Un estudio de la UOC ‘avisa’ que la digitalización no es más que una respuesta parcial a la transición energética: reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 55 % y alcanzar una cuota del 45 % de energías renovables en 2030 solo puede ocurrir si el sistema energético está listo para ello.
Para alcanzar estos objetivos, Europa necesita construir un sistema energético mucho más inteligente e interactivo de lo que es hoy.
Dado que se espera que el consumo de electricidad aumente alrededor de un 60 % entre ahora y 2030, las redes eléctricas tendrán que integrar una gran parte de la energía renovable variable.
La capacidad de generación eólica y solar debe aumentar de 400 GW en 2022 a al menos 1,000 GW para 2030, incluida una gran acumulación de energías renovables marinas de hasta 317 GW, para conectarse a la costa.
Por lo tanto, las redes deben adaptarse a un sistema eléctrico más descentralizado, digitalizado y flexible con millones de paneles solares en los tejados y comunidades locales de energía que comparten recursos.
Invertir en tecnologías digitales como dispositivos IoT y contadores inteligentes, conectividad 5G y 6G, un espacio de datos energéticos paneuropeo impulsado por servidores de computación en la nube y gemelos digitales del sistema eléctrico es fundamental para acelerar la transición energética digital y sostenible, al tiempo que aporta beneficios a nuestra vida cotidiana.
La digitalización no es más que una respuesta parcial
Para hacer frente a la crisis económica provocada por la pandemia de COVID-19, la Unión Europea lanzó en 2020 el plan de recuperación Next Generation EU.
En España, ese plan se ha articulado en inversiones que pretenden aumentar la productividad y el crecimiento hacia una sociedad más verde, digital e inclusiva.
Estos objetivos coinciden con el conocido como Pacto Verde Europeo, presentado antes de la pandemia, y que introduce la idea de una doble transición: verde y digital.
Dentro del plan de recuperación español, los PERTE (proyectos estratégicos para la recuperación y transformación económica) —12 proyectos en total— engloban medidas destinadas a fortalecer ámbitos estratégicos, como es el caso de las energías renovables.
En febrero de 2025, los fondos comprometidos de los proyectos de este ámbito superaban los 8.400 millones de euros, la mayor cantidad de todo el conjunto.
Una investigación de la UOC, publicada en abierto, ha analizado 263 proyectos financiados por este PERTE —denominado PERTE de energías renovables, hidrógeno renovable y almacenamiento— en los que se incluían tecnologías digitales, para averiguar en qué medida estas iniciativas conseguían el objetivo de la doble transición que persigue la UE: energética y digital.
«En nuestro estudio vemos que no hay una transición en el sentido de dejar de usar combustibles fósiles y sustituirlos por fuentes de energía renovables, sino que se añade el consumo de fuentes de energía renovables al ya existente de combustibles fósiles, que sigue creciendo.
El análisis muestra que la dificultad de sustituir una fuente energética por otra no es cuestión de una insuficiente digitalización. La clave no es la digitalización: tanto un motor a combustión como uno eléctrico pueden usarse en un vehículo con tecnologías digitales.
Se espera que la digitalización aporte respuestas a un reto tan complejo como es la transición energética, pero la digitalización no es más que una respuesta parcial.