El Premio Goldman es un premio que se concede anualmente como recompensa a defensores de la naturaleza y el medio ambiente, repartido en 6 categorías en función de la zona geográfica: África, Asia, Europa, las naciones insulares, América del Norte, América Central y América del Sur (que en esta ocasion fue para Mari Luz Canaquiri Murayari por su defensa del río Marañón).
El premio fue instituido en 1990 por los filántropos Richard N. Goldman (1920-2010) y Rhoda H. Goldman (1924-1996) para mostrar que los problemas ambientales son internacionales, para dar atención pública a problemas globales de importancia crítica, para dar reconocimiento a individuos ordinarios que trabajan para proteger y mejorar el medio ambiente, y para inspirar a otros para que sigan el ejemplo de los ganadores del Premio. La primera ceremonia de este premio, coincidiendo con el Día de la Tierra, se celebró el 16 de abril de 1990.
Las nominaciones a los premios son enviadas por un grupo de instituciones que trabajan en temas ambientales, a lo largo del mundo y por un grupo confidencial de 150 expertos ambientales, de más de 70 naciones distintas. Los nominadores trabajan sobre una gran variedad de temas, incluyendo justicia ambiental, derechos indígenas, protección a los recursos ambientales, biodiversidad y conservación, salud ambiental, manejo de tierras, entre muchos otros.
Mari Luz Canaquiri Murayari y su lucha por el río Marañón: Premio Goldman
La vida del pueblo Kukama Kukamiria está entrelazada, desde tiempos ancestrales, con las aguas del río Marañón. Su afluente es el centro que nutre no solamente a la naturaleza y a las comunidades que viven en sus orillas, sino que también representa un reservorio de espiritualidad y memoria. Mari Luz Canaquiri Murayari reconoce al río como un ser vivo y sagrado en donde habitan los Karuaras, sus familiares fallecidos convertidos en seres que viven bajo el agua.
Ellos traen mensajes importantes sobre el clima, enfermedades o incluso por los constantes derrames petroleros que han sufrido en los últimos años. Por eso la lideresa, desde hace más de dos décadas, ha decidido convertirse en guardiana del río y defenderlo.
“Queremos que el Gobierno asuma su responsabilidad en hacer mantenimiento a los ductos para evitar el constante derrame de petróleo. Porque eso mata. Mata la salud de la población, mata la vida de los animales, la vida de los bosques”, dice Canaquiri Murayari en entrevista con Mongabay Latam. “Quizás los que viven lejos no lo sienten, pero lo harán en el futuro porque la Amazonía es el pulmón del mundo, que limpia el aire y nos da el oxígeno para respirar. Por lo tanto, tenemos que protegerla, tenemos que cuidarla”, agrega.
En marzo de 2024, Canaquiri Murayari y la Asociación de Mujeres Huaynakana Kamatahuara Kana —“mujeres trabajadoras” del distrito de Parinari, organización que fundó y preside desde 2001— tuvieron un logro histórico: ganaron una sentencia judicial sobre los derechos de la naturaleza para proteger el río Marañón, afluente al que se le concedió personalidad jurídica y el derecho a fluir con libertad y sin contaminación.
Tras confirmarse que el Gobierno peruano violó los derechos del río, el tribunal le ordenó medidas inmediatas para prevenir futuros derrames de petróleo, exigió un plan integral de protección para toda la cuenca y reconoció a los kukama como sus legítimos guardianes.
Por este logro, Mari Luz Canaquiri Murayari es una de las siete personas galardonadas con el Premio Medioambiental Goldman 2025, el premio más importante del mundo para activistas medioambientales, que este año reconoció a personalidades en Perú, Mongolia, Albania, Túnez, las Islas Canarias y Estados Unidos.
En Mongabay Latam conversamos con la lideresa sobre este reconocimiento y los retos que ha enfrentado en su búsqueda de protección del río.
Historia
—¿Cómo se entrelaza su historia personal con el río Marañón?
—Desde nuestros ancestros siempre había una relación muy cercana con el río. La vida del pueblo Kukama era más de agua porque eran buenos pescadores. En nuestra cosmovisión, tenemos familiares, seres que viven debajo del agua: los karuaras. Tengo un tío y un primo —de parte de mi mamá— que viven ahí. Cuando mi abuelita vivía, mi tío subía en las noches a conversar con ella, a ser mensajero. Le decía: “Este año va a haber invierno grande, asegúrense la comida”. O también: “Este año va a estar bien” o “va a venir una epidemia”. También decía él que, cuando hay derrame de petróleo, ellos se enferman —como nosotros— por tomar agua con metales pesados.
Siempre que salimos a pescar y a trampear en la noche, yo decía: “Mi tío José me va a dar mi peje para pescar” o hablaba con mi primo Doniel, para que atrajera los peces para pescar. Por eso, para mí, los ríos son muy sagrados, también las cochas, las lagunas y los caños.
