Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), uno de los principales problemas ambientales que afectan a la industria minera es el de los sitios que son abandonados sin que medie un plan de gestión de restauración de loos suelos.
Los costes potenciales de la remediación, la falta de responsabilidades claramente asignadas (o asumidas), la ausencia de criterios y estándares de remediación y otros factores han significado que muchos de estos sitios hayan quedado “huérfanos”.
De hecho, hasta hace poco, no se habían tomado medidas para intentar evaluar y mitigar los impactos ambientales y de salud que potencialmente conllevan estos sitios. Y esto fue lo que investigaron un grupo de expertos en una mina abandonada de Palencia, descubriendo que es posible aprovechar la adaptación de algunos vegetales como estrategias restaurativas del medio ambiente comprometido.
Recuperación de los suelos mineros contaminados
El grupo de investigación de Prospección y Medioambiente (Promediam) de la Universidad Politécnica de Madrid, junto al grupo Isyma de la Universidad de Oviedo, ha publicado una investigación sobre cómo la flora es capaz de sobrevivir en suelos mineros contaminados, con estrategias para su restauración.
Según un comunicado publicado este miércoles, se trata de una investigación publicada en «Enviromental Geochemistry and Health» sobre el riesgo ecológico de una antigua explotación minera de arsénico y cobre del norte de España, abandonada desde mediados del siglo XX. Además propone estrategias para restaurar espacios afectados para favorecer el crecimiento de vegetación.
Los responsables de la investigación han destacado su relevancia en zonas donde la proximidad del pasivo minero a recursos hídricos con aprovechamiento o a espacios naturales protegidos pueda constituir un riesgo para las poblaciones humanas o los ecosistemas. El complejo minero contiene concentraciones de arsénico y cobre hasta mil veces superiores a los niveles considerados seguros para las plantas, sin embargo los investigadores observaron que en algunas zonas aún existía vegetación, aunque otras permanecían estériles.
Suelos contaminados con arsénico, cadmio, cobalto o cobre entre otros
Esta diferencia se debe a dos factores: el pH del suelo y el contenido de materia orgánica; en aquellas zonas más ácidas y con menos materia orgánica resulta muy complicado el crecimiento de plantas. El estudio analizó -mediante un modelo de evaluación conocido como Slera – 27 muestras de suelo en las que se daban concentraciones de hasta 8 elementos tóxicos – arsénico, cadmio, cobalto o cobre entre otros – absorbidos por las plantas.
Sin embargo los resultados mostraron que, aunque las concentraciones de metales y metaloides sean elevadas, su disponibilidad para las plantas no siempre es proporcional, es decir, metales esenciales para el metabolismo vegetal en pequeñas dosis son tóxicos en grandes cantidades.
Por ello, según la investigación, su efecto varía dependiendo de las características del suelo. El equipo de trabajo concluye que las evaluaciones de riesgo ecológico deben integrar factores locales como la acidez del suelo o la presencia de materia orgánica para comprender mejor los efectos sobre la vegetación. EFE / ECOticias.com