El dióxido de carbono (CO2) es un gas inodoro, incoloro, ligeramente ácido y no inflamable. Es soluble en agua cuando la presión se mantiene constante, y está formado por una molécula lineal de un átomo de carbono ligado a dos átomos de oxígeno, de la forma O = C = O.
En la naturaleza, una fuente de emisión importante son los procesos fotosintéticos, concretamente el proceso de respiración, en el que los componentes alimentarios de animales y plantas se oxidan para la obtención de energía, desprendiéndose en la reacción, dióxido de carbono y agua. Los incendios forestales también constituyen un foco de liberación significativa, ya que se produce la quema de combustibles fósiles (madera y biomasa fundamentalmente).
Con respecto a los complejos industriales, el sector energético es responsable de la mayor parte de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) con un 91,8 % del total, y dentro del mismo, el sector transporte figura con el 29,9 %, debido fundamentalmente a la quema de gas, gasolina y otros derivados del petróleo.
La industria del cemento y las plantas de incineración de residuos representan el 6,4 % del total emitido, y como fuentes minoritarias, se encuentran la industria química y la industria metalúrgica con un 1,8 %.
Efectos sobre la salud humana y el medio ambiente.
El dióxido de carbono (CO2) en estado líquido, se evapora con gran rapidez originando una saturación total del aire, que genera grave riesgo de asfixia. En contacto con la piel y los ojos puede provocar graves efectos de congelación.
La inhalación de elevadas concentraciones, puede originar hiperventilación, pérdida del conocimiento, taquicardias y dolores de cabeza. Si la exposición es prolongada o repetitiva puede provocar alteraciones en el metabolismo de la persona.
En el medio ambiente, el dióxido de carbono (CO2) es la sustancia que más contribuye al efecto invernadero, es decir, que absorbe gran parte de la radiación solar incidente, reteniéndola cerca de la superficie terrestre y produciendo una calentamiento progresivo de la misma.
¿Es el ‘villano’ del cambio climático?
El dióxido de carbono (CO2) se presenta habitualmente como el gran ‘villano’ del cambio climático, pero además de ser un gas natural, fundamental para la ‘vida en la Tierra y generado por el propio ser humano cuando respira, posee múltiples usos: agricultura, polímeros o combustibles sintéticos, entre otros.
«El problema viene cuando se generan altas cantidades de manera continuada, sobre todo por la quema de combustibles fósiles y por la deforestación de los bosques» resume Guillem Borrás, el director de la compañía Carboneco y especializada en la recuperación de emisiones y licuefacción de CO2, ya que «representa más del 75 % de las emisiones de gases de efecto invernadero» y termina «afectando al calentamiento global«.
Sin embargo, la captura de dióxido de carbono supone en este momento «una oportunidad empresarial clave dentro de la economía circular» ya que según la Agencia Internacional de Energía será necesario capturar y almacenar alrededor de 7,6 gigatoneladas anuales para llegar a los objetivos climáticos fijados a 2050.
Dióxido de carbono (CO2): proyectos
El CO2 se empezó a usar como refrigerante para maquinaria a principios del siglo XX y fue incorporándose progresivamente a otros sectores con nuevos usos industriales, alimentarios e incluso médicos.
Así, una utilidad evaluada a día de hoy es el empleo del CO2 biogénico – procedente de fuentes energéticas renovables, sobre todo plantas de biogás y biometano – para la elaboración de combustibles sintéticos, cuyo impacto en las emisiones contaminantes es «sensiblemente inferior» al de los combustibles fósiles, según los datos disponibles.
El CO2 de hecho se puede transformar ya en combustible sintético mediante procesos como la conversión en metanol o e-combustibles que cuentan con un mercado potencial de más de 30.000 millones de dólares de aquí a 2030, según BloombergNEG, entidad especializada en transición energética y economía baja en carbono.
En la actualidad existen distintos proyectos para la captura de CO2: desde la reforestación hasta la sustitución de energías fósiles por renovables, la reducción de la huella de carbono a nivel individual y colectivo o el almacenamiento en el subsuelo profundo tanto terrestre como marino, entre otros.
Imprescindible
El CO2 es imprescindible para la supervivencia de las plantas y, por tanto, del resto de seres vivos en el planeta, por lo que resulta especialmente útil en cultivos e invernaderos para optimizar la fotosíntesis y apoyar el crecimiento de todo tipo de especies.
Un ejemplo de ello es la Universidad de Wageningen (Países Bajos), donde el uso de CO2 en invernaderos ha permitido aumentar hasta en un 20 % la producción agrícola de los mismos.
La industria de bebidas gaseosas también consume millones de toneladas anuales de este gas para sus bebidas carbonatadas y algunas de ellas han comenzado a integrar CO2 capturado en su producción para reducir sus emisiones, sin alterar el producto final.
En el campo de los plásticos, el CO2 puede ser transformado en polímeros sostenibles y reemplazar parcialmente los derivados del petróleo, lo que puede reducir hasta un 50 % de emisiones en comparación con los plásticos normales, además de conseguir materiales con mayor resistencia, durabilidad y flexibilidad.
En el caso de la industria cementera, responsable según algunos estudios del 8% de las emisiones globales de CO2, Borrás certifica su reducción mediante mejoras en eficiencia energética, sustitución de combustibles fósiles por biomasa, uso de fuentes renovables, sustitución de cementos convencionales por otros de bajas emisiones y captura de carbono.
¿Qué pasa en España?
Es el caso de España, afirma, «es difícil hacer una estimación del volumen de CO2 generado anualmente» porque “las empresas gasistas no suelen dar información y no existen estadísticas concretas”, pero según los cálculos de Borrás, podría rondar las 350.000 toneladas al año.
Esta cantidad se destina «principalmente a usos alimentarios» aunque existen «muchos proyectos en camino» para su aprovechamiento en otros sectores, lo que precisa «un marco regulatorio que dé certidumbre y que sea fiable» además de «buenos sistemas de financiación«, una gestión de permisos que «no sea tan complicada ni tan lenta» como la actual y «sobre todo una apuesta política decidida«. EFE / ECOticias.com