“Actualmente hay más de 3.000 solicitudes para establecer nuevas granjas de salmón en las regiones patagónicas de Magallanes y Aysén en espera de aprobación y la gente se pregunta: ¿No hemos aprendido nada de los daños causados al medio ambiente por las granjas de salmón de Chile”
Todo está mal hecho
Los ecologistas señalan que la cría de salmón en Chile nunca será sostenible porque requiere mucha más proteína para operar de la que genera. Los salmones son carnívoros. Para producir un kilo de salmón se necesitan unos cinco de peces silvestres para alimentarlos.
Años de malas prácticas comerciales y falta de regulación gubernamental han dado lugar a graves daños ambientales, lo que a su vez conllevó catastróficas consecuencias para quienes dependen de los mariscos para su subsistencia.
En Chile, cada empresa debe presentar los estudios de impacto ambiental, que examinen el potencial de dañar la naturaleza que puede tener su proyecto. A pesar del gran riesgo para los ecosistemas, las granjas de salmón están respaldadas por simples declaraciones juradas y no por estudios que permitan identificar y manejar adecuadamente estos posibles impactos.
En ausencia de regulación gubernamental, las granjas de salmón a gran escala liberan químicos contaminantes y crean zonas oceánicas muertas. Sus prácticas perjudican a otras especies y dañan a las personas y las comunidades que dependen del océano para su sustento.
En la Gran Isla de Chiloé, por ejemplo, los recolectores de algas marinas y mariscos, los pescadores artesanales y las personas que trabajan en plantas que procesan peces silvestres están experimentando un desempleo masivo. Esta crisis social es un resultado directo de la catástrofe ambiental causada en gran parte por la industria del salmón, que tiene operaciones extensas en el área.
Contaminación generalizada
El resultado de toda esta negligencia son miles de criaderos de salmón: jaulas flotantes sin espacios ni saneamiento adecuado, que albergan miles de salmones apiñados en la mitad del espacio permitido en Europa y sin que haya estudios sobre la capacidad del océano, lagos y ríos para acomodar el número de salmones que se cultivan.
Estos salmones se alimentan de pellets que contienen una mezcla de harina de pescado silvestre, pesticidas, tintes, fungicidas y productos químicos utilizados para acelerar el crecimiento. Pero la mayoría de estos pellets no se consumen y simplemente caen al fondo marino.
Además, a cada salmón se le inyecta una cantidad exorbitante de antibióticos. Por último, los residuos generados por el pescado, que contiene productos químicos, también se acumula en el fondo del océano.
Ya basta
Durante más de 20 años, la industria ha puesto el beneficio por encima de la protección del medio ambiente y de las personas y ha causado estragos irreparables. No necesitamos más salmones, si hay que seguir pagándolos con la salud y el equilibrio de la naturaleza y de las poblaciones afectadas.