Se ha creado una tecnología que parecía imposible y tiene potencial para cambiar el escenario energético. Tiene capacidad para convertir el aire que respiramos en algo más. El auge del uso de fuentes renovables en las redes eléctricas ha dado lugar a un nuevo reto. La humanidad necesita formas de almacenamiento eficientes, flexibles que no dependan de las condiciones geográficas. Una nueva tecnología promete eso y mucho más.
La tecnología definitiva para las energías renovables
Tras conocerse los detalles del proyecto que genera agua dulce de la nada, ha salido a la luz la tecnología imposible que ve el aire que respiramos como algo que va más allá. Un grupo de investigadores surcoreanos del Instituto Coreano de Maquinaria y Materiales (KIMM) ha desarrollado una tecnología crucial para almacenar aire líquido, generando hasta 10 toneladas diarias.
Ha alcanzado un progreso considerable al desarrollar y demostrar el alcance de tecnologías vitales para un sistema de almacenamiento de energía a través de aire líquido (LAES, por sus siglas en inglés). Se alza como una de las alternativas más prometedoras para el almacenamiento a gran escala y extensa duración.
Liderado por el investigador principal Dr. Jun Young Park, el equipo ha trazado y desarrollado componentes críticos como un turboexpansor y una caja fría, 100% fabricados a nivel nacional. Es un hito técnico, pero también un paso estratégico hacia la autosuficiencia tecnológica en el sector energético.
En la prueba, el método llegó a una capacidad de producción de hasta 10 toneladas de aire líquido por día. Así afianzó una base sólida para implementar en futuras aplicaciones comerciales y proyectos piloto a escala industrial.
Funcionamiento de la tecnología imposible
El procedimiento LAES permite que se pueda almacenar el exceso de electricidad, que generalmente llega desde parques solares o eólicos. ¿Cómo lo hace? Enfría el aire ambiental hasta transformarlo en líquido a temperaturas por debajo de -190ºC. Este tipo de almacenamiento es sumamente densa y estable.
Cuando se requiere electricidad, el aire líquido se vaporiza y expande de forma rápida. Durante este proceso, origina energía mecánica que se convierte en electricidad por medio de una turbina. Al contrario de lo que sucede con otros sistemas como el bombeo hidroeléctrico o el almacenamiento por aire comprimido, LAES no está sujeto a terrenos montañosos o cavidades geográficas.
Sumado a esto, consiente la recuperación y reutilización del frío y calor residual del proceso. Incrementa su eficiencia internacional y brinda ventajas colaterales en sectores como la refrigeración industrial o la gestión térmica urbana. Existen mejoras significativas que llevan el sello de KIMM. Por ejemplo, un turboexpansor de alta velocidad que funciona a más de 100 000 revoluciones por minuto.
Logra esta marca recurriendo a rodamientos de gas estáticos que bajan el desgaste y mejoran la estabilidad mecánica. Dicho diseño integra un eje hueco aislado a nivel térmico. Así acota las pérdidas de calor desde el exterior.
Desde su lugar, la caja fría atesora un mecanismo de aislamiento multiplica y un vacío ultrabajo para impedir la entrada de calor. Su equipamiento es tal que permite recuperar energía fría del ciclo de generación, mejorando de forma considerable la eficiencia del proceso de licuefacción.
Perspectiva de futuro de la tecnología imposible
Almacenamientos de esta categoría tienen potencial para otorgar apoyo a la red eléctrica durante horas o días. Un lugar donde tendrían un gran futuro es Corea del Sur, donde las grandes infraestructuras no cuentan con un amplio espacio disponible.
Contexto que se extrapola a otros puntos geográficos, como Reino Unido, donde ya opera una planta piloto de LAES con 250 MWh. Esta tecnología imposible se convierte así en una herramienta crucial para compensar la intermitencia de la energía solar o eólica. Mientras esta información circula, se dice que las baterías de iones de sodio podrían revolucionar el almacenamiento energético.