Un telescopio de la NASA estudia un mundo lejano y se da cuenta de que su atmósfera es una mezcla “imposible” de carbono y helio

Publicado el: 17 de diciembre de 2025
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Recreación de un planeta y un pulsar

El exoplaneta, bautizado como PSR J2322-2650b, tiene forma de limón debido a las fuerzas gravitatorias de un púlsar y posee nubes de hollín que podrían esconder diamantes en su interior

El Telescopio Espacial James Webb (JWST) ha vuelto a romper los esquemas de la astronomía moderna al identificar un exoplaneta con una atmósfera tan extraña que desdibuja la frontera entre los planetas y las estrellas. Este mundo, que según los modelos actuales “no debería existir”, orbita una estrella de neutrones (un púlsar) a una distancia tan corta que las fuerzas de marea lo han deformado hasta darle un aspecto similar al de un limón o un balón de rugby.



El descubrimiento, llevado a cabo por Michael Zhang, investigador de la Universidad de Chicago, se centra en el objeto PSR J2322-2650b según recoge la NASA. Aunque su masa es comparable a la de Júpiter, su composición química no se parece a nada que hayamos visto en nuestro sistema solar. Mientras que los gigantes gaseosos suelen presentar trazas de vapor de agua o metano, el espectro captado por el Webb ha revelado una atmósfera dominada por helio y carbono molecular (C2 y C3), una combinación exótica nunca antes documentada en un planeta.

“Es un tipo de atmósfera planetaria que nadie había visto jamás”, explica Zhang. La sorpresa entre el equipo internacional fue absoluta. Peter Gao, del Laboratorio de la Tierra y los Planetas de Carnegie, recuerda el momento en que recibieron los datos: “Nuestra reacción colectiva fue: ‘¿Qué diablos es esto?’. Es extremadamente diferente de lo que esperábamos”.



Un mundo sin luz estelar y nubes de hollín

El sistema presenta una configuración única. PSR J2322-2650b completa una órbita cada 7,8 horas a poco más de un millón y medio de kilómetros de su anfitrión, un púlsar que emite rayos gamma y partículas de alta energía invisibles para los instrumentos infrarrojos del Webb. Esta “invisibilidad” del púlsar permitió a los científicos estudiar el tenue resplandor del planeta con una precisión sin precedentes.

“Obtenemos un espectro realmente puro porque podemos ver el planeta iluminado por su estrella sin que la luz de esta nos deslumbre”, señala Maya Beleznay, estudiante de posgrado en la Universidad de Stanford. Los datos revelaron la presencia de carbono molecular flotando en la atmósfera junto a nubes de hollín. Los investigadores creen que, bajo esas presiones extremas del interior del planeta, este carbono podría condensarse y dar lugar a la formación de diamantes.

El dilema de la formación planetaria

El descubrimiento de este “planeta de carbono” pone en entredicho las teorías sobre cómo nacen los mundos pues los sistemas conocidos como “viudas negras”, donde un púlsar devora lentamente a su compañero, suelen producir remanentes ricos en helio, pero la física nuclear no explica la creación de carbono puro en este tipo de procesos.

Roger Romani, de la Universidad de Stanford, plantea una hipótesis intrigante: cristales de carbono puro podrían estar flotando hacia la superficie y mezclándose con el helio, pero el mecanismo que mantiene alejados al oxígeno y al nitrógeno sigue siendo un misterio. “Parece descartar todos los mecanismos de formación conocidos”, sentencia Zhang. Este enigma cósmico obliga a la ciencia a reconsiderar los procesos químicos que ocurren en los entornos más extremos del universo.

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