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domingo, junio 4, 2023

Objetivo: marcador de CO2 a cero

No emitir CO2 a la atmósfera cuando desarrollas una actividad económica es una utopía, algo imposible y una batalla perdida. Ahora bien, minimizar al máximo esas emisiones y compensar las que produce la empresa conlleva que el marcador se quede a cero, o lo que es lo mismo que la actividad económica sea neutra en emisiones de CO2. Para lograrlo hace falta que todo el proyecto empresarial sea concebido desde ese punto de vista y eso es lo que han hecho Kepa Larumbe y Jesús Macías. Entre manos tienen una bodega, Aroa, que ubicada entre Grocin y Zurucuáin, se inaugurará el día 25. Aroa posee 20 hectáreas de viñas que plantaron en 1998 y de las que salen cada año 120.000 botellas de su vino ecológico, que hasta ahora han producido en las instalaciones de Bodegas Lezáun.

Para lograr que la cantidad de CO2 emitida a la atmósfera sea la más baja posible, son muchas las premisas con las que trabajan en Aroa, pero Jesús Macías pone el énfasis en tres. «Nuestra agricultura es ecológica porque es tradicional. Es decir, nos basamos en los parámetros de la agricultura tradicional, que son pequeñas superficies de viñedos, baja producción y mano de obra intensiva. Ésa es nuestra filosofía y con ella la incidencia que producimos en el medio ambiente es mínima», explica. Macías añade que esta manera de trabajar no es nada nuevo y que en ello reside el secreto. «Es la forma en la que se ha estado produciendo en el valle de Yerri desde hace siglos», explica. Macías señala que cuando comenzaron con este proyecto tanto él como Larumbe tenían claro que querían mantener la personalidad de los caldos del valle. «Hacemos los vinos que el clima y la tierra dan de sí. Aquí durante siglos se han hecho vinos buenos así que vimos que no había que innovar. Teníamos buena materia prima y la agricultura ecológica era el medio para obtener la materia de calidad. Así que no hace falta trabajar con química. Hacemos los vinos que la tierra y el clima dan de sí», explica y recuerda que a lo que se dedicaron inicialmente fue a aprender los ciclos vegetativos naturales.

El edificio

La construcción de la bodega, que tiene 1.500 m2, se ha diseñado de forma que trata de optimizar al máximo los recursos naturales y de hecho, el diseño del edificio, se basa en los mismos conceptos con los que antaño se construían en el valle los guardaviñas. «Eran construcciones de piedra en las que la parte superior estaba cubierta de vegetación y la zona inferior se edificaba semienterrada para mantener las temperaturas. Debido a la orientación Norte-Sur se consigue la mayor cantidad de luz natural sin incidencia directa del sol. El 100% de la zona de producción de la bodega está bajo cota de terreno y es el 80% de la construcción. Esto se debe a los mismos motivos por los que una parte de los guardaviñas estaban enterrados», explica Macías. La zona aérea de la bodega es la que corresponde a restauración y oficinas.

Por supuesto, los recursos energéticos que utilizan en esta bodega son energías renovables. «Estudiamos varias posibilidades y al final por ecología y también por economía, porque esto se trata de llegar a un equilibrio, hemos escogido la biomasa», señala Macías que explica que al ser una actividad intensiva, centrada sobre todo en los meses de otoño, necesitaban una fuente de energía a demanda. «Con la biomasa tenemos energía cuando la necesitamos». Actualmente, Aroa adquiere los pelet que necesita para la caldera, pero tiene previsto que de cara al futuro sean las propias astillas de sus viñas las que utilicen para generar la energía.

En cuanto a qué hacer con los residuos que genera la bodega y tras varios estudios, Aroa utilizará las instalaciones de Mancomunidad de Montejurra. «A 8 kilómetros tenemos una depuradora y otro aspecto importante para optimizar los recursos es no duplicarlos» señala. El agua de la lluvia también la utilizará Aroa para el riego por goteo.

Macías y Larumbe son conscientes de que ahora mismo en su cuenta con el medio ambiente tienen saldo negativo en emisiones de CO2 debido a que está finalizando la construcción del edificio. «Tenemos que calcular qué emisiones hemos realizado durante toda la construcción de la bodega. Desde, por ejemplo, lo que se vierte con la creación del hormigón o con las estructuras metálicas, lo que ha supuesto traer hasta aquí los camiones con el material… tenemos que saber cuánto hemos contaminado con todo eso», explica. Para conocer cuál es esa cantidad, el Centro de Recursos Ambientales de Navarra y una auditora de Bilbao, Ecopax, están realizando un análisis. «Son dos estudios diferentes que buscan decirnos cuánto CO2 hemos vertido, será interesante contrastar los datos», señala.

compensar

Estos organismos van a valorar cuánto compensan las propias viñas de Aroa y eso se lo restarán al total del CO2 que la bodega debe. «Cuando lo sepamos tomaremos las medidas necesarias para compensarlo, por ejemplo, plantaremos árboles», explica Macías que señala que desde hace años, Aroa participa en un proyecto medio ambiental de reforestación en El Salvador.

No obstante, este equilibrio entre emisión y compensación no se refiere sólo a la construcción de la bodega, sino a todo el proceso y de por vida compensarán la emisión que se realiza para producir cada botella de vino. Es más, la idea que tiene Macías es que los consumidores de sus vinos conozcan cuánto CO2 se ha vertido para crear cada botella. «Creo que es su derecho». De esta manera la bodega se responsabiliza de las emisiones desde que se construye la bodega hasta que la botella sale de la misma.

Aroa pretende ser un referente en producción ecológica y «posiblemente seremos la primera bodega europea neutra en emisiones».

Vida Sana

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