En el Valle de la Muerte (California), uno de los lugares más extremos del planeta por calor y aridez, ha reaparecido un visitante improbable (un lago efímero sobre un salar). La lámina de agua se ha formado en Badwater Basin, el punto más bajo de Norteamérica, como consecuencia de un otoño inusualmente húmedo que ha roto registros locales de precipitación.
La imagen tiene algo de anacronismo geológico (montañas con nieve al fondo y, en primer plano, una superficie que normalmente es sal y grietas). El fenómeno se asocia al antiguo Lago Manly, un gran lago pluvial que existió en periodos fríos del Pleistoceno, cuando el clima era distinto y el aporte de agua al valle se sostenía durante miles de años. Hoy, en cambio, lo que aparece es una versión mínima y somera, alimentada por episodios intensos de lluvia y condenada a desaparecer por evaporación y por la dinámica del barro salino.
Las cifras ayudan a entender por qué el lago ha vuelto a hacerse visible. Según un comunicado del propio parque, el Servicio Meteorológico Nacional atribuye a Death Valley el otoño más lluvioso registrado entre septiembre y noviembre (2,41 pulgadas, unos 6,1 centímetros) y el noviembre más lluvioso (1,76 pulgadas), superando el récord que se mantenía desde 1923. En un enclave donde la lluvia anual media es bajísima, ese volumen en pocas semanas basta para que el agua quede atrapada en una cuenca cerrada, sin salida natural hacia el mar.
Aun así, el parque subraya que el “lago” actual no se comporta como un lago estable. En meses recientes, el Servicio de Parques Nacionales ha advertido de cambios en la localización y en la profundidad del agua y ha pedido evitar intentos de navegación, entre otras razones por el barro y por el impacto de huellas sobre el fondo húmedo. La recomendación ilustra una idea clave (lo más llamativo no es la cantidad de agua, sino su carácter frágil).
El episodio reabre un debate que va más allá de la postal turística. En términos climáticos, la paradoja es aparente (un desierto que se inunda). En realidad, encaja con un patrón cada vez más citado por la literatura meteorológica y por la divulgación científica (la intensificación de extremos, con alternancia de sequías y eventos de precipitación concentrados). Que el Valle de la Muerte acumule casi su lluvia anual media en un solo mes no “corrige” su aridez estructural, pero sí aumenta la probabilidad de episodios repentinos con efectos visibles sobre el terreno, las infraestructuras del parque y la experiencia de los visitantes.
Para el público, la escena ofrece una lección sencilla de geología y clima (la cuenca salina actúa como una bandeja). Para los gestores del parque, plantea un equilibrio delicado (aprovechar el interés sin convertir la novedad en un deterioro del lugar). Y para los científicos, añade un dato más a una serie reciente de reapariciones del lago tras tormentas destacadas en 2023 y 2024, un recordatorio de que, incluso en los paisajes más estables a ojos humanos, el clima puede reescribir el guion en cuestión de días.
















