Se está reportando más de un suceso extraño en la Antártida. La NASA dio un impactante anuncio. La temperatura más baja de la historia de la Antártida. Estableció un récord de –93,2 grados. La NASA, junto con el Centro Nacional de Datos sobre Nieve y Hielo de Estados Unidos, anotó la marca más baja de la historia en la Antártida Oriental.
Después de interceptar esta temperatura récord en una elevada cordillera el 10 de agosto de 2010. La llamaron “Domo Fuji”. Esta área quedó categorizada como la más fría de la Tierra. Los estudios que se efectúan sobre esa zona se hacen a distancia. Se trata de un espacio no habitable.
Utilizaron el satélite de detección Landsat 8. Con él, hizo un recorrido por más de 30 años de datos para comprobar la histórica marca. Antes, el récord era de –89 grados. La Meseta Antártica es también uno de los lugares más secos. Al mezclar frío extremo y sequedad, recuerda al ecosistema análogo de Marte.
La Antártida no deja de registrar cosas extrañas: esta vez, hay una superpotencia detrás
Tras el récord mencionado y una Antártida de otro color, este lugar del mundo vuelve a estar en el centro de la escena. Esta vez, a causa de China. El país asiático ha logrado lo que parecía imposible. Está abasteciendo de energía solar y eólica al lugar más oscuro y frío del mundo.
Algo extraño y de destacar teniendo en cuenta las extremas condiciones que se dan en la Antártida. Las noches duran seis meses, las rachas de viento llegan a 300 km/h y, en líneas generales, las temperaturas bajan por debajo de los –40 grados.
Cabe recordar que el dato de los primeros párrafos corresponde a un hallazgo localizado en el punto mencionado. Sea como fuere, en un lugar con esta geología, resulta casi impensable el hecho de utilizar energía solar y eólica. Pero a China le gusta hacer posible lo imposible.
Es por eso por lo que hace unos meses que alimentar su base de la Antártida con estas energías renovables. Lo que el mundo se pregunta es cómo lo ha logrado. Cinco años atrás, al ingeniero Sun Hongbin, hoy presidente de la Universidad Tecnológica de Taiyuan, se le encomendó una misión imposible (o casi).
Debía desarrollar un sistema de energía renovable que pudiera soportar este tipo de condiciones. Le contó a Scientific American cuál era la menta. Se buscaba alinear la nueva estación antártica Qinling con los compromisos verdes del gobierno de China.
China se involucra de lleno en la Antártida: ha logrado algo que parecía imposible
El resultado tuvo un valor de 14 millones de dólares. A principios de este año, tuvo lugar la ansiada inauguración de esta proeza tecnológicas. Otros países con bases en la Antártida ya quieren seguir los pasos de China. Las estaciones de la Antártida realizan sus funciones con generadores diésel. Casi con carácter exclusivo.
Esta dependencia representa un coste sumamente elevado. Más allá de que el diésel es caro. Transportarlo es complejo a nivel logístico. Para hacerlo, es necesario movilizar rompehielos y personal militar para cada viaje de reabastecimiento, que suele ser de carácter anual.
Sumado a esto, el riesgo medioambiental es monumental. Los derrames son frecuentes. En un ecosistema tan frágil, las bajas temperaturas hacen más lenta la descomposición. Bajo este marco, cualquier vertido es una tragedia. Situación que se suma a las emisiones de la propia combustión.
¿Cómo han logrado producir energía renovable en la Antártida?
Después de cuatro años, el equipo creó un método robusto. Hace una combinación entre energía eólica, solar, baterías e hidrógeno. Los aerogeneradores disponen de un diseño vertical. Disminuye la tensión estructural. Asimismo, baja el centro de gravedad para el viento no se las lleve.
Los paneles solares se ubican montados sobre un marco especial. Ha sido elaborado de plástico reforzado con fibra de carbono. Posee una conductividad térmica más baja que el aluminio. Por lo tanto, no se deforma tan fácilmente con los cambios bruscos de temperatura.
Las baterías empleadas son de litio-titanato. Su química interna hace más fácil el movimiento de los iones a temperaturas bajo cero. Las colocaron dentro de una carcasa térmica que aprovecha su propio calor residual. Mantiene una temperatura adecuada.
En el verano polar, con Sol y vientos abundantes, la energía se utiliza para proveer un electrolizador que separa el agua en oxígeno e hidrógeno. El hidrógeno queda almacenado en tanques de elevada presión. Al llegar el invierno, las otras fuentes tambalean.
Entonces, el hidrógeno se recombina con oxígeno en una pila de combustible. Así, logran electricidad. Los únicos residuos de este proceso son agua y calor. Encima se reciclan para calentar el propio sistema. Están ocurriendo cosas extrañas en la Antártida. Pero no tanto como para olvidar el efecto que se esperaba para 2100.