Un científico español estudia la corteza terrestre y se da cuenta de que la península ibérica gira en la dirección de las agujas del reloj

Publicado el: 21 de diciembre de 2025 a las 16:05
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Vista nocturna de España iluminada desde el espacio con luces urbanas visibles

La Península Ibérica no está tan “quieta” como sugiere el mapa. Asier Madarieta, investigador de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), ha analizado cómo se comprime y se deforma la corteza en el contacto entre las placas euroasiática y africana, una frontera difusa en el Mediterráneo occidental. Su conclusión principal es llamativa por lo que tiene de contraintuitiva y, a la vez, muy poco espectacular en lo cotidiano. Los nuevos cálculos apuntan a que el conjunto peninsular describe un giro muy lento en el sentido de las agujas del reloj.

El trabajo se apoya en una combinación de dos “termómetros” complementarios. Por un lado, la sismología, que permite reconstruir campos de esfuerzo a partir de terremotos ocurridos en las últimas décadas. Por otro, la geodesia espacial, que mide deformaciones milimétricas mediante observaciones satelitales y redes GNSS instaladas sobre el terreno. Madarieta resume el punto de partida con un dato que ayuda a dimensionar el fenómeno. «Cada año la placa eurásica y la africana se acercan 4 a 6 milímetros», explica.



Un borde de placas que no es una línea

En geología, las fronteras entre placas no siempre se comportan como una grieta limpia. En el Atlántico o en el norte de África, la separación entre grandes bloques es más reconocible. En cambio, al sur de Iberia, la interacción entre Eurasia y África se reparte en un mosaico de estructuras activas y zonas de deformación distribuida. Esa complejidad explica por qué la investigación pone el foco en el mar de Alborán y su entorno, una de las áreas con mayor actividad sísmica del Mediterráneo occidental. 

La síntesis del Instituto Geográfico Nacional (IGN) sobre las zonas sismotectónicas de Alborán encaja con esa idea de “borde ancho” en lugar de línea. Describe una convergencia oblicua que hoy continúa, con una tasa en torno a 5 milímetros al año, y un régimen transpresivo (compresión con componente de desgarre) que favorece fallas activas y plegamientos.



El papel del arco de Gibraltar

El segundo elemento clave del estudio es el arco de Gibraltar, la estructura que conecta la cordillera Bética con el Rif y que actúa como engranaje tectónico entre dos continentes. Según la interpretación del equipo, el comportamiento no es simétrico a ambos lados del Estrecho. «Al este del Estrecho de Gibraltar, la corteza del arco absorbe la deformación causada por la colisión entre Eurasia y África», señala Madarieta, lo que atenúa la transmisión de esfuerzos hacia el interior peninsular. 

Hacia el oeste, en cambio, la colisión sería más directa. Esa “presión” desde el suroeste ayudaría a entender el patrón de esfuerzos que, acumulado durante mucho tiempo, se expresa en forma de rotación lenta del conjunto ibérico. En términos prácticos, el hallazgo no implica que la península vaya a “girarse” en el sentido coloquial del término, ni que el cambio sea apreciable a escala de una vida humana. La relevancia está en la fotografía dinámica que aporta sobre dónde se concentra la deformación y qué sectores conviene estudiar con mayor detalle.

Para qué sirve (y para qué no) en la gestión del riesgo

La lectura útil del estudio no es el titular llamativo, sino su aplicación a la cartografía de estructuras activas. Si se conocen mejor los campos de esfuerzo y deformación, se acota dónde buscar fallas capaces de generar terremotos y cómo podrían comportarse. Esa información es especialmente valiosa para alimentar y depurar bases de datos como QAFI, el repositorio público del Instituto Geológico y Minero de España (IGME-CSIC) sobre fallas con actividad demostrada en los últimos 2,6 millones de años. 

La propia QAFI subraya, sin embargo, sus límites, que conviene no perder de vista para evitar extrapolaciones fáciles. El IGME recuerda que el inventario se revisa y actualiza periódicamente y “no puede considerarse completo”, sino actualizado según la literatura disponible. También advierte de que no es, por sí solo, una base de datos para el diseño sismorresistente, y que no sustituye estudios específicos para infraestructuras críticas o planes de protección civil. 

En otras palabras, el “giro” es un indicador de un sistema tectónico activo y complejo, no un pronóstico de terremotos. La península rota en un sentido físico que ayuda a explicar cómo se reparte la deformación en el borde suroccidental de Europa. Y ese reparto, medido con precisión, es el que permite mejorar la identificación de fuentes sismogénicas, completar zonas con lagunas y afinar mapas de peligrosidad.

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