En poco más de una década, el desarrollo descontrolado de la industria de pesca al cerco y engorde de atún en el Mediterráneo ha llevado a esta especie al borde del colapso. La pesquería se agota sin que, de momento, la Unión Europea y resto de países implicados hayan actuado para salvarlo.
Hasta la fecha los gobiernos han ignorado las denuncias de pescadores artesanales, científicos, cocineros, comercializadores de pescado, cadenas distribución, numerosas ONG – con WWF a la cabeza – y decenas de miles de ciudadanos.
El desastre en la gestión y control de la pesquería del atún rojo es el ejemplo más ilustrativo de la crisis pesquera global, lo que se ha venido a denominar: “la locura de la pesca”, mostrando una de las tasas de pesca ilegal más elevadas del mundo. Un desastre de índole ambiental, económica y social, en el que no sólo hay implicados buques con banderas de conveniencia o “buques pirata” provenientes de lejanos países. De hecho, los principales responsables son países comunitarios, junto a otros estados ribereños del Mediterráneo, incapaces hasta ahora de controlar unas flotas que pescan ilegalmente para satisfacer la demanda de este producto en el mercado internacional, principalmente, en Japón.