El coral sol, detectado por primera vez en Brasil en el litoral del sudeste del país a finales de la década de 1980 –cuando se pusieron en marcha los trabajos de prospección de petróleo y gas en la Cuenca de Campos (en la costa del estado de Río de Janeiro)–, se viene propagando por las costas rocosas de las islas brasileñas a gran velocidad. Por eso se lo considera una especie invasora.
Son siete especies las que componen el género Tubastraea coloquialmente llamadas coral sol, todas nativas de las aguas tropicales de los océanos Índico y Pacífico. Tan solo dos de ellas existen en el Atlántico Sur Occidental: las invasoras Tubastraea coccinea y T. tagusensis.
Luego de los primeros registros realizados en la cuenca de Campos en la década de 1980, se avistaron colonias en las costas del litoral sur de Río de Janeiro en la década de 1990. Desde entonces, el coral sol ha sido registrado en más de 3.000 kilómetros de la costa brasileña, desde el estado sureño de Santa Catarina hasta el estado de Ceará completo, en el nordeste del país.
Un coral que hay que detener
Los esfuerzos para controlar la invasión de las especies del coral sol en el Área de Protección Marina (APM) de Alcatraces, en el litoral sudeste de Brasil, han tenido éxito en controlar el problema a escala paisajística, es decir, considerando todo el archipiélago. Sin embargo, los desafíos de su erradicación aún persisten, pues la especie se sigue expandiendo a otras áreas marinas.
Se da el nombre de coral sol a dos especies invasoras: Tubastraea coccinea y Tubastraea tagusensis, originarias del Indo-Pacífico, que fueron detectadas por primera vez en Brasil en la década de 1980 y son extremadamente dañinas para el ecosistema marino de las costas del país debido a su rápida reproducción.
Un reciente artículo publicado en la revista científica Marine Pollution Bulletin, analiza los datos de una década de manejo adaptativo en el archipiélago de Alcatraces, considerado uno de los mayores sitios de reproducción de aves marinas de la costa brasileña.
Allí, entre 2014 y 2023, casi 1,3 millones de colonias de coral sol, con un peso total de más de 12 toneladas, fueron removidas. La mayor parte pertenecía a la especie Tubastraea tagusensis (92 por ciento). Las acciones de control se llevaron a cabo a lo largo de 293 días de trabajo de campo.
Según los investigadores, en la erradicación se produjo el efecto “manta corta”: mientras una invasión es controlada o reducida en áreas gestionadas de manera intensiva, las especies pueden aumentar en áreas que recibieron menos atención durante el mismo periodo. Actualmente, la especie también ha sido identificada en la región del Nordeste brasileño.
Sergio Coelho-Souza, investigador del Centro de Biología Marina de la Universidad de São Paulo y autor principal del artículo, actualmente existen dos técnicas para combatir al coral sol. La primera, sencilla y barata, usa un mazo y un cincel. Pero presenta limitaciones para retirar las colonias más pequeñas y para llegar a lugares difíciles de alcanzar.
A lo largo de una década, un equipo del Instituto Chico Mendes de Conservación de la Biodiversidad desarrolló una segunda técnica: un martillo neumático capaz de retirar una mayor cantidad de colonias. “Las principales limitaciones del martillo son su necesidad de un compresor, que ocupa espacio en la embarcación y limita el área de acción, y el alto ruido que produce”, explicó el investigador.
El estudio sugiere un protocolo para integrar el monitoreo y control, priorizando la remoción de colonias aisladas en áreas de baja abundancia para su erradicación local, y el uso de martillos neumáticos en áreas de alta abundancia, cuando sea posible.
Dispersos por toda la costa brasileña
Según el Ministerio de Medio Ambiente de Brasil, el coral sol se registró por primera vez en el país en los años 80 del siglo pasado en una plataforma petrolera en la Cuenca de Campos, en Río de Janeiro. Desde entonces se han producido diversos registros en otros lugares hasta que en 2018 las autoridades ambientales brasileñas incluyeron al coral sol como especie exótica invasora prioritaria para la elaboración e implementación de un Plan Nacional de Prevención, Control y Monitoreo.
Actualmente la invasión ya afecta a otras partes de Brasil. Los investigadores comprobaron que el coral sol había llegado en 2020 al litoral de Permambuco, en la región Nordeste del país, y avanzaba hacia áreas de protección ambiental. En 2022, la especie fue identificada en una plataforma de petróleo en el mar de Ceará, otro estado de la misma región. Ese mismo año, el bioinvasor fue localizado en el litoral de un tercer estado del Nordeste brasileño.
Graves amenazas a los ecosistemas locales
Anna Carolina Lobo, líder de Uso Público de Áreas Protegidas de WWF-Brasil, quien no participó en el estudio, señaló que el coral sol fue introducido accidentalmente en la costa brasileña, probablemente a través de plataformas de petróleo y barcos.
“Forman densas colonias que eliminan la biodiversidad local, alteran los ecosistemas marinos y su expansión descontrolada amenaza los hábitats sensibles, como los arrecifes de corales nativos, ya de por sí debilitados por el calentamiento de las aguas, la acidificación y la contaminación”, explicó.
Por su parte, Coelho-Souza dijo que el coral sol altera la estructura de las alfombras de algas. “Además de ser productores primarios –autotróficos– que producen oxígeno, estas alfombras son colectoras de desechos y sedimentos marinos, y albergan una alta diversidad de invertebrados que sirven de alimento a otros animales, como por ejemplo los peces de arrecife que, a su vez, sirven de alimento a peces más grandes”, complementó.
Y, al ser heterótrofo, es decir, incapaz de producir su propio alimento mediante la fotosíntesis, el coral sol consume oxígeno y genera dióxido de carbono. El gran desafío, según los investigadores, es que el coral sol se propaga rápidamente, cubriendo y sofocando especies nativas y arrecifes enteros. “Incluso pequeños fragmentos del coral pueden dar origen a nuevos individuos, lo que dificulta su completa erradicación”, precisó Lobo.
De acuerdo con Coelho-Souza, el coral sol puede generar hasta 3.000 larvas en un solo evento reproductivo. Además, se adhiere fácilmente a rocas, arrecifes y barcos, lo que facilita su dispersión. “La extracción manual, que es el método más utilizado hoy en día, es laboriosa, costosa y requiere capacitación”, afirma Lobo. Según el estudio, cada día de combate contra el coral sol cuesta cerca de US$ 720. El monto, entre los años 2015 a 2023, asciende a US$160.000.
Mientras tanto se vienen probando otros métodos de erradicación. A fines del año pasado, investigadores brasileños anunciaron el desarrollo de un hidrogel aplicado mediante drones subacuáticos que matan al coral sol y tiene poco impacto en las especies nativas.
Pero hasta que se encuentre una solución eficaz definitiva, Lobo sugiere que la erradicación de la especie dependerá de la combinación de remoción manual con acciones constantes de monitoreo y combate a nuevas introducciones.