Desde la explosión del Cámbrico hace unos 500 millones de años, la Tierra ha sufrido puntuales extinciones masivas, la última de las cuales parece datarse en el Holoceno, coincidiendo con la aparición del hombre.
Para algunos científicos, el impacto de las actividades humanas sobre el ecosistema aumenta el ritmo de desaparición de especies, y mientras los más pesimistas alegan que la tasa actual creará una gran extinción masiva en menos de cien años, otros aducen que la influencia humana es menor de lo que se piensa y la prueba es que se siguen descubriendo unas tres especies nuevas al año y aún están sin clasificar muchas de las ya descubiertas.
Sea como fuere, nada puede justificar hoy en día la desaparición de ninguna especie debida a causas humanas. Nada compensará su pérdida, porque, además de los valores (“antropológicos”) mencionados -ecológico, económico y científico-, el desequilibrio producido por esa falta sin duda se compensará de forma dificilmente predecible.