Sin que la viéramos venir, tenemos frente a nosotros una sequía repentina. En unas semanas, el calor extremo ha secado la vegetación y ha acabado con la humedad del suelo, multiplicando el riesgo de que se produzcan grandes incendios y de forma simultánea.
Este tipo de sequía aparece de improviso, acaba con todo lo verde y convierte a la vegetación en el combustible perfecto para que la más leve chispa la haga arder con alta intensidad y con una increíble velocidad de propagación.
Ola de calor intensa y falta de prevención en la gestión forestal
Los incendios asolan España a un ritmo tan acelerado que hace casi imposible estar al corriente de la evolución de todos ellos. Hay cerca de una veintena de focos activos, sobre todo en Castilla y León, aunque también en Galicia, Madrid, Cádiz, Toledo o Cáceres, y a estas alturas de agosto ya han ardido unas 60.000 hectáreas, las mismas que en todo 2024 —aunque seguimos lejos de años de récord como 2022 o 2012—.
Detrás de esta concatenación de fuegos, que han obligado a desalojar miles de personas y han causado dos muertos, hay un cúmulo de causas, explican los expertos. Para empezar, la más cercana: una ola de calor intensa y que se alarga en el tiempo —ya lleva 11 días y se podría extender hasta la próxima semana—. «No es el calor de antes, es algo nuevo, y es debido exclusivamente al cambio climático», según el catedrático emérito en Ecología de la Universidad de Castilla-La Mancha José Manuel Moreno.
Estas olas de calor prolongadas favorecen lo que se conoce como una «sequía térmica», o sequía flash, según el término en inglés, apunta por su parte el profesor de Ingeniería Forestal de la Universidad de Lleida y especialista en incendios Víctor Resco de Dios.
La lluviosa primavera generó mucho más combustible
Aunque no estamos en una sequía hidrológica por falta de lluvias, la más conocida, el calor extremo de estos días provoca esta sequía térmica, según la cual se «deseca la vegetación de manera muy rápida». El largo episodio de calor «aumenta la sed de la atmósfera, la fuerza con la que esta chupa el agua que tienen las plantas».
Las sequías térmicas son, según Resco, «particularmente graves desde el punto de vista de incendios después de primaveras muy lluviosas», la segunda causa que explica el fuego, aunque parezca contradictorio. Las lluvias copiosas de este año han hecho crecer considerablemente la cantidad de vegetación, de combustible para los incendios, que al secarse al llegar el calor son «pasto para las llamas, literalmente».
Si a ello se suma el viento y una topografía que favorezca la expansión del fuego, ya está servida «la receta para que ocurra el desastre», tal y como ha explicado Moreno en el Canal 24 Horas.
Los campos abandonados
Hay, además, otro motivo determinante en que los incendios sean cada vez más extensos e intensos: el cambio en el paisaje. Con el abandono del mundo rural que arrancó en los años 60 del pasado siglo, lo que antes eran cultivos o pastos para el ganado —cortafuegos naturales—, ahora han sido tomados por el bosque, generando una continuidad en el combustible para el fuego.
«La despoblación y el abandono de los aprovechamientos y prácticas tradicionales del monte ha dado lugar a nuevos paisajes, más propensos a grandes incendios forestales», señala al Science Media Centre España (SMC) Víctor Fernández-García, investigador en la Universidad de Lausana (Suiza) especializado en ecologismo y pirogeografía.
En ese sentido, no es casual que algunas de las zonas más afectadas por el fuego estén en la zona cero de la despoblación en España: las provincias de Ourense, Zamora y León, en el noroeste peninsular.
Se descartan actos delictivos
Respecto al hecho de que decenas de fuegos hayan ardido de forma simultánea, Resco descarta cualquier tipo de «mano conspiranoica detrás» ni de «terrorismo incendiario», una supuesta red coordinada de pirómanos a la que se refirió el consejero de Medio Ambiente de Castilla y León, Juan Carlos Suárez-Quiñones, a la hora de hablar de los incendios en su comunidad el pasado lunes.
Al contrario, es normal que cuando se dan todas estas condiciones —calor, sequedad, viento—, ardan distintos fuegos simultáneamente, coinciden los expertos. Con este cóctel explosivo, «las igniciones son fortuitas». Y aunque la mayoría son por causas humanas, como la quema de rastrojos, el clareo de pastos o, en menor medida, por pirómanos, «también hay un componente aleatorio», señala Resco.
«De hecho, en muchos de los megaincendios, los más grandes, de más de 5.000 o 10.000 hectáreas, la causa de ignición está en un rayo«, afirma. Aunque el número de igniciones ha disminuido en los últimos años, la simultaneidad ya se ha dado en otras ocasiones, como en la Semana Negra de 1994, cuando ardieron más de 100.000 hectáreas en pocos días, o en 2022.
Los medios de extinción en España
En los últimos días, a medida que ardían cientos de hectáreas, muchos vecinos y también alcaldes, especialmente en Castilla y León, han lamentado la falta de medios de extinción. Pero según explica el profesor de la Universidad de Lleida, «España es uno de los países que tiene más medios para la extinción», con más recursos aéreos por hectárea forestal que California, por ejemplo.
Los megaincendios y especialmente los fuegos de sexta generación, acelerados por el cambio climático con olas de calor mas intensas, son tan potentes que quedan fuera de la capacidad de extinción, por lo que «no tiene sentido seguir apostando por tener más y más medios», apunta.
«La clave está en la gestión del combustible y del paisaje, en tener paisajes que permitan que los incendios se apaguen», señala. En la misma línea, Adrián Regos, investigador en la Misión Biológica de Galicia (MBG—CSIC), relata a SMC que «la solución pasa también por reconocer y recompensar las funciones de protección frente a incendios que ofrecen las actividades agropastorales y ganaderas, más allá de su producción económica directa».
Todos los expertos coinciden en que los incendios seguirán en el futuro, con mayor intensidad por efecto de la crisis climática con olas de calor mas graves y de los cambios de usos en el mundo rural. Por ello, resaltan, la clave es prepararse. «La gente no puede llevarse las manos a la cabeza» cuando llega un incendio, resalta Moreno. «Los gobiernos deben hacer una labor de educación, formación y entrenamiento de las zonas en grave peligro. No podemos ser un país donde la educación ignore la formación sobre desastres».
Mientras, Resco recuerda que los incendios nos han acompañado en los últimos 400 millones de años y lo seguirán haciendo, ahora incluso con mayor intensidad. «La cuestión es cómo queremos que sean esos incendios: pequeños y que no hagan daño, o colosales, que quemen casas y que creen catástrofes todavía mayores. El futuro no está escrito y está en nuestras manos si queremos crear ciudades y paisajes seguros o no», remata.
Dado que, cuanto más calor hace, más capacidad tiene la atmósfera de absorber la humedad y secar el ambiente, los matorrales y la vegetación superficial convirtiéndolas poco menos que en yesca, la previsión sigue siendo la asignatura pendiente de los Ayuntamientos, porque el cambio climático y sus nefastas consecuencias no esperan, arrasan. ECOticias.com