Los retos son significativos y medir el valor no-financiero es vital. Si no es posible medirlo, no es posible administrarlo. Por consiguiente, no es posible cuantificar su contribución al negocio y resulta difícil justificar el tiempo, los costos que se asignan a mitigar riesgos ambientales y a financiar campañas extensivas de divulgación financiera, entre otros aspectos.
¿El no poder medir el valor no-financiero entonces justificaría la falta de acción? Me inclino a decir que no. No, por la magnitud del potencial impacto en la sociedad. Se trata por el contrario de buscar nuevos enfoques y metodologías que permitan una medición más completa del valor de la actividad financiera en sus diversas dimensiones: financiera, social, ambiental y económica.
Quienes tomen la iniciativa, sean innovadores y asuman el riesgo de participar en hacer banca sustentable, serán líderes del cambio. El valor económico y social, generado por su determinación, les significará ventajas competitivas que los situarán en una posición ventajosa en el marco de la globalización.
Sobra decir, además, que tal posición los fortalecería en su relación con la sociedad; y con ello como interlocutores ante el Estado. Se afianzaría así su capacidad de influir en el diseño e implementación de las políticas públicas que afectan su ámbito de acción. Su legitimidad se consolidaría; y su conocimiento del bien público crecería. Dicho conocimiento permitiría posicionar el negocio y generaría una retroalimentación para generar valor en el largo plazo.
La creación de condiciones que provean de valor a la sociedad de hoy y de mañana, es clave para la competitividad en el largo plazo. De ahí la importancia de enfrentar los retos planteados para expandir el cálculo de sostenibilidad del negocio más allá de los aspectos financieros. Identificar lo que afecte positiva o negativamente nuestro trabajo, es clave para la consolidación de nuestro éxito.
http://blogs.iadb.org/ – Daniela Carrera-Marquis