Según un nuevo estudio, los países emergentes son capaces de aportar casi la mitad de la meta de reducción de CO2, del sector del transporte a nivel mundial. El empleo de biocombustibles en Brasil y otras naciones en desarrollo es capaz de evitar la emisión de casi 400 millones de toneladas de este GEI en el sector hasta el año 2030.
El uso de biocombustibles en el transporte en Brasil y en otros diez países emergentes –incluidos China, la India y Sudáfrica– puede evitar la emisión de entre 300 y 400 millones de toneladas de CO2 hasta el año 2030. De esta forma, ese bloque de países lograría aportar casi la mitad de la meta estipulada por la Agencia Internacional de Energía (AIE, o IEA, por sus siglas en inglés) de disminuir la emisión de 800 millones de toneladas de este gas de efecto invernadero en el sector del transporte globalmente durante los próximos seis años.
Estas conclusiones se desprenden de un informe sobre el potencial de los biocombustibles en la disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) elaborado por el grupo de trabajo sobre bioenergía de la AIE, encabezado por científicos vinculados al Programa FAPESP de Investigaciones en Bioenergía (BIOEN).
El referido estudio se dio a conocer durante la Brazilian Bioenergy Science and Technology Conference (BBEST) 2024, que se realizó entre los días 22 y 24 de octubre en la ciudad de São Paulo. “Es posible que esos países emergentes reduzcan la huella de carbono de sus sectores de transporte hasta un 84 % al reemplazar el uso de combustibles fósiles por combustibles renovables como el etanol y el biodiésel utilizando muy poca tierra”, dijo Glaucia Mendes Souza, coordinadora del BIOEN y autora líder del estudio.
Los investigadores ya habían publicado en 2023 un informe en el que debatieron el potencial de los biocombustibles en los mercados emergentes de Latinoamérica, que incluía a Brasil, Argentina, Colombia y Guatemala. Los cuatro países, bajo el liderazgo de Brasil, suman una participación del 30 % en la producción global de biocombustibles y aportan a la disminución de 62 millones de toneladas anuales de CO2 equivalente.
Al analizar la disponibilidad de suelos en esos cuatro países latinoamericanos para el cultivo de variedades energéticas, los investigadores constataron que aún hay mucho espacio para expandir la producción de los biocombustibles en la región sin competir con el cultivo de alimentos o avanzar sobre áreas de bosques.
“Hay muchas tierras disponibles en esta región, especialmente las destinadas a las pasturas, que podrían utilizarse para la expansión de la bioenergía en esos países”, afirmó Mendes Souza. “Si lo que se pretende es duplicar la producción de biocombustibles con miras a hacer un aporte para evitar la emisión de 120 millones de toneladas anuales de CO2, equivalente, estos países deberían convertir tan solo un 5 % de sus áreas de pasturas”, estimó.
Al analizar qué otros países emergentes también poseen disponibilidad de tierras y podrían replicar el modelo de producción de bioenergía implementado en América Latina, los investigadores identificaron e incluyeron en el nuevo estudio a China, Etiopía, la India, Indonesia, Malasia, Sudáfrica y Tailandia.
En común, estos países emergentes experimentan un rápido desarrollo social y económico y se espera que su contribución a las emisiones globales de GEI se incremente rápidamente. En caso de que esas naciones exhiban las mismas emisiones per cápita de CO2 en el transporte que las integrantes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), las emisiones globales del sector aumentarán un 102 %. La producción de biocombustibles podría reducir significativamente las emisiones de CO2 de dichos países, empleando pocos suelos, según lo estimaron los investigadores.
“La producción global de biocombustibles actual es de unos 160 mil millones de litros, lo que equivale alrededor del 4 % de toda la demanda del sector del transporte. Y las proyecciones de la Agencia Internacional de Energía indican que será necesario triplicar ese volumen entre los próximos cinco y siete años. A tal fin, los países emergentes, especialmente en el sur global, ejercerán un rol crucial”, sostuvo Bharadwaj Kummamuru, director ejecutivo de la World Bioenergy Association (WBA), de Suecia.
Así y todo, esas naciones también comparten cuantiosos desafíos con miras a elevar la escala de producción de biocombustibles, relacionados con el financiamiento, el desarrollo de tecnologías y el diseño de políticas públicas, según ponderó el experto.
“Esos países emergentes en su mayoría son importadores de combustibles fósiles y dependerán del petróleo importado. Además, exhiben un crecimiento poblacional significativo, lo que implica que requerirán más energía, al tiempo que poseen metas de descarbonización que se orientan a eliminar sus emisiones netas”, afirmó.
¿Hay potencial de disminución del CO2?
Unas de las principales conclusiones del informe es la que indica que los biocombustibles son económicamente viables en los países estudiados, excepto en China y en Malasia. En China, la competencia con los alimentos vuelve a la materia prima muy cara. Sin embargo, en dicho caso, los biocombustibles podrían importarse. En el caso de Malasia, los combustibles fósiles se subsidian para controlar la inflación y esa política podría extenderse también a los biocombustibles para volverlos competitivos económicamente.
“El sudeste asiático y Brasil tienen muchas similitudes. Hay allí países en desarrollo, recursos diversificados y una misma comprensión que apunta a priorizar el desarrollo de una industria local de biocombustibles, en lugar de comprar combustibles importados. Estamos teniendo en cuenta el mismo enfoque que Brasil”, dijo Esther Swee Yoong Lew, representante del ministerio de transición energética de Malasia.
De acuerdo con los autores del estudio, la evaluación del ciclo de vida reveló mermas sustanciales en las emisiones de GEI para los biocombustibles producidos en África y Asia: de hasta un 78 % en el caso del biodiésel y de un 81 % para el etanol en comparación con los combustibles convencionales. Estos valores son similares a los que se informaron anteriormente para los biocombustibles producidos en Latinoamérica (hasta un 79 % para el etanol y hasta un 84 % para el biodiésel).
Según los investigadores, la economía de GEI es sumamente significativa en la India, Indonesia y Sudáfrica, por distintas razones. En la India, los biocombustibles pueden producirse con una intensidad de carbono muy baja. En Indonesia, aparte de la baja intensidad de carbono de los biocombustibles, el gasoil fósil tiene un alto contenido de azufre, lo que provoca lluvias ácidas.
En el caso de Sudáfrica, si bien las EGI son más altas que las promedio en la producción de los biocombustibles, la disminución acaba siendo significativamente mayor si se la compara con la de los combustibles fósiles del tipo ‘sintético’.