Defender al río Marañón
—¿En qué momento usted sintió por primera vez que este río necesitaba ser defendido como un ser vivo?
—La contaminación por los constantes derrames de petróleo fue lo que nos llevó a tomar esa decisión. Cuando hicieron el análisis, la mayoría de los hermanos salió con metales pesados en la sangre, siete tipos diferentes. Eso nos hizo tomar la decisión de poder demandar y de hacer respetar al río, porque queremos que fluya libremente, sin ninguna contaminación, y que nuestro territorio también esté limpio para que dé frutos limpios para comer.
Porque cuando hay derrames, los aguajales se empiezan a secar, y son los que más nos dan el oxígeno para respirar. El aguaje es una palmera de alto valor, que además de oxígeno también nos da economía y alimentos porque lo comemos y tomamos. Ahora estamos haciendo aceite y muchas otras cosas más. Yo le digo oro rojo al aguaje porque es un fruto muy agradable y que contiene muchos beneficios para la salud.
Hay otras palmeras y otros árboles más, de alto valor, y todo eso hace que también hayamos presentado la demanda, para que los respeten las empresas y el Gobierno. Porque nosotros también, aparte de llevar los casos, venimos reforestando para contrarrestar el cambio climático desde hace años. Yo tengo árboles de 30 años, que sembré antes de que yo fuera lideresa.
Los grandes madereros han deforestado las caobas, los cedros, los árboles más costosos, y los han exterminado. Nosotras los estamos recuperando. Queremos que todos los sembríos que hacemos sean como nuestros hijos: respetados y registrados. No queremos que venga una empresa que los concesiona y los tala. Las plantas, en nuestra cosmovisión, tanto de agua como de tierra, tienen espíritu de gente, por eso son como nuestras hijas.
Desafíos
—En un país como Perú, donde las voces indígenas han sido históricamente invisibilizadas, ¿qué desafíos enfrentó usted como mujer lideresa al alzar la voz frente al Estado y exigir justicia para este río y para su pueblo?
—Muchísimos obstáculos que hemos venido rompiendo desde el hogar. Desde convencer a nuestra pareja, convencer a nuestra familia, convencer a la comunidad, convencer a nuestras bases —que es todo un distrito, el de Parinari—, y luego enfrentarnos con las autoridades políticas regionales y nacionales por todos los daños, por todas las consecuencias que venimos pagando, por el olvido.
A las mujeres nos costó muchísimo, pero no es nada imposible. Las mujeres estamos venciendo y ahora tenemos una voz propia que antes no teníamos. Para todo, eran los varones, ellos podían decidir, ellos podían opinar, ellos podían ir a las reuniones, pero nosotras no. Por eso nosotras nos formamos en nuestra organización y, en 2001, ya estábamos registradas en las redes públicas, donde podíamos tener voz, opinar y reclamar nuestros derechos individuales y colectivos, para nuestros hijos y por un bien común de todas y todos.
Significado
—¿Qué significa entonces, no sólo para usted, sino para las mujeres kukama, haber recibido el Premio Medioambiental Goldman 2025?
—Una alegría grande, como cuando logramos nuestros casos. Nosotras sentimos que ahora ya nos están dando el reconocimiento, el valor. Este reconocimiento para mí es fundamental, muy grande, que yo ni soñaba. Siempre he hecho el trabajo y nadie lo sabía, porque nadie lo publicaba, éramos nosotras en el territorio, luchando, reclamando, haciendo las movilizaciones, los paros, y nadie lo sabía, solo estábamos ahí.
Ahora ya hemos trabajado buen tiempo, hemos hecho la difusión, hemos compartido con la gente y con las mujeres los derechos individuales y colectivos para poder defender lo que tenemos, nuestros territorios ancestrales. Ahora las mujeres se defienden muy bien.
Pensaba que ni en mi país iban a saber lo que veníamos haciendo en el territorio. Para mí es un gran reconocimiento, que hasta ahora no puedo creer. Doy gracias a Dios, en primer lugar, por la vida, por la fuerza que me ha dado y que me sigue dando.
También agradezco a todas las personas que han estado a mi lado, sea de cerca o de lejos, porque tengo amigos y amigas nacionales e internacionales, aliados que también nos han aportado. También a los abogados que han puesto de su parte también en confiar en nosotras, en mí más que todo, porque yo era la que he dicho: “Hay que hacer esto”.
Yo me siento feliz realmente porque se ha reconocido al río Marañón como un ser vivo, como una persona con derechos. Eso a nosotras nos da más ganas de trabajar, porque seguiremos ahora con la implementación.
Propuestas
—Precisamente, ¿qué pasos son los que siguen para lograr la protección de este río?
