Muchas personas tendrán claro que no quieren tener hijos, pero otras pensarán que no pueden por temas de tiempo o economía o que les resulta imposible conciliar el trabajo con la obligaciones de ser padres, así que prefieren una animal de compañía.
Lo cierto es que es complicado encajar o adaptar nuestra vida para criar a un bebé. Hay una serie de factores económicos, laborales y sociales, que están influyendo en esta decisión tan importante, por lo que en muchas ocasiones se pospone la llegada de un hijo y mientras se disfruta de un animal de compañía, preferiblemente un perro o un gato.
España es el segundo país de la Unión Europea y el octavo del mundo con la media de hijos por mujer más baja y, aunque cada vez hay más movimiento y medidas que ayudan a conciliar, sigue siendo más sencillo tener un animal doméstico, ir a trabajar y que se quede en casa, que hacerlo con un hijo.
¿Por qué tener animales de compañía?
En muchos países la cantidad de perros supera al número de niños. La profesora Enikő Kubinyi, directora del departamento de Etología de la Universidad Eötvös Loránd (Hungría), investiga los factores que pueden provocar esta supuesta inclinación de las personas por tener un perro antes que un hijo.
El vínculo emocional con los canes cada vez es más estrecho internacionalmente. Muchas personas defienden que estos animales de compañía están al mismo nivel que el resto de los miembros de la familia, e incluso que sus lazos son superiores a los que establecen con otras personas.
Kubinyi señala lo siguiente: “Las familias con hijos tienen más probabilidades de tener perros, y algunas parejas ven a su animal de compañía como un ‘hijo de práctica’, un paso preparatorio hacia la formación de una familia. Las mujeres también tienden a encontrar a los hombres con perros más atractivos, lo que podría aumentar las posibilidades de la paternidad”.
Es decir, tener un perro no reemplaza la crianza, sino que la complementa e incluso puede aumentar las tasas de natalidad. “El número de niños no está disminuyendo porque el número de perros aumente, pero ambas realidades tienen una tendencia común: la transformación de las redes sociales”, argumenta la profesora.
Perros leales y fieles
Los perros pueden suplir la ausencia de vínculos estables gracias al apoyo emocional que proporcionan, lo que hace que sean considerados miembros de la familia. En este sentido Enikő sostiene: “Necesitamos fortalecer los sistemas de apoyo social basados en la familia y reducir el aislamiento social. Tener un perro es algo maravilloso cuando conecta a las personas en lugar de aislarlas”.
Estos animales pueden facilitar las interacciones humanas actuando como un ‘pegamento social’ El hecho de caminar con el perro aumenta las oportunidades de relacionarse con otras personas y que se creen nuevos vínculos. Así pues, se establecen nuevas redes sociales entre los dueños.
La limitación de este fenómeno es el comportamiento del perro ya que, si es complicado por agresividad o ladridos excesivos, el dueño no puede establecer dichos lazos.
Fuente de apoyo emocional
Las relaciones humanas dañadas o ausentes y el apoyo emocional que ofrecen los perros han dirigido la necesidad humana del cuidado hacia estos animales. Kubinyi defiende esta premisa: “El cambio en el papel de la tenencia de perros sugiere que las personas en las sociedades occidentales experimentan una notable falta de cuidado y apoyo social, y tratan de compensar esto, al menos en parte, con perros y probablemente también gatos”, defiende la profesora.
“Por ejemplo, casi el 90 % de los adultos húngaros no pasan ni una hora a la semana cuidando a niños pequeños, a pesar de que los humanos evolucionaron para participar en lo que se conoce como crianza cooperativa. En las sociedades modernas, estas redes de apoyo se han desmoronado”, apunta.
“Por eso muchas personas sienten que carecen de apoyo para criar a los hijos o que no tienen a nadie a quien cuidar. Otros han experimentado dolor emocional en las relaciones humanas, y los perros les proporcionan consuelo y amor incondicional. Los dueños se refieren cada vez más a sí mismos como ‘mamá’ o ‘papá’ de su perro”, concluye Enikő.
















