Las predicciones son difíciles de concretar, porque el cambio climático no es un factor aislado y habrá que ver los resultados de su interrelación con los cambios de usos del suelo o la cantidad de CO2 que puedan absorber las plantas, por ejemplo. No hay que tomarlas, pues, al pie de la letra, pero sí como la tendencia que se augura para las próximas décadas. Y lo que dicen para nuestro país es, como mínimo, preocupante. Toda el área mediterránea será una de las más sensibles a las modificaciones climáticas, con una disminución de lluvias y un aumento de la temperatura que comportarán un mayor grado de aridez. Y en las zonas de montaña se notará de forma muy directa.
Unos bosques diferentes
La composición de los bosques cambiará, porque las condiciones de vida que tienen ahora no serán las mismas. La mayor parte de nuestras especies forestales actuales tendrán menos posibilidades de supervivencia, y otros se extenderán y ocuparán su lugar. Esto es lo que dice un estudio realizado sobre sesenta especies forestales de toda la península ibérica, en el que ha participado el investigador del CREAF y catedrático de ecología de la UAB Francisco Lloret.
Los resultados se pueden ver en una serie de mapas de previsión aproximada de distribución de las especies. Así, el pino rojo podría reducirse drásticamente, mientras que el pino blanco tendería a aumentar en el conjunto de Cataluña. En general, las variedades de tipo euro-siberiano disminuirán, porque las condiciones serán demasiado cálidas y secas, y crecerán las leñosas y los matorrales más mediterráneos. Las que ahora ocupan las partes más altas de las montañas serán las primeras candidatas a desaparecer, y el cambio climático hará subir la altura de la distribución de especies vegetales. En el Montseny, por ejemplo, ya hay constancia de que el haya está creciendo más arriba de donde solía hacerlo.
Evidentemente, la distribución no cambiará de un día para otro, pero puede ser lo suficientemente rápida para que algunas especies no tengan tiempo suficiente para hacer la adaptación necesaria y desaparezcan del territorio. Y los episodios climáticos extremos, como las sequías prolongadas, pueden provocar la muerte masiva de plantas y acelerar el proceso. En esta situación, por otra parte, los Pirineos pueden convertirse en un refugio de biodiversidad para las plantas que ya no puedan sobrevivir a alturas más bajas.
En todo esto, pero, también intervienen otros factores, como la gestión forestal que puede favorecer o poner trabas a ciertas especies, la presencia de parásitos o las perturbaciones graves como los incendios forestales, que con el nuevo panorama climático podrían tener lugar a alturas más elevadas.
El uso del suelo, otro factor clave
El aspecto futuro de las montañas no depende sólo del cambio climático, sino también los usos del suelo. Y aquí el pasto juega un papel fundamental. En la Universidad de Lleida, el equipo de la profesora Maria Teresa Sebastià estudia el comportamiento de especies vegetales cuando cambian las condiciones climáticas mediante el trasplante desde los dos mil metros de altura en la plana de Lleida. El resultado observado es que en poco tiempo disminuye la diversidad, y algunas especies originalmente minoritarias se apropian de buena parte del suelo. La extrapolación hace pensar que eso es lo que puede pasar cuando aumenten las temperaturas: disminuirán las gramíneas (es decir, el forraje), y lo que crezca será de calidad más baja.
A eso hay que sumar que últimamente se están sustituyendo los rebaños de ovejas por las vacas, que necesitan menos dedicación. Las ovejas seleccionan qué plantas comen, por lo que facilitan la conservación de las especies que descartan, entre ellas algunas de endémicas pirenaicas. Las vacas, por el contrario, son menos selectivas. Todo ello hace temer que la biodiversidad de estos espacios corre un alto riesgo.
Con las mariposas ya se ve claro
Las mariposas diurnas están consideradas como bioindicadores, porque la complejidad de su ciclo biológico las hace especialmente sensibles a las alteraciones del hábitat. Además, existe un censo eficiente, lo que permite contar con datos fiables del pasado y presente, como las del Catalan Butterfly Monitoring Scheme, que coordina Constantí Stefanescu y recoge información de Cataluña, Andorra y Baleares.
La previsión es que la diversidad de especies de mariposas caerá en picado en los próximos años como consecuencia de la aridez. Y ahora ya hay evidencias empíricas de cambios en su comportamiento, sobre todo en cuanto a la aparición cada vez más avanzada en el año. Esto puede comportar una pérdida de sincronía entre los diversos eslabones de la cadena trófica, con efectos que se multiplicarían si, por ejemplo, las orugas aparecieran antes de tiempo y no pudieran servir de alimento para las crías de los pájaros, o si los insectos polinizadores no coinciden con la floración.
El cambio de temperaturas también conlleva un nuevo mapa de distribución. Así, algunas especies que desaparecen del Montseny se pueden encontrar en el centro de Europa, o pasan a vivir a cotas más altas de la montaña. Y las especies africanas, que en algunos casos llegan de manera repentina coincidiendo con las entradas de aires desde el Sahara, cada vez encuentran condiciones más propicias para sobrevivir.
La difícil supervivencia de algunas aves
Como efecto directo de la aparición avanzada de las orugas, ya hay datos que muestran el riesgo de supervivencia de los nuevos pollos de algunas especies de aves. Será necesario que se adapten al nuevo calendario, pero el ajuste no es sencillo. Según el investigador del Centro Tecnológico Forestal de Cataluña (CTFC), Lluís Brotons, muchas especies migratorias ya llegan antes, y también se van antes. Y las condiciones que encontrarán irán cambiando tal y como evolucionen las zonas forestales.
Con todo ello, se espera la disminución de especies acuáticas y de bosque, y un aumento de las de zonas abiertas y de especies tropicales. De hecho, en los últimos años se han detectado algunas aves africanas en el sur de España.
‘Tropicalización’ también en el fondo marino
Al igual que ocurre con las mariposas y los pájaros, un efecto del cambio climático es la ‘tropicalización’ progresiva del mar: hay un número creciente de especies invasoras, la mayoría provenientes de mares más cálidas que hasta ahora no conseguían sobrevivir aquí. Algunas de ellas han llegado, por ejemplo, a través del canal de Suez, y los hay que ya han conseguido de instalación hasta alrededor de las islas Baleares, para que en otoño e invierno las temperaturas no bajan tanto como antes. Otro dato ya contrastada: los pescadores de sardinas cada vez encuentran más alacha y menos espadín. También el mero se reproduce ahora más cerca, cuando hace sólo unos años lo hacía en la zona de Marruecos.
Por ahora la información disponible sobre los efectos del cambio climático en el mar es escasa, según las explicaciones del catedrático de ecología de la Universidad de Barcelona Joandomènec Ros. Pero los pocos datos recogidos muestran que la temperatura superficial de esta zona del Mediterráneo ha aumentado en el último cuarto de siglo, así como a 80 metros de profundidad. Más allá, pues, de las posibles consecuencias de una modificación de las corrientes globales y de la fusión de los casquetes polares, los peligros se detectan también aquí mismo. La diferencia de temperatura puede modificar la distribución de especies marinas, la demografía y la distribución sexual, y las proporciones de alimentos y depredadores. Podría, además, favorecer la aparición de enfermedades y proliferaciones tóxicas. Y todo ello repercute directamente en la biodiversidad. De hecho, ya lo está haciendo.
Anna Boluda – www.sostenible.cat


















