Doñana podría perder su marisma en 61 años si la tendencia actual de lluvias a la baja se mantiene y la gestión del agua no cambia con rapidez. Esa es la conclusión principal de una investigación de la Universidad de Sevilla basada en imágenes del satélite Sentinel 2 y en un algoritmo de aprendizaje automático capaz de detectar con alta precisión el agua superficial.
La cifra sitúa el horizonte en torno a 2086, aunque el propio equipo maneja un escenario más pesimista de 45 años y otro más optimista de hasta 175.
Doñana no es un humedal cualquiera. Además de Parque Nacional, forma parte de la Lista Ramsar de Humedales de Importancia Internacional y está reconocida por la UNESCO, un cóctel de figuras que existe precisamente para proteger espacios que sostienen biodiversidad, migraciones y servicios ecosistémicos.
Qué significan realmente los “61 años”
El dato no describe un colapso instantáneo, sino una proyección construida con una serie temporal que arranca en 2005. En ese periodo, hasta 2024, el estudio estima una pérdida cercana al 15 % de la superficie húmeda media, del volumen de agua y de la profundidad, con un detalle que preocupa a los investigadores, más del 13 % de esa pérdida se concentra a partir de 2010.
El profesor Emilio Ramírez Juidias lo resume como un “síntoma evidente” del descenso pluviométrico en la zona, con un peso especial en los últimos 15 años. En otra lectura del mismo trabajo, el equipo subraya que el patrón coincide con “un aumento de las temperaturas y, sobre todo, un descenso acuciante de las precipitaciones”, en un contexto donde también cuenta la presión humana sobre el agua.
Cómo lo midieron desde el espacio
La clave técnica está en cruzar teledetección y tratamiento digital de imágenes con un modelo entrenado para distinguir masas de agua y vegetación usando bandas ópticas del Sentinel 2.
El resultado son mapas actualizados que reflejan presencia y pérdida progresiva de agua superficial, una herramienta que, según la Universidad, puede apoyar decisiones de conservación y trasladarse a otros humedales con problemas similares.
Lo que piden cambiar desde ya
Aquí el estudio deja de ser un diagnóstico y entra en el terreno incómodo de las medidas. Ramírez Juidias plantea como primera acción “drástica” el cierre definitivo de pozos ilegales y el control efectivo del uso del agua.
A partir de ahí propone un cambio de modelo agrícola hacia cultivos de menor demanda hídrica y riegos más eficientes, la restauración de zonas húmedas degradadas mediante reconexión hidrológica y vegetación autóctona, y la reutilización de aguas depuradas para reducir la presión sobre el acuífero.
El mensaje para el lector es directo. La fecha no es una profecía, es un aviso cuantificado que depende de decisiones concretas. Doñana lleva años bajo el foco por su reducción hídrica y por el impacto sobre la fauna asociada a la inundación estacional. La diferencia ahora es que el reloj viene acompañado de una herramienta que permite comprobar, temporada a temporada, si se está corrigiendo el rumbo.




















