“La primera escuela “verde” de Latinoamérica ubicada en la localidad de Jaureguiberry, en el departamento de Canelones a unos 75 kilómetros al este de Montevideo, la capital del Uruguay, es un éxito total.”
Sustentable e independiente
Las mañanas en el hemisferio sur en invierno son frías; concretamente en la pequeña comunidad de 500 habitantes de Jaureguiberry, durante los meses de julio y agosto la temperatura media es realmente baja.
Pero dentro de la escuela primaria número 294, que abrió sus puertas hace tan solo unos meses y acoge niños de 3 a 12 años, se disfrutan de unos agradables 20ºC y la calefacción proviene de los paneles solares instalados en el techo del local, ya que la edificación no está conectada a la red eléctrica.
Hecha de neumáticos, productos y desechos de vidrio, latas y botellas de plástico, la primera escuela pública verde, no contaminante y autosustentable es producto de la colaboración de gran cantidad de personas, empezando por el “arquitecto de la basura”: Mike Reynolds.
Reynolds desarrolló lo que él llama edificios “NaveTierra” diseñados para ser independientes y proporcionar al ser humano todo lo que necesita, sin depender de “ayudas externas” (luz eléctrica, agua corriente, etc.).
Reynolds ha construido sus «Earthships» en todo el mundo y para ello siempre cuenta con la colaboración de estudiantes, que no solo intervienen activamente en el proyecto, sino que al mismo tiempo que se involucran, aprenden cómo hacer este tipo de construcciones.
Una escuela llena de vida
En Jaureguiberry, cerca de 2.000 neumáticos, 3.000 botellas de vidrio, 1.500 botellas de plástico y 12.000 latas junto con la madera, el vidrio y el cemento necesarios, se emplearon para construir el edificio de la escuela.
El proyecto, apoyado por una organización benéfica local y una empresa de detergentes, se estima que costó menos de 350.000 euros y tiene capacidad para albergar hasta 100 alumnos, aunque por ahora solo concurren 39.
Pero no solo el edificio está pensado para ser amigable con el Medio Ambiente, sino que los niños se sienten más cerca de la Naturaleza y aprenden a respetarla y a vivir sin dañarla, por ejemplo, participando en talleres de escritura creativa y haciendo intercambios de ideas sobre el tema de la protección del medio ambiente.
Para los alumnos, términos como reciclaje y reutilización son parte de su cotidianeidad y lo hacen con la naturalidad que solo da la interiorización con la Naturaleza, la educación y la práctica diaria.
La escuela es un buen ejemplo: no produce residuos, todo se reutiliza y al otro lado de las tres aulas, la huerta alimentada de compost rebosa de albahaca, tomates, fresas y acelgas. Una vez por semana, los niños dedican una hora al jardín, para cuidarlo y recoger las frutas y verduras que han plantado y criado; luego las cocinan y comen en la cantina.