En España han desaparecido más del 60% de los humedales fruto de la acción humana. El agua y los humedales están unidos de una manera inseparable y son fundamentales para la vida, la salud del planeta y para nuestra supervivencia al ser una de las fuentes que más agua dulce, en cantidad y en calidad, nos proporcionan.
La actividad humana junto con el cambio climático están poniendo en peligro incluso el futuro de humedales icónicos como son Doñana, las Tablas de Daimiel o el Mar Menor. Hoy recordamos la importancia de seguir preservando y recuperando todos los humedales y las zonas inundadas en peligro.
Pero también recordar algunos de los mayores humedales ya desaparecidos, su importancia y su historia. La laguna de Antela, situada en el curso alto del río Limia (Ourense), estuvo entre las tres lagunas interiores más grandes de la península, junto a la de La Janda (Cádiz) y La Nava (Palencia).
Las tres fueron desecadas en los años sesenta del pasado siglo por el franquismo para favorecer la implantación de la agricultura intensiva, en lo que constituye, sin duda, uno de los mayores atentados ecológicos contra nuestros humedales de la historia. Se cumplen cuatro años de la promesa de restaurarlas de Ministerio de Transición Ecológica, sin apenas avances.
Vegas, canales, mapas antiguos y el recuerdo de los lugareños. Son tan solo algunas de las huellas que quedan de los que fueron tres de los mayores humedales de la Península: las lagunas de Antela (Ourense), la Nava (Palencia) y La Janda (Cádiz), desecadas hace más de 60 años por la dictadura franquista para dedicar los terrenos a la agricultura.
Se ha conseguido recuperar algunas hectáreas (unas 20 en el caso de Antela, y casi 400 en el de la Nava), mientras que La Janda apenas cuenta con avances. Por ello, el compromiso anunciado en 2021 por el Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico (MITECO) de restaurar esos ecosistemas supuso una alegría para las asociaciones ecologistas.
En documentos posteriores, se fijaron incluso plazos de cara a 2025 y 2030 para la recuperación, pero estos quedaron algo difuminados en el Plan Estratégico de Humedales.
Se cumplen cuatro años de aquel anuncio del ministerio liderado en ese entonces por Teresa Ribera
Pero la promesa aún sigue en el aire, según las asociaciones implicadas. Denuncian que apenas se han dado pasos y coinciden en que, de recuperar las lagunas, se «cambiaría por completo la vida» de las regiones afectadas.
En los tres casos, la máxima de las organizaciones es la misma: la puesta en marcha, como ya se anunció en La Janda, de “mesas de diálogo”, pero con plazos claros y la presencia de las instituciones competentes, los propietarios y las organizaciones para “llegar a un acuerdo” y, de ser necesario, compensar a los afectados.
Preguntado por si mantiene su compromiso, el Ministerio dice que «sigue trabajando en el marco de sus competencias en la restauración de los humedales» como se recoge en dicho Plan de 2022. Según indica el MITECO, “deben ser actuaciones coordinadas entre todas las administraciones involucradas”.
Además, insta a las comunidades a “poner en marcha sus estrategias para la recuperación y conservación de sus humedales” y les pide que “informen” sobre planes de recuperación de éxito para así mejorar la calidad de las posibles intervenciones en humedales. En la misma nota, aunque menciona el acuerdo para la Mesa de la Laguna de la Janda, sigue sin especificar cuándo será su convocatoria.
El rincón de ‘Antela’ recuperado a pasado de vertedero a un refugio de especies
Empezando por el norte, se encuentra el caso de Antela, una laguna que bañaba la comarca gallega de Limia hasta 1958. Concretamente, de las más de 30.000 hectáreas de llanura de la zona, esta masa de agua ocupaba unas 3.500 hectáreas en invierno, reduciéndose a unas 1.200-1.400 en verano. Y es, precisamente esta parte, la que se considerada como el ‘corazón del humedal’.
Tras la desecación, que duró cuatro años, los territorios que eran de titularidad pública se vendieron, en su mayoría, a propietarios privados “por precios que apenas cubrían el 5% de los gastos del proceso”, explica Serafín González, presidente de la Sociedade Galega de Historia Natural (SGHN), una de las asociaciones más activas para la recuperación de esta laguna orensana.
Para este biólogo, que lleva estudiando la zona desde hace más de 45 años, la situación fue “surrealista”: no solo “se desencadenó la mayor extinción de especies reproductoras, sobre todo de aves, en Galicia de la que se tenga constancia”, sino que “se secó una laguna para poner un cultivo que demanda ahora un consumo brutal de agua para el regadío, secando ríos en verano o asfixiando los acuíferos”, considera.
Aunque en un principio desde el MITECO se habló de la restauración de las más de mil hectáreas que componen el núcleo de la laguna, al final “el compromiso se fue diluyendo hasta las 500 hectáreas y tan solo en zonas contiguas”, cuenta González, que apunta “al posible interés agrícola del área como posible responsable”.
