El desperdicio alimentario es uno de los desafíos más urgentes e importantes a los que enfrenta la humanidad en la actualidad para evitar esas toneladas de alimentos que se pierden y se tiran en diferentes etapas de la cadena de producción y consumo, desde la agricultura hasta el hogar.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), aproximadamente un tercio de toda la comida producida en el mundo se desperdicia, lo que equivale a unos 1.300 millones de toneladas anuales. Este desperdicio (que en España el año pasado se ceñía sobre todo a frutas y verduras) no solo representa una pérdida económica significativa, sino que también tiene graves consecuencias ambientales y sociales.
Los alimentos que más se tiran en España: la realidad del desperdicio alimentario
Cada segundo que pasa, toneladas de comida se tiran en todo el mundo. Pero en España, por primera vez en años, la tendencia se revierte. En 2024, más de 51 millones de kilos o litros de alimentos no acabaron en la basura. Un 4,4% menos respecto a 2023. Así lo refleja el informe anual sobre desperdicio alimentario publicado este viernes por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. En total, se registró un desperdicio de 1.125 millones de kilos o litros, lo que supone una reducción acumulada de casi un 20% desde 2020.
El desperdicio per cápita se situó en 24,38 kilos o litros por persona, cifra que consolida una evolución positiva sostenida. «Esta tendencia a la baja se mantiene en el tiempo, y es un signo de que las políticas públicas, la concienciación social y los nuevos hábitos están dando resultados», ha afirmado el ministro Luis Planas. La tasa global de desperdicio bajó al 3,7% del total de alimentos y bebidas adquiridos, lo que significa que de cada 100 kilos o litros comprados, solo 3,7 acabaron desechados.
Según Planas, esta mejora es fruto de múltiples factores: la mayor valoración de los alimentos, la expansión del teletrabajo —que ha promovido el uso del táper y la cocina casera fuera del hogar—, una creciente conciencia medioambiental, y una planificación más eficiente tanto de las compras como de las raciones. “La sociedad está interiorizando el valor de no tirar comida, y eso se nota en los datos”, señalado.
A pesar de que los hogares siguen siendo el principal foco del desperdicio, concentrando el 97,5% del total (1.097 millones de kilos o litros), en 2024 tiraron 48,9 millones menos que el año anterior y un 19,5% menos que en 2020, alcanzando la cifra más baja desde que existen registros, en 2016. Dentro del ámbito doméstico, el 77,6% del desperdicio corresponde a productos sin utilizar —principalmente frutas (32,4%) y verduras u hortalizas (13,8%)—, mientras que el 22,4% son recetas elaboradas (ensaladas o platos con legumbres).
Se reduce el desperdicio alimentario en el sector hostelero
En el ámbito de la restauración y el consumo fuera del hogar, también se registró una disminución significativa. En 2024 se desperdiciaron 28,03 millones de kilos o litros, un 8,8% menos que el año anterior, lo que representa apenas el 2,5% del total nacional y la cifra más baja desde que se recogen datos. El desperdicio per cápita en este sector bajó casi 100 gramos, y el porcentaje de personas que reconocen haber tirado comida fuera de casa se mantuvo en el 43,8%, muy similar al 43,2% de 2023.
En cuanto al tipo de productos, los alimentos representan el 54,5%, las bebidas el 43,4% y los aperitivos el 2,1% del desperdicio fuera del hogar. Según Planas, la nueva ley contra el desperdicio alimentario ha jugado un papel clave: «Permite a las empresas donar excedentes con seguridad jurídica, reduce costes, y fomenta prácticas responsables como el uso de envases reutilizables o la formación sobre etiquetado».
La norma obliga a todos los agentes de la cadena alimentaria —desde productores y distribuidores hasta supermercados y establecimientos de hostelería— a implementar un plan de prevención para identificar y reducir los puntos críticos donde se genera desperdicio. Además, prioriza la donación y el uso social de los alimentos excedentes, antes que su eliminación. Para aquellos que la incumplan hay sanciones de hasta 500.000 euros en casos de destrucción intencionada de productos aptos para el consumo.
Aunque la aprobación de esta ley enfrentó varios obstáculos, incluyendo cambios políticos y falta de consenso en aspectos técnicos clave, finalmente fue aprobada este año después de un largo proceso de tramitación parlamentaria y debate público. No obstante, Planas ha reconocido que aún quedan retos importantes, como reducir el desperdicio de recetas vegetales, dar valor a los alimentos maduros y seguir promoviendo la sensibilización ciudadana.
En definitiva, el problema del desperdicio alimentario requiere una acción coordinada que involucre a gobiernos, empresas y consumidores. Reducir esos porcentajes de comida que va a la basura no solo beneficia al medio ambiente y a la economía, sino que también puede ayudar a crear un mundo más justo y sostenible para todos. ECOticias.com