En este día, establecido por la asamblea de las naciones unidas hace más de cuarenta años sobre la necesidad de preservar los recursos naturales en el planeta, AMUS pretende poner el acento en lo nocivo de la inercia social que generan estas conmemoraciones que nos acostumbran a ser solidarios sólo 24 horas al año y por otro, alerta de la delicada situación de determinadas especies faunísticas y de los lugares en las que son atendidas (los centros de recuperación) en unos años en los que en España parece que sólo necesitan ayuda las grandes especies icono.
En España, a pesar de que la conservación de la Naturaleza parezca que lleva con nosotros desde tiempos a, podemos decir que es a partir de finales de los años 70 y comienzos de los 80 cuando la sociedad en su conjunto y los órganos políticos y de decisión de este país digerían pesadamente unas leyes y normativas que descubrían a una España espectacular y poco conocida, se reconocía de una vez un territorio privilegiado de biodiversidad en la vieja Europa: deberes pendientes para redimir una época anterior de despecho y sinrazón hacia la vida salvaje.
Se comenzó bajo la presión de las primeras asociaciones de defensa de la Naturaleza, a concebir aunque tímidamente, que había posibilidad de conjugar Osos y Lobos con ganaderos, Águilas imperiales y Buitres negros con dehesa en plena producción, Quebrantahuesos y turismo, Linces y cazadores, Urogallos y aprovechamientos forestales.
Paralelo a estos cambios determinantes en la forma de entender los recursos, el paisaje y la fauna… el movimiento de conservación despierta por una serie de fenómenos sociales y políticos y da un atronador pistoletazo de salida un conglomerado social sin precedentes en la biografía de las organizaciones de defensa de la Naturaleza. Ongs muy diversas y activas toman el pulso y exigen responsabilidades a un país aún con los coletazos de una política y un ministerio (antiguo ICONA) con poca formación y menos sensibilidad hacia la fragilidad de unas especies y unos hábitats dañados durante largos años.
Se ensamblan los pilares conceptuales y procedimentales, de lo que sería con el paso del tiempo una de las aortas en la estrategia de muchos programas de recuperación y conservación de especies amenazadas en todo el mundo: Los centros de recuperación de fauna.
Los Centros de recuperación van apuntalándose hacia una gran estructura con aristas que iba más allá de las funciones rehabilitadoras con las que vieron la luz. La revolución en la manera de concebir el mantenimiento y la recuperación de especies con distintos grados de amenazas, paralelo y sin descuidar a la recuperación del hábitat, se estaba fraguando. Gradualmente los centros van adquiriendo un gran protagonismo en el escenario de la conservación de la vida salvaje.
Se incorporan estrategias como han sido los programas de reforzamiento poblacional y de reintroducción a través de la cría en cautividad o incluso la traslocación de segundos pollos en especies con problemas en la crianza en el Medio Natural. Medidas por otra parte harto descritas, ensayadas y con magníficos resultados sobre todo en rapaces y felinos en distintas partes del mundo. Ejemplos con logros consumados con especies que han vuelto a colonizar antiguas áreas de distribución o con poblaciones recuperadas y estables son hoy algo más que una realidad.
… Y en todo este escenario comienzan a cambiarse decorados a medida que los 90 se despedían, ya que ve la luz una administración renovada que exige con celo su posición. El debacle genera un cisma entre los centros privados y los públicos. A partir del 2000 se redibuja el escenario de los centros iniciándose un gran proceso de depuración. Paulatinamente centros de recuperación privados o gestionados por Ongs van desapareciendo y otros con modelos de gestión directamente pública son fagocitados por empresas semipúblicas o no. A pesar de esta tónica existen excepciones, Extremadura podría ser un buen ejemplo ya que junto a tener un servicio de recogida especifico con personal cualificado los meses más intensos de avisos, existen dos centros generalistas, uno por provincia siendo uno público y otro privado, además cuenta con un centro de cría especializado en una especie gestionado por una Ong.
Por si no fuese suficiente, la situación de reajustes provocados por la crisis y la inestabilidad política ensombrecen aún más el futuro de no pocos centros. Se están cerrando muchos centros o están sufriendo recortes de presupuestos como para no poder ni adquirir un bote de Isuflorano para anestesiar a los animales. En muchas comunidades ya no se recogen todas las especies aunque estén protegidas ¿qué les decimos a las personas que llaman y que nos ha costado dos décadas convencer para que así lo hiciesen ante el hallazgo de un pollo de avión, mirlo o lechuza? Y eso sin hablar de los fines de semana que no se está absolutamente para nada. Los especímenes silvestres, algunos de ellos de gran valía biológica, languidecen y mueren en algunos centros que por no decir que están cerrados o que no tienen presupuesto se están convirtiendo en “aparcabichos”, en sumideros de una ilimitada ineptitud, dejación de funciones y de una preocupante insensibilidad por parte de unas decisiones políticas que en algunas comunidades autónomas están haciendo historia.
En el otro extremo de la balanza estamos nosotros, las Ongs con centros de una trayectoria de más de veinte años, como resortes de un pasado pero como órdagos renovados con capacidad de adaptación a un modelo de centro proyectado al futuro pero versátil a cambios del momento.
Hoy, sintiéndonos seriamente amenazados como están las especies que tratamos, tenemos que decir que no estamos cansados y por supuesto no vamos a desaparecer…Vamos a seguir reivindicando el derecho a una sociedad plural que participa en la toma de decisiones y en el modo de llevarlas a la práctica, vamos a demostrar más el valor de nuestro trabajo y la cualificación de nuestras acciones y de nuestros profesionales y del modelo de centro de recuperación que defendemos que evidentemente no sale a concurso anualmente y en el que el personal laboral son profesionales en equipos estables en el tiempo… un centro de recuperación no es una feria por la que todo el mundo diga que ha pasado aunque sea para ver los cohetes…
Futuro incierto para muchas cosas pero también para la conservación de la Naturaleza y por ende para un tejido asociativo que supo tomar el pulso a la sociedad involucrándola en su labor pero que desaparece. Este último año ha sido lapidario para incontables ongs y proyectos de conservación que han expirado tras una prolongada agonía por falta de recursos.
Enorme y exigente reto se nos presenta a todos que nos obliga entre otros; a reflexionar, a resituarnos, a cambiar formas de concebir las cosas, a saber aún más en trabajar en alianza con administraciones, otras ongs (las que queden) o entidades privadas y por supuesto a exigir depuración de responsabilidades en un escenario que evidencia no ya las fisuras sino las tremendas gritas de un sistema con metástasis en responsabilidades ambientales.