A nivel regional, ha intentado repetidas ocasiones hablar con la Xunta de Galicia para conocer su visión o si, por su parte, contempla alguna medida como ha dejado caer el Gobierno al respecto, pero hasta ahora no se ha obtenido respuesta.
Desde la Sociedade Galega de Historia Natural (SGHN) se propone la coordinación de esfuerzos y, en caso de ser necesario, un sistema de compensaciones o acuerdos”, que también facilite la salida de los terrenos a los propietarios.
Llevamos años estudiando el área y tenemos el conocimiento. El ministerio y administraciones regionales tienen la posibilidad de conseguir fondos. Lo que falta es la voluntad política de ponerlo en marcha de verdad y corregir un error histórico, asevera sobre la desecación.
Para los escépticos de la valía ecológica del terreno, como ejemplo práctico impulsado de manera local: “la transformación de un rincón de tan solo 20 hectáreas”, conocido como la Vega de Gomareite.
Al principio la zona, situada en el extremo norte de la antigua laguna, era «un vertedero» informal del que se han llegado a retirar “canicas, neumáticos, plásticos, enseres domésticos y una viga de seis metros, así como con un largo etcétera”. Gracias a un acuerdo con un ganadero local que utiliza las tierras, a los fondos de la Sociedade Galega de Historia Natural (SGHN), algunas ayudas públicas y al trabajo de voluntarios se consiguieron instalar diques para almacenar hasta un metro de agua, niveles cércanos a los que tenía la antigua laguna.
Ahora, —continúa el investigador— se ha convertido en el refugio del ‘cardillo de laguna’ (Eryngium viviparum), una especie en riesgo de la que se conserva una cuarta parte de la población en la zona. También ha vuelto el avefría o el sapo de espuelas, añade. Solo son 20 hectáreas, imagina cuanto se podría conseguir con mil.
La recuperación sería buena para la biodiversidad, para fijar población y para la economía, que podría orientarse a un turismo verde.
La Nava: una recuperación parcial que busca la sostenibilidad
A unos 300 kilómetros de allí, ya en Castilla y León, encontramos el segundo caso. La desecación en 1968 del “mar” palentino, en referencia a la laguna de la Nava o Mar de Campos, con el objetivo de dedicar los terrenos a la agricultura.
Tenía una extensión de entre 2.500 y 5.000 hectáreas, en función de las lluvias y, aunque “era considerado un lugar insalubre” en aquel momento, en realidad conformaba uno de los mayores humedales de la Península, explica Fernando Jubete, presidente de la Asociación de Naturalistas Palentinos (ANPA).
No obstante, a partir de los años 90, la visión ecologista tomó fuerza en la zona y se comenzó un proyecto de recuperación del humedal, que unió tanto a organizaciones como la ANPA o Fundación Global Nature como a diversas administraciones, entre ellas la Junta de Castilla y León y los ayuntamientos de la zona.
Esto cambió la suerte de la laguna que, pese a que no se ha recuperado en su totalidad y aún debe inundarse de manera artificial con agua del Canal de Castilla, ha conseguido recuperar cerca de 400 hectáreas, así como la vuelta de una parte de la fauna y la flora a la zona. También, se ha situado la ‘Casa del Parque’, un centro de visitantes en Fuentes de la Nava que trata de fomentar la educación ambiental, y se le incluyó en la lista Ramsar, que recoge los humedales de importancia.
En cuanto al factor económico, desde la Junta de Castilla y León, se calcula que, en unos 30 años, se han invertido más de seis millones en los dominios territoriales de las localidades de Fuente de la Nava y Mazariegos para la restauración de la laguna de la Nava. En los últimos años, además, se han iniciado cuatro proyectos, con un presupuesto de 600.000 euros.
En este caso concreto, los terrenos de la parte restaurada de la laguna son propiedad patrimonial del Ayuntamiento de Fuentes de la Nava, aunque la Junta de Castilla y León le da una contraprestación y se encarga de la gestión. Y en el caso del ayuntamiento de Mazariegos, se trabaja para que la Junta compre los terrenos, pero sin perder de vista la inversión en la localidad, afirma David Cubero, Jefe del Servicio de Espacios Naturales de la Junta.
Sobre ello, apunta al “respeto, apoyo y la colaboración máxima de los ayuntamientos” y asegura que se están negociando nuevas fórmulas de “gestión a largo plazo”, a la vez que se espera poder “inundar de nuevo la laguna esta primavera”.
Respecto al compromiso del Ministerio que, en el caso de la laguna de la Nava y la vecina la Boada pretendía la recuperación de 1.000 hectáreas hasta 2030, dice que tanto la Junta, la administración y otras comunidades “ya están trabajando en un proyecto Life” que puede incluir algunos de los objetivos comunes en humedales, pero “tiende la mano” a cualquier iniciativa del Ejecutivo específica de la zona.
Asimismo, Cubero señala que, en dos años, la Junta ha comprado propiedades con un gasto que ronda el millón de euros, pero que se está “estudiando la posibilidad de más ampliaciones”. No obstante, aclara que “hay que ser realistas” y recalca la “dificultad” de recuperar la totalidad de los terrenos, muchos de ellos en manos de propietarios privados.
“Nos dedicamos a la conservación, pero también debemos conservar a los vecinos de nuestros pueblos y su principal actividad, la agrícola. Hay que conjugar todos los intereses», manifiesta y agrega que muchas de las actuaciones serán “a largo plazo”.
Aunque la ANPA celebra las actuaciones llevabas a cabo hasta ahora pide una apuesta “más decidida”. “Hemos podido ver que recuperar el ecosistema es posible. Las lagunas tienen que dejar de ser rehenes políticos entre administraciones”, reivindica Jubete.
Además, a su ver, habría ventajas en implantar un cambio de modelo económico en la región. “Hay razones ideológicas, medioambientales y socioeconómicas. Es innegable que muchos pueblos pierden población aquí y que la agricultura por sí sola no está sirviendo para fijar población. Recuperar la laguna puede atraer un sector servicios o de investigación y que más gente joven se quede”, insta Fernando Jubete.
Inacción en la ‘Janda’
Al sur, en la provincia de Cádiz, la incertidumbre se extiende debido a la falta de avances en la restauración de La Janda. Hasta su desecación en los años 60, este humedal ocupaba el triángulo entre las localidades de Benalup-Casas Viejas, Tahivilla y Vejer de la Frontera. Formado por un mosaico de masas de agua —Rehuelga, Espartinas, Tapatanilla y Jandilla— llegó a ocupar unas 7.000 hectáreas, destacando en la parte central la laguna de la Janda que alcanzaba las 4.000 hectáreas.
En los últimos años, el Ministerio había proyectado una primera fase de restauración hasta 2025 de las áreas que sufren inundaciones por fuertes lluvias, con una superficie de más de 1.000 hectáreas.
Es más, el pasado mes de abril, el secretario de Estado de Medio Ambiente, Hugo Morán, se reunió con las asociaciones implicadas en la que no solo aseguró que la gran mayoría de los terrenos de la antigua laguna y alrededores, es decir, unas 6.000 hectáreas, son de dominio público, tal y como aparece en una sentencia del Tribunal Supremo de 25 de noviembre de 1967, sino que se comprometió a iniciar un proceso de diálogo con los actuales terratenientes que están en la laguna.
Desde entonces, ha habido silencio, “ni una reunión más”, cuenta el presidente de la Asociación Amigos de la Laguna de la Janda, José Manuel López, que estuvo presente en la cita.
En 2003, la propia Junta de Andalucía desarrolló el Proyecto de restauración de humedales en la comarca de La Janda, sin embargo, no se continuó. Fuentes del Ejecutivo asegura que no reconocen los terrenos como humedal y trasladan la responsabilidad al Gobierno central. “No es a la Junta de Andalucía a quién le corresponde determinar si es dominio público hidráulico o no la laguna de La Janda, por lo que es el Estado quien tiene la responsabilidad de tomar esa decisión.
En función de ello, desde la administración regional actuaremos en base a nuestras competencias salvaguardando el valor medioambiental y económico de la zona”, han expresado en un breve comunicado sin dar más detalles.
Para José Manuel López, «se pasan la responsabilidad de unos a otros», mientras que «si de verdad se actuara sobre el terreno» se podría recuperar la laguna.
“Cada cierto tiempo, cuando hay fuertes lluvias, la laguna se inunda de forma natural, como si en cierto modo volviera a su origen, con lo que ello podría conllevar a los cultivos”, dice. “Se invierte mucho dinero. Tanto en subvenciones para cultivos como en infraestructuras para retirar el agua”, considera, y también apuesta por el turismo o el desarrollo ecológico en el área para avanzar en la transición verde.
Los humedales españoles, en serio peligro
Aunque la situación de estos ecosistemas, sobre todo el caso de Antela y la Janda, es límite y parten de un contexto diferente, los expertos también alertan del deterioro de otros muchos humedales en nuestro país.
Un inventario de la Fundación Global Nature estima, que en España hay más de 6.000 humedales de los que solo están registrados poco más de 1.350 en el Inventario Español de Zonas Húmedas (IEZH) y, en torno al 47%, se encuentran en una situación de conservación desfavorable o han desaparecido.
En cuanto a los recogidos por la lista Ramsar, un registro de prestigio internacional, el último informe de SEO/Birdlife afirma que el estado de conservación del 67% de los humedales (41 de los 76 ecosistemas españoles que posee) es «pobre o muy pobre». Denuncia, además, falta de actualización en información de decenas de estos sitios, lo que dificulta conocer su estado.
España es el quinto país del mundo con más humedales registrados en esta lista, tan solo superada por el Reino Unido (176), México (144), la India (85) y China (82). La mayoría de ellos están en Andalucía (25), Castilla-La Mancha (8), Comunidad Valenciana (7), Galicia y País Vasco (seis en cada una de estas regiones) y Aragón y Cataluña (cuatro también en cada una).



















