El Amazonas está acaparando la atención del mundo entero ante un escenario catastrófico. Lo que te contamos sobre la inminente crisis alimentaria es solo una parte. La amenaza que acecha la Amazonía no es algo nuevo. Sus bosques están asediados por deforestación, los incendios y la degradación, tanto que el agua superficial se ha perdido y los ríos están cada vez más desconectados y contaminados.
Si esta casi inconmensurable presión no se detiene, el daño ocasionado en la Amazonía puede ser irreversible en un futuro muy cercano. Encarni Montoya, investigadora del CSIC en Geociencias Barcelona (GEO3BCN-CSIC) y coautora de un artículo publicado en la revista Nature, advierte que las actividades humanas involucradas en el desastre van “desde acciones a nivel local, como la deforestación, hasta efectos a nivel global, como es el actual cambio global”.
Esta transformación global contempla el cambio climático que “afectará principalmente a la precipitación, aunque también la temperatura subirá, así como la pérdida de biodiversidad”. “La deforestación, a su vez, aumenta el efecto del cambio climático, ya que hasta el 50% del agua que reciben los bosques amazónicos proviene de la evapotranspiración, es decir, los árboles captan el agua y, al exudar el vapor a través de sus hojas, crean una cadena de humedad que se conoce como ríos aéreos que transporta y distribuye el agua a otras regiones”, informa la investigadora.
El Amazonas tendría fecha de caducidad
Este estudio, en el que ha participado el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ha sacado a la luz una oscura realidad que muchos ya temían: la estimación de que en 2050 entre el 10 y el 47% del bosque amazónico podría cambiar de manera irreversible y desaparecer. Las consecuencias podrían ser terribles.
“Si se tala el bosque o este simplemente desaparece por la razón que sea, esa cadena de distribución de agua también desaparecerá y, por tanto, el efecto de sequía se exponenciará. Es lo que se conoce como ‘efecto cascada’ o retroalimentación positiva: cuantos menos árboles, menos agua, y cuanta menos agua menos bosques”, concreta Montoya.
El artículo arroja que ya se han sobrepasado los niveles de deforestación y degradación del bosque amazónico, que ubica como punto de inflexión una deforestación acumulada del 20%. Bajo estas circunstancias, el equipo de investigación fija el límite seguro en el 10%, aunque ya está por encima del 13%.
El Amazonas está en su peor momento
Tomando como referencia los modelos sobre el calentamiento global, el trabajo recoge que el umbral crítico de aumento de temperatura media a nivel global, en este punto, está en 2ºC, marcando como límite seguro para el bosque amazónico 1,5ºC. Respecto a la disminución de las lluvias, el punto de inflexión marca los 1.000 mm de precipitación anuales, señalando como límite seguro 1.800 mm.
El artículo considera, además, que no debe sobrepasarse el déficit de 450 mm de lluvia al año en las instancias de estación seca, dejando el límite seguro en 350 mm. Siguiendo esta misma línea, su propuesta es una duración límite de la estación seca, estableciendo el umbral crítico en los ocho meses y el límite seguro en cinco.
Por su parte, la investigadora alerta de que “cada vez estamos más cerca de que se produzcan cambios de régimen, al menos a escala local”.
“El problema es que aún no somos capaces de evaluar el efecto combinado de varios estresores que están actuando a la vez y que se retroalimentan entre ellos, por lo que no sabemos si estos cambios se quedarán como eventos aislados o si se propagará a toda la cuenca amazónica, y lo más preocupante, no sabemos la rapidez con la que esto podría suceder”.
Así, el mundo entero está pendiente de lo que puede suceder con el Amazonas, un espacio que no deja de cambiar día a día. Ya hay riesgo de sufrir embolias y mortalidad por sequía en el territorio.