La humanidad ha ignorado durante siglos la fuente de energía que albergan los rayos. Parece un sacrilegio, pero hay una razón. Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), cuatro quintas partes de la nueva capacidad energética agregada en la actualidad tiene su origen en energías renovables. Los combustibles fósiles han demