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sábado, abril 1, 2023

En busca de las auroras boreales

Luces mágicas, fantasmagóricas y con formas caprichosas en el firmamento. Contemplar las auroras boreales es siempre una experiencia fascinante que permanece en la retina. Y en esta ocasión los científicos se han puesto de acuerdo: 2012 es el mejor año de los últimos cincuenta para disfrutar de este espectáculo grandioso. Una buena opción es verlas en el norte de Noruega desde «el expreso del litoral» que serpentea por la bella costa de este país escandinavo.

Hasta  marzo de 2012 la NASA ha pronosticado que la actividad de las «northern lights» (luces del norte) crecerá hasta el punto que los entendidos denominan el máximo solar. En estas fechas los cielos se cargan más que nunca de magnetismo estallando en un calidoscopio de colores (verde, rosa, blanco, rojo y violeta) cambiantes, que suelen iniciarse como un arco aislado y alargado hasta que estallan en el horizonte en forma de hilos, columnas y rizos.

Se trata, sin duda, de un espectáculo de la naturaleza que a nadie deja indiferente. Pero la paciencia, a veces en grandes dosis, y el buen abrigo, el invierno es muy frío es estas latitudes, son claves para no perderse este prodigioso fenómeno eléctrico. La recompensa no defrauda a nadie sobre todo si se tiene la fortuna de ver las luces «bailando» sobre nuestras cabezas. Por este motivo el viaje en barco resulta ideal ya que combina la comodidad de un medio dotado de la más alta tecnología con la posibilidad de acceder a las zonas más oscuras alejadas de la contaminación lumínica de las ciudades.

El viaje por el mar es la forma más recomendable y más auténtica de llegar a unas tierras donde casi siempre sopla un viento frío que sólo se combate aplicando la «teoría de las cuatro capas» -ropa interior térmica, jersey, forro polar, abrigo de invierno, mono o pantalón cortavientos, guantes, braga, gorro y bufanda- en alguno de los barcos de  Hurtigruten (www.hurtigrutenspain.com), la célebre compañía noruega de viajes de exploración que recorre todo el litoral noruego desde Bergen a Kirkenes, casi ya en la frontera rusa. Tormod Karlsen, capitán de esta flota que lleva casi diez años realizando esta ruta en el «Ms Trollfjord», está convencido de que es el viaje en barco más hermoso del mundo, tal y como reza la publicidad de su empresa: «En muy pocas travesías marítimas se puede saborear una naturaleza tan cambiante como en ésta – asegura el capitán que está al mando de una tripulación de 80 personas-, en un mismo viaje podemos disfrutar paisajes de invierno, primavera y otoño; nadie puede quedar indiferente».

Hoy toda la flota de la compañía Hurtigruten cuenta con cómodos camarotes, salones panorámicos para admirar el grandioso paisaje y jacuzzis exteriores en los que el «remojón» no se puede perdonar a lo largo de un recorrido de 34 paradas que se puede cubrir parcial o completamente. A gusto del consumidor y con una idea que conecta con la que iluminó al capitán Richard With a finales del siglo XIX al concebir este expreso. Aunque With fue tildado de loco por «inducir al naufragio» en este laberinto de fiordos e islas, logró un importante contrato con el gobierno noruego y acabó convirtiendo a estos barcos en un medio vital para el transporte de mercancías y de personas en Noruega.

Si el objetivo es ir en «busca de la luz» de las auroras boreales lo más aconsejable es dedicar todos los esfuerzos posibles en el trayecto que discurre entre las islas Lofoten y Finnmark, la Laponia noruega, pasando por Tromso, la ciudad más grande del norte de Noruega. Pero se puede combinar, sobre todo si el viajero dispone de más días de vacaciones (solo necesitará tres más), con el trayecto inicial más al sur desde Bergen hasta Bodo, el clásico puente para saltar a las islas Lofoten, el auténtico paraíso del skrei que tanto éxito tiene en España como manjar gastronómico.

Bergen, el punto de partida de este viaje, cautiva por su ubicación. Siete colinas y siete fiordos envuelven a la que fuera capital del país hasta 1299 y para disfrutar de este maravilloso paraje se hace indispensable subir hasta la cima del monte Floyen con el funicular (Floibanen). Sólo emplearemos en la ascensión unos siete minutos y bajo nuestra mirada quedará el viejo muelle en Bryggen, el barrio más antiguo y seductor, con sus edificios inclinados con tejados a dos aguas y fachadas de diferentes colores. Aquí se instalaron en la Edad Media los comerciantes de la Liga Hanseática, pero sólo quedan poco más de una decena de casas originales debido a los numerosos incendios que ha sufrido este barrio considerado Patrimonio Mundial de la UNESCO desde 1979.

Alesund, la siguiente parada importante en el recorrido, es famosa por su arquitectura Art Nouveau. Situada en una estrecha península con forma de anzuelo, la ciudad fue reconstruida en 1904 tras un pavoroso incendio que la dejó reducida a cenizas. No hay que perderse el mirador de Kniven, en Aksla, con la una de las panorámicas más bellas de la costa occidental noruega.

Después de abandonar esta antigua base de la flota de pesca de bacalao más grande del país, espera Trondheim, la capital originaria de Noruega. Mil años contemplan a esta ciudad animada y vital -la presencia de sus universitarios se hace notar- que cuenta con una residencia real (Stiftsgarden), considerada como el palacio de madera más grande de Escandinavia. Otro de sus atractivos es la Catedral de Nidaros, punto de peregrinación en estos lares pues se levantó en el lugar de la tumba de San Olav, canonizado tras su muerte en 1030. Su fachada occidental impresiona al estar decorada con estatuas de personajes, bíblicos, obispos y reyes noruegos, aunque todas fueron esculpidas a principios del siglo XX.

Al llegar a la latitud 66º33′ se produce el paso del Círculo Polar Ártico. Bodo, la ciudad más grande de esta región llamada Nordland, propone una excursión muy recomendable en Saltstraumen. En este estrecho que conecta los fiordos Saltenfjord y Skjerstadfjord con el mar se produce una de las corrientes de marea más grandes del mundo. Todo un espectáculo natural con 400 millones de metros cúbicos de agua que fluyen bajo el Puente de Saltstraumen cuatro veces al día. Esta excursión se organiza en zodiac para ver muy de cerca como el agua forma torbellinos con un diámetro de hasta 12 metros.

Desde Bodo saltaremos a las Islas Lofoten, un lugar perfecto para admirar las auroras boreales y para vivir «in situ» como los pescadores actúan en los inmensos bancos de bacalaos que comienzan su viaje migratorio en el Mar de Barents y alcanzan las cotas de este archipiélago para desovar. En este punto las montañas nevadas de más de 1.300 metros emergen el mar en un hermosísimo contraste de color, pero el visitante también puede sorprenderse con otras propuestas: por ejemplo, una cena vikinga en la auténtica casa de un jefe guerrero, la más grande descubierta hasta la fecha (1981), o atravesando el Trollfjord, el más escarpado y estrecho fiordo al que sólo se puede acceder en barco.

La guinda final de esta primera parte del viaje es Tromso. La ciudad más grande de la Noruega septentrional, a 370 kilómetros del Círculo Polar Ártico, es una urbe animada gracias a su condición universitaria. El hecho de que históricamente Tromso fuera el puerto de partida de las expediciones y cacerías en el Ártico ha dado un carácter especial a esta ciudad que presenta un insólito panorama montañoso urbano que disfrutan sus 65.000 habitantes. La ciudad tiene una interesante oferta cultural – el Museo Polar, que dedica buena parte de sus salas a la figura de Roald Amundsen, el explorador noruego que conquistó el Polo Sur, la Catedral Ártica, Polaria (un parque temático donde se puede observar en vivo ejemplares de la única foca barbuda en cautividad, el Museo de Tromso…), pero sus alrededores destacan por su paisaje espectacular donde tampoco faltan las imborrables «luces del norte».

ECOticias.com – ep

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