llama ETS2. Según un documento conjunto remitido a la Comisión Europea, los gobiernos tienen la preocupación de que la volatilidad de los precios del carbono y la incertidumbre alrededor del coste inicial del sistema, previsto para 2027, generen un encarecimiento generalizado que impacte de forma directa en hogares y empresas.
El miedo compartido por estas naciones es que el precio del carbono (que no es previsible y estable) se transforme en un elemento de inestabilidad económica y social, consigna El Periódico de la Energía.
El documento conjunto presentado ante la Comisión Europea sugiere que la incertidumbre alrededor del nivel inicial de precios, sumada a los riesgos de volatilidad del mercado, podría ocasionar un encarecimiento considerable en actividades diarias que llevan adelante millones de ciudadanos de Europa.
La subida de los costes energéticos y de movilidad se traduciría en precios más altos a asumir por los hogares europeos, que ya reportan facturas altas. Una situación que también afectaría a las empresas, cuyo temor es perder competitividad en un escenario económico internacional cada vez más difícil de complacer.
Impuesto al CO2, ¿sí o no? Una parte de Europa teme las consecuencias
La firma de los gobiernos involucrados no pone en duda las metas climáticas de la Unión Europea ni el concepto que los causantes de la contaminación deben pagar. En su lugar, señalan la falta de claridad respecto a la evolución de los precios del CO2.
Consideran que este aspecto sería una amenaza para la sociedad. Durante los primeros años de funcionamiento del mecanismo, la Comisión estima que el precio de la tonelada de CO2 podría ubicarse en un rango de entre 30 y 60 euros.
No obstante, algunos temen que esta horquilla no refleje la realidad en su totalidad y que, a efectos prácticos, el coste sea mucho más alto. Si esto llegara a pasar, las previsiones presupuestarias se desbordarían dejando desprotegidos a varios sectores de la población.
En el documento, se enfatiza que la aparición de precios muy elevados incidiría de forma inmediata sobre la economía de los ciudadanos de Europa.
Una subida de los costes de calefacción, de los combustibles para el transporte o las reformas en edificios para cumplir con los estándares solicitados influiría sobre un gran número de familias, sobre todo las pertenecientes a grupos más vulnerables de la sociedad.
Países de Europa solicitan una mayor claridad en el impuesto al CO2
Frente a este posible escenario, los Estados europeos firmantes subrayan que la Comisión debería incorporar mejoras antes de poner en marcha el ETS2.
Alertan sobre la importancia de que Bruselas brinde datos claros y constantes sobre los indicadores que establecerán la demanda de permisos de emisión, como los números de ventas de coches eléctricos, ritmo de instalación de bombas de calor o tasa de rehabilitación de edificios.
El impuesto al CO2 mantiene a Europa en vilo. Las consecuencias podrían sentirse en todas partes y lo que pase a partir de ahora será crucial. Mientras el debate continúa, las energías renovables en el Puerto de Barcelona evitan 2310 toneladas de CO2 en su primer año.