Su origen se remonta a la región de Albany en 2006 y afecta a los murciélagos mientras hibernan. Crece en los oídos, nariz y antebrazos de los animales e interrumpe el proceso de letargo de estos mamíferos, que despiertan antes y pierden sus reservas de grasa.
«Es una de las peores crisis de fauna y flora a la que nos hemos enfrentado», asegura Winifred F. Frick, autor del estudio que publicada la revista «Science». Por el momento, los investigadores no han encontrado una solución a esta enfermedad, aunque los expertos y las comunidades conservacionistas trabajan en ello.
Los murciélagos aportan un gran valor al ecosistema porque basan su alimentación en los insectos, lo que repercute en beneficios directos para el ser humano. En concreto, el murciélago marrón, la especie que más peligra y que era hasta hace poco una de las más comunes en Norteamérica, es capaz de devorar en una noche su propio peso en insectos.
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