«Varios estudios realizados en jóvenes de edades comprendidas entre los 20 y los 30 años concluyen que un 16% de los jóvenes presenta deficiencias auditivas muy graves, un 33% presenta deficiencias auditivas graves, y el resto, un 51%, alteraciones suficientemente indicativas como para actuar decididamente sobre el fenómeno», señaló Banús. El coordinador del Área de Salud Pública y Consumo aseguró que «el problema de la contaminación acústica nunca se solucionará mientras estas medidas se sigan haciendo con indicadores que lo primero que hacen es despreciar las frecuencias donde justamente hay más nivel de ruido, adoptando así la conocida técnica del avestruz». Pero «tampoco se evalúa correctamente con los elevados grados de integración temporal que permite la ley», añadió.
Según los estudios, la exposición ocasional a ruidos de diversas frecuencias y de alta intensidad (95-100 dB), como la música en las discotecas, produce lo que se denomina fatiga auditiva. Las consecuencias son una pérdida temporal de la capacidad auditiva que se recupera en un tiempo directamente proporcional al tiempo de exposición. Banús también insistió en que «un ambiente ruidoso dificulta la comunicación interpersonal oral. El individuo se manifiesta más nervioso y más agresivo, presenta signos de fatiga y de labilidad emocional». Además, advierte que «el ruido de fondo dificulta la capacidad de concentración y el aprendizaje», y avisa de que «en el trabajo aumenta el riesgo de cometer errores y la accidentalidad».
Por estos motivos, Banús propuso una serie de medidas preventivas que habría que adoptar como son «el aislamiento de las fuentes de ruido en los lugares de trabajo y la protección de las personas, por un lado, con la utilización de cascos, auriculares o tapones y, por otro, construyendo los puestos de trabajo y las viviendas con materiales aislantes y utilizando elementos decorativos como alfombras y cortinajes como amortiguadores del ruido». También sería necesario, según el coordinador del Área, «elaborar normas a nivel estatal, nacional y de los ayuntamientos» y, sobre todo, «incidir en la educación como medida más efectiva para evitar los ruidos innecesarios haciendo uso del silencio y los volúmenes bajos en nuestras actividades diarias».