—Lo que estamos haciendo ahora es invitar a otras organizaciones, porque no solamente es el río Marañón, sino su afluente, donde abre el mismo derecho a los otros ríos. Y cada río y cada afluente tiene sus líderes y lideresas. Nos juntaremos con ellos y de ahí van a salir otras ideas más, una lluvia de ideas. Lo trabajaremos en varias reuniones, se hará un consenso también con nuestros aliados, y luego invitaremos a los demandados.
Plantearemos nuestra propuesta como pueblos originarios: ¿Qué es lo que queremos? ¿Cómo lo queremos? ¿Qué queremos que se respete? ¿Cuándo tienen que respetar? ¿Cuándo y cómo tienen que hacer la consulta previa? ¿Y cómo deben hacer el mantenimiento de los ductos? No deben dar concesiones sin consulta previa.
Nada tiene que ser negociado, porque la vida no se puede negociar, ni la conciencia. Hay que respetar, yo siempre digo que no podemos vender la conciencia por una migaja, más bien, defenderla. Porque después de nosotros, viene más gente, nuestras generaciones, que debemos ser ejemplo para ellos, para que luego sigan protegiendo esta gran vida, a esta gran madre tierra, a la naturaleza, a los grandes ríos que todos y todas consumimos, que bebemos su agua. Queremos que, en el futuro, nuestras generaciones conozcan lo que ahora conocemos y lo que ahora estamos viviendo.
Una sola fuerza
—¿Qué es lo que usted le diría a las nuevas generaciones de mujeres indígenas que hoy están creciendo a las orillas del río Marañón?
—Yo diría a las hermanas —pero también a los hermanos indígenas— que nos sumemos en una sola fuerza. Siempre digo que, para nosotros los indígenas, no hay fronteras. Todos somos una generación, una familia, y todas y todos debemos sumarnos en esta gran lucha que es la vida y lo que vamos a dejar para nuestros hijos, para que sigan viviendo ellos después que nosotros nos vayamos. Que vivan esa vida plena, con el respeto, con el amor, que tengan de qué alimentarse, aire limpio para respirar, agua limpia para beber, y que vivan una vida saludable.
Las mujeres somos fuertes y lo hemos demostrado. Traemos vida humana, a nuestros hijos, y hay que luchar por ellos. No hay que sentirnos menos, no hay que sentirnos débiles, sino mucho más fuertes, porque nosotras somos más. Hay que vencer los obstáculos y sentirnos seguras en lo que hacemos, y no dejarnos que otros nos cambien o nos roben las ideas. Que no nos desanimen de un buen trabajo que venimos haciendo, sino sentirnos seguras y fuertes para lograr nuestro objetivo.
Enseñanzas
—¿Qué enseñanzas le deja toda esta lucha, de tantos años, sobre el valor del territorio, sobre la resistencia, sobre la importante conexión que debería haber con la naturaleza?
—Yo pienso que esta enseñanza no es de otro mundo, sino de lo vivido y de la realidad que se vive ahora, de la importancia que debe tener el respeto a la naturaleza entre nosotros los humanos. Respetar a todos los seres que viven en la tierra y así moriremos felices y en paz, al dejar ese gran ejemplo para los que vienen, que sigan ellos este gran camino que no se termina nunca. La unión hace la fuerza, dice un refrán, sentirnos todos en hermandad y en paz.
Esperanza
—¿Cuál es su esperanza, como alguien que ha cuidado y defendido el río toda su vida?
—Tengo la esperanza de que, en algún momento, nos respeten. Que las leyes sean cumplidas, porque las tenemos, pero simplemente las autoridades políticas que nos gobiernan no las están cumpliendo. Un grupo de personas se adueñan, son dictadores autoritarios que no consultan a la población y hacen lo que les da la gana. Eso no es justo para los que vivimos en el territorio, que nos saquean y se llevan nuestros recursos, pero que nunca son devueltos.
Antes no había metales pesados, todo era agua. La gente vivía lindo la vida y ahora todo ha cambiado. Hay muchos niños y personas enfermas que no sabemos ni qué tenemos, porque nunca tenemos la posibilidad de salir a la ciudad a hacernos un chequeo médico. Todo ese derecho nos quitan a pesar que nos saquean todos nuestros recursos.
No tenemos posta médica con medicamentos, ni con profesionales que nos atiendan. Nos damos cuenta de todo eso, que es para nosotros un derecho muy fundamental, que el Gobierno tiene que atendernos. Sin embargo, no lo hacen. También deberían de considerar la salud intercultural, dar el valor a la forma como nosotros siempre nos hemos tratado. Nuestra farmacia está en nuestro territorio, con eso nos hemos curado.
Las mujeres somos fuertes para unirnos, para reclamar la vida plena que queremos. Una vida con respeto, con amor, con dignidad. Así yo moriré feliz, en tranquilidad, en paz. Para que un día me recuerden los que vienen y digan: “Esto ha defendido mi abuela”. Antes que nuestro país haya existido, nuestros ancestros ya estaban en este territorio, por eso nos corresponde y debemos defenderlo. Y eso es lo que estamos haciendo.