Pero a este calcetín también se le puede dar la vuelta. Por ejemplo, ya pueden los políticos lanzarse las señales de 80 por la cabeza y negar el valor de los informes elaborados por expertos que, si los conductores demostráramos nuestro compromiso con el medio ambiente y la salud de las personas y continuáramos haciendo un uso ambientalmente responsable del acelerador manteniendo el saludable hábito de circular a 80 por los accesos a la AMB los dejaríamos a todos (los políticos me refiero) con un palmo de narices, varados en esta discusión de barra de bar en que han convertido unos y otros el batiburrillo de los 80 km/h, la velocidad variable, los accidentes y la contaminación.
Yo personalmente, que circulo hace tiempo con un vehículo híbrido para reducir mi carga contaminante, así lo pienso hacer. Primera porque he adquirido el hábito y tengo muy claro que hay que anteponer la salud de las personas y del medio ambiente en el hecho de ganar 12 segundos por kilómetro recorrido (que es lo que se gana pasando de 80 a 100 km/h en los accesos a Barcelona).
Y segundo porque hace dos años tuve la oportunidad de acceder a los informes de la Organización Mundial de la Salud donde se demostraba de forma absolutamente incuestionable (es decir científica y no dialéctica) que en los países desarrollados mueren más personas de forma prematura por exposición a contaminantes atmosféricos emitidos por los vehículos que por los accidentes provocados por el propio tráfico.
Fue este el informe que motivó que la Unión Europea propusiera a los Estados miembros la idoneidad de reducir la velocidad de acceso a las grandes ciudades para hacer frente a este grave problema ambiental y de salud pública. Y es que perdiendo 12 segundos por kilómetro (sí, sí 12 segundos) se podría alargar la esperanza de vida de los barceloneses en 14 meses. 12 segundos hoy a cambio de 14 meses mañana. ¡Eh! no nos distraigamos!
Fue cuando estábamos haciendo el capítulo relacionado con la calidad del aire para la serie Tierra Verde, que para dar testimonio tuve la suerte y la oportunidad de entrevistar a la Dra Inés De Mir, responsable de la unidad de asma del Hospital Materno Vall d’Hebrón.
La doctora De Mir nos dijo a cámara que las partículas que más afectan a la salud de las personas y que relacionan aumento de tráfico con aumento de asma infantil en el AMB eran las PM10 y PM2, 5 (es decir las partículas inferiores a las 10 ya las 2,5 micras) y las partículas mínimas. Y que en varios países y estados norteamericanos han hecho estudios epidemiológicos (en España esta práctica es casi imposible de llevar a cabo) que demuestran que en los lugares donde hay más tráfico de vehículos hay más visitas a urgencias y más agravamientos de los estados previos de asma infantil.
Nos dijo que en Barcelona se habían detectado niveles de estos contaminantes que casi triplicaban los marcados como umbral para la OMS y que aplicando medidas de control sobre el tráfico de vehículos en el AMB se podrían reducir en un 30,000 los casos de bronquitis y de 50.000 los ingresos.
Todas estas conclusiones habían quedado demostradas con los trabajos publicados por el doctor Jordi Sunyer (IMIM), el mismo investigador que hace poco declaraba en una entrevista a mi compañero Joaquim Elcacho en el diario Avui que está trabajando en un estudio para descubrir los efectos de la contaminación atmosférica urbana en el desarrollo neuronal de los niños financiado por el Consejo Europeo de la Investigación.
Los habitantes del AMB respiramos el peor aire de toda la Unión Europea. Y yo me pregunto: ¿qué somos antes? Lo que respiramos o en la potencia de nuestro coche y la velocidad a la que somos capaces de llegar a los lugares?
Por eso señores políticos yo seguiré yendo a 80. Aunque sólo evitásemos un caso de asma infantil, uno sólo, ya valdría la pena hacerlo. 12 segundos por kilómetro. 12 segundos. ¿Quién se apunta?


















