Las turberas son un tipo de humedal con pH ácido. Son ecosistemas que se caracterizan por la acumulación de material orgánico parcialmente descompuesto, un material conocido como turba, que se halla en un ambiente saturado de agua.
La turba está compuesta principalmente por restos de plantas, como musgos, juncos, arbustos y árboles, que se descomponen lentamente debido a la falta de oxígeno ante la presencia de agua. Las turberas se encuentran comúnmente en áreas de pantanos, ciénagas y marismas.
Turbera: un ecosistema único
Las turberas cubren solo el 3 por ciento de la superficie terrestre, pero almacenan cerca del doble de carbono que todos los bosques del planeta, lo que las convierte en héroes anónimos en la batalla contra la crisis climática. Cuando están sanas, estos ecosistemas anegados formados por vegetación en descomposición también filtran el agua y albergan especies raras.
Sin embargo, las turberas son frágiles y en todo el mundo están siendo drenadas para dar paso a cultivos y ciudades. Casi el 12 por ciento de todas las turbas del mundo ya han sido degradadas. Al deteriorarse, potencian la crisis climática al liberar el dióxido de carbono que han estado secuestrando, a veces durante milenios, el cual es uno de los principales gases de efecto invernadero.
La Iniciativa Mundial sobre las Turberas, lanzada en 2016 con el PNUMA como socio fundador, une a más de 60 organizaciones para proteger estos críticos ecosistemas. Con apoyo del Fondo para la Naturaleza del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la Iniciativa Internacional sobre el Clima (IKI por su sigla en alemán), la iniciativa publicó el Atlas mundial de zonas críticas de turberas: El estado de las turberas del mundo en mapas. El atlas mapea las amenazas a las que se enfrentan las turbas y describe cómo los países pueden salvar estos ecosistemas fundamentales.
“El atlas es el primer recurso de su tipo”, menciona Juan Carlos Vásquez, jefe de la Unidad de Biodiversidad, Personas y Paisajes del PNUMA. “Es un paso adelante en el conocimiento de en dónde y por qué estos ecosistemas están en mayor riesgo y, lo que es más importante, cómo podemos restaurar y salvaguardar estos vitales sumideros de carbono”. A continuación, enumeramos siete hallazgos clave.

Se conocen miles de turberas en todo el mundo
Basado en más de 200 conjuntos de datos individuales sobre las turberas y los factores relevantes para las mismas, como el suelo y el agua, este mapa puede ser considerado el compendio más actualizado de dónde se encuentran las turbas.
Las turberas han sido mal entendidas y subvaloradas durante siglos debido a una falta de conocimientos científicos, datos fiables y percepciones culturales, pues a menudo han sido vistas como páramos estériles que deben ser drenados para hacerles útiles a fines humanos.
Recalcando la frecuencia con la que se han pasado por alto las turberas, todavía se están documentando muchas turbas de menor tamaño. Apoyando este proceso, el Atlas incluye zonas “probables” de turberas para fomentar una mayor evaluación e investigación sobre el terreno.
Puntos ‘calientes’ de biodiversidad global
Desde la luciérnaga azul iridiscente en la tundra ártica hasta el orangután en las turberas de las selvas tropicales de Borneo, algunas de las especies de flora y fauna más raras del mundo dependen de los ecosistemas de turba para sus hábitats y rutas migratorias.
Sin embargo, el aumento de actividades humanas en las turberas está poniendo en riesgo extremo a más de 300 plantas y más de 600 especies animales que solo se encuentran en turbas. El Atlas muestra las regiones donde las turberas albergan las concentraciones más ricas de especies raras, que sirven como puntos calientes de biodiversidad que es crítico proteger.

Su principal amenaza es la agricultura
Debido a que el agua es fundamental para la salud de las turberas, su drenaje artificial, a menudo para fines agrícolas, es la principal de su degradación. Pero la fragilidad de las turbas también facilita que otras actividades humanas las degraden, tales como “el pastoreo excesivo y el pisoteo, los derrames y la quema de petróleo, el vertido de residuos y la infraestructura, con el cambio climático intensificando aún más la degradación”, afirma el Atlas. Debido a su antigüedad, la turba es compleja y difícil de restaurar, a veces al punto de ser imposible restituirla.

Degradadas, son fuente de CO2
Alrededor del 4 % de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero provocadas por el hombre provienen de turberas degradadas. La principal causa de esto es su drenaje: la extracción de agua de las turberas expone sus suelos ricos en carbono al oxígeno, provocando que la materia orgánica del suelo se descomponga más rápidamente, lo cual libera gases de efecto invernadero.
El siguiente mapa muestra la cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero de cada país provenientes de sus turbas, en función de su drenaje para la silvicultura, la agricultura y la extracción de turba; esto excluye las emisiones liberadas por incendios. Estos datos pueden servir para informar a los países sobre cómo conservar mejor sus turberas y así cumplir con sus compromisos de reducción de emisiones ante el Acuerdo de París sobre el cambio climático.

Los incendios pueden potenciar la emisión de carbono
Las turbas pueden emitir más gases de efecto invernadero que cualquier otro tipo de incendio: hasta 10 veces más carbono por hectárea que el típico incendio forestal. Dicho esto, los incendios son naturales en muchos ecosistemas, y las turberas saludables pueden soportar incendios sin que estos penetren el cuerpo de turba y liberen el carbono allí almacenado. El peligro surge cuando se producen incendios en turberas drenadas, lo que puede provocar una quema generalizada y profunda que contribuye significativamente al cambio climático.

Necesitan más protección
Solo el 19 % de todas las turberas se encuentran en zonas protegidas. Es más, la Iniciativa Mundial sobre las Turberas menciona que incluso las turbas en áreas protegidas a menudo experimentan deterioro debido a la implementación inadecuada de regulaciones para protegerlas.

Debido a que muchas personas dependen de las turbas para su vida y sustento, el Atlas destaca que, para ser realmente efectivos, sus planes de protección deben basarse en las realidades de los pueblos indígenas y sus comunidades locales, la sensibilidad de género y una amplia gama de participación de las partes interesadas.
Conoce las iniciativas de protección
A través de herramientas basadas en la ciencia como el Atlas mundial de zonas críticas de turberas, la Iniciativa Mundial sobre las Turberas del PNUMA está desarrollando nuevas estrategias nacionales para conservar las turberas, como la inclusión histórica de las turberas en las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional del Perú al Acuerdo de París.
Para continuar ampliando el conocimiento sobre estos ecosistemas, la Iniciativa Mundial sobre las Turberas se está asociando con gobiernos nacionales e investigadores locales para confirmar los datos satelitales sobre el terreno y crear atlas regionales y nacionales, seguidos de recomendaciones de políticas adaptadas.
“Este Atlas es solo el comienzo”, dice Vásquez. “Al trabajar mano a mano con gobiernos y expertos locales, estamos convirtiendo los datos en acción, asegurando que las turberas no solo sean mapeadas, sino que también sean protegidas de manera significativa”.
Son ecosistemas únicos y desempeñan un papel importante en el ciclo del carbono, puesto que la acumulación de dicho material actúa como un sumidero de carbono. Debido a su capacidad de retener carbono, las turberas desempeñan un papel relevante en la mitigación del cambio climático, lo que constituye una razón ‘de peso’ para proteger estos ecosistemas únicos.