Pero, además del cambio climático, evidenciado por el incremento de las temperaturas y
la disminución de las precipitaciones, se presenta el fenómeno de la desertificación
provocada por la variación del clima y por los cambios de usos y la sobreexplotación
del suelo (por la agricultura, la artificialización y la extracción de recursos), a lo que se
une la aceleración de la pérdida de biodiversidad de especies y ecosistemas. A esto
habría que añadir el fenómeno de la globalización económica y tecnológica del actual
“turbocapitalismo” que, además de la presión del aumento de la población mundial, se
convierte en una macrofuerza motriz del cambio, en tanto que facilita el transporte y las
comunicaciones con un enorme impacto ambiental y social.
Y la respuesta estratégica ante este reto sin precedentes, desde el ámbito local al global,
se encuadra en el nuevo marco estratégico definido como desarrollo sostenible. Un
nuevo marco de referencia, un nuevo paradigma- el paradigma sostenibilista- que
plantea una nueva cosmovisión y un espacio común para entender los problemas y
encontrar soluciones compartidas. De esta manera podemos formular estrategias y
definir un nuevo estilo de desarrollo ecoeficiente, con un sentido de perdurabilidad a
largo plazo y de corresponsabilidad entre las generaciones actuales y las generaciones
venideras.
Es necesario hablar de cambio global, y no sólo del cambio climático, que es quizá el
fenómeno más visible, conjuntamente con otros fenómenos globales como la pérdida de
biodiversidad, la desertificación y el uso del suelo, que presentan dinámicas
interrelacionadas y que se retroalimentan continuamente. España es mucho más
vulnerable al conjunto del cambio global y a las dinámicas interdependientes de los
procesos interrelacionados Además, en España tenemos la mayor riqueza biológica del
continente europeo, tanto por ser el país de transición del continente europeo al
continente africano, como por tener las Islas Canarias. Somos el país más rico del
continente europeo biológicamente hablando, y en cualquier caso, perdemos
biodiversidad y capital natural de una forma acelerada.
De aquí la importancia de abordar con otros enfoques el valor del capital natural y la
nueva economía de la biodiversidad reconsiderando el sistema económico como un
subsistema que vive dentro del ecosistema global, reconociendo, asimismo que la
economía es dependiente del medio ambiente, que el crecimiento indefinido es
imposible en un sistema que no puede sobrepasar los límites marcados por la biosfera.
Es un sistema que evoluciona, que no crece, que tiene límites, la economía tiene que
aprender a integrarse en las leyes de la naturaleza y las leyes de la termodinámica, que
están por encima de las leyes del mercado.
¿Vale más, pues, el capital natural?. Vale más el capital natural frente a otras formas de
capital porque tiene características superiores frente al capital artificial, y además
porque los bienes y los servicios ecosistémicos son indispensables para el bienestar
humano, ya que proporcionan servicios de mantenimiento, de aprovisionamiento, de
regulación, culturales, que afectan al en términos de salud, de relaciones personales,
incluso de libertad de acción y de elección.
Y ante la actual situación de “eco-crisis”, económica y ecológica, (sistémica y
civilzatoria) la nueva respuesta est6ratégica es más sostenibilidad para el progreso de
las sociedades, propiciando un cambio del “metabolismo” de la economía real acorde
con la capacidad de carga de los ecosistemas y nuevos valores éticos.
Es la hora de la “refundación ecológica” de la economía en clave de sostenibilidad
integral.
LUIS M. JIMÉNEZ HERRERO