La respuesta es simple: la mayoría de las empresas no tienen una manera adecuada de medir la innovación, por tanto, en innumerables ocasiones consideran un fracaso algo que está en camino de ser un éxito y viceversa.
¿Qué pasaría si en el mundo de hoy, un director ejecutivo de una empresa importante declarara públicamente que está en contra de la innovación y decidiera no hacer inversiones en este ámbito? Probablemente sería despedido de inmediato, mientras la compañía se va directo a la bancarrota.
Por no mencionar, que su caso sería mencionado durante décadas como un ejemplo de miopía de negocios o en términos más mundanos, de tonto rematado. ¿Por qué? Porque estar en contra de la innovación es más o menos lo mismo, que admitir que una organización no necesita progresar o adaptarse a los tiempos.
Innovar es básico
Pero si la necesidad de innovación es algo tan evidente, ¿cómo explicar que tan pocas empresas están satisfechas con sus resultados? Muchos piensan que la innovación concentra tanta atención que el éxito debería ser casi inevitable.
Pero la realidad es que existen muchos factores que contribuyen a obtener tan pobres resultados: las empresas carecen de compromiso y recortan en innovación en tiempos difíciles, la rutina mata a la innovación, las organizaciones no saben cómo innovar en las áreas adecuadas y un largo etc. Sin embargo, el núcleo del problema es más común: la mayoría de las empresas no tienen una manera adecuada de medir la innovación.
Un argumento contra las métricas es la existencia de una supuesta incompatibilidad entre creatividad y disciplina, la idea de que las reglas y los procesos sofocan a la innovación. Y, de hecho, muchas empresas tienen procesos que matan todas las oportunidades. Son aquellas que se entusiasman con las innovaciones y al menor tropiezo, las descartan.
Para poder saber si el camino innovador que ha tomado una empresa es el correcto y tener una idea de qué tanto se está avanzando en este ámbito, es imprescindible contar con herramientas fáciles de aplicar que permitan medir el avance y los resultados de la innovación.
Cómo medir la innovación
Sin dudas es posible contar con un conjunto bien diseñado de métricas de innovación, que dejen espacio para la experimentación y utilicen esta visibilidad adicional sobre ideas y resultados, para promover la creatividad y no para acabar con ella.
Si se hace correctamente, la aplicación de estas métricas se convierte en algo así como sensores en una línea de producción, que evalúan los diferentes aspectos del proceso y dan ideas sobre los cambios necesarios para obtener mejores resultados.
Grupos de métricas
Recursos e ideas: con esta herramienta se miden los medios que se usan para innovar. Algunos de ellos, como el dinero, la gente y el tiempo, son internos y fácilmente controlables, pero otros serán externos, como socios de innovación abierta.
Medios como el dinero será fácil de cuantificar, pero otros, como la calidad de las ideas, no tanto. Una imagen completa y global de los recursos que se tienen ayuda a las empresas a identificar oportunidades para innovar de manera más efectiva.
Balance de Cartera: los proyectos de innovación deben ser tratados como una cartera de inversiones. Un inversor financiero puede tener una cantidad importante de acciones, de obligaciones y de opciones.
Una cartera de innovación puede (y en muchos casos, debe) tener proyectos incrementales y disruptivos, otros centrados en estrategia e inversiones oportunistas, innovaciones basadas en una determinada apuesta tecnológica, proyectos presentes y futuros, etc. Estas pautas son las que definen a una gran cartera de innovación.
Eficiencia del proceso: ¿Qué tan ágil es su proceso? La innovación puede requerir mucha o poca inversión, pero un proceso bien diseñado reducirá algunos riesgos y obviamente la cantidad de dinero que se debe invertir.
Una buena investigación de marketing, pilotos y prototipos serán capaces de hacer que el proceso resulte eficiente. Las pruebas que se crean y se utilizan para medir avances deben ser capaces de filtrar adecuadamente los conceptos.
Debería ser innecesario decirlo, pero hay que recordar que el tiempo invertido desde que se comienza a innovar hasta que el producto llega al mercado, es fundamental para que la innovación tenga ventajas competitivas.
Resultados tangibles: Es importante establecer metas para la innovación. Las empresas necesitan tener un porcentaje de sus ingresos provenientes de nuevas ideas. Pero en lugar de simplemente crear un número de la nada, deben ser considerados los diferentes horizontes temporales.
Si estas metas no se planifican y cuantifican, las empresas suelen encontrarse con que acaban por matar grandes ideas, porque no obtienen de ellas victorias rápidas o tienen una estrategia de innovación que no muestra resultados comercializables.
Reflexión final
No hay dudas de que es imposible lograr que las ideas por sí mismas se transformen casi mágicamente en un éxito, sino que, como todo, la innovación requiere un proceso. Pero es en vano invertir dinero, tener talentos que se devanen los sesos y una política orientada a la innovación, si no se mide con rigurosidad y método todo el proceso.