El Parque Nacional Marítimo-Terrestre de las Islas Atlánticas de Galicia, compuesto por los archipiélagos de Cíes, Ons, Sálvora y Cortegada, cuenta con más de 8500 hectáreas, de las que el 86 % corresponden a entorno marino protegido bajo convenciones como Ramsar y OSPAR.
Una joya natural que acoge densas colonias de aves marinas nidificantes junto con especies migratorias como el alcatraz europeo, el cormorán grande o el charrán patinegro. Precisamente, gracias a una campaña de voluntariado ecologista se ha podido comprobar in situ el estrés que viven estas aves marinas debido a las actividades y la mano del hombre en la zona.
¿Qué le sucede a las aves marinas del Parque Nacional Marítimo-Terrestre de las Islas Atlánticas?
Por octavo año consecutivo, ecologistas han desarrollado una campaña de voluntariado en el Parque Nacional Marítimo-Terrestre de las Islas Atlánticas, en Galicia. La iniciativa, enmarcada en el Plan de Sensibilización y Voluntariado Ambiental del Organismo Autónomo Parques Nacionales (OAPN), ha contado con la participación de veinte personas voluntarias procedentes de dieciséis localidades y seis comunidades autónoma.
La iniciativa, en colaboración con el Parque Nacional, se centró en el seguimiento de la presencia de aves y embarcaciones, así como en el registro de las interacciones entre las actividades humanas en el mar y las poblaciones de aves marinas, coincidiendo con la época de mayor afluencia de visitantes al parque nacional. Durante 50 días, desde el 4 de julio hasta el 7 de septiembre, las personas voluntarias de la organización trabajaron en turnos de diez días, tras recibir formación específica para la correcta toma de datos y aplicando criterios de selección de perfiles.
El equipo experto de la organización analizará después la información recogida para elaborar recomendaciones de gestión basadas en criterios técnicos y científicos. La continuidad en la recogida de datos a lo largo de los años ha permitido identificar zonas especialmente sensibles y problemas concretos para la conservación de las aves marinas. Entre ellos, la proliferación de motos acuáticas y embarcaciones rápidas o la práctica del abalo, una técnica de pesca que consiste en movilizar a los peces con ruido o con luces para aumentar su capturabilidad y puede poner en riesgo a las aves marinas por pesca accidental.
En esta edición se han registrado un total de 2031 observaciones, de las cuales alrededor de 210 reflejan interacciones negativas para las aves marinas. Por el momento, se trata de datos preliminares que se estudiarán en detalle en las próximas semanas para elaborar el informe final. Estos datos, más allá de su valor, permiten evaluar la idoneidad de futuras medidas de protección en zonas sensibles del parque, que esperan se puedan poner en marcha próximamente.
La presión del turismo, como queda patente en esta campaña de observación y toma de datos, también añade tensión al ecosistema. En conjunto, pese a su condición de refugio natural, el parque afronta una encrucijada: las aves marinas quedan confinadas por amenazas múltiples, desde depredadores introducidos hasta desequilibrios en su éxito reproductivo y presión humana directa. ECOticias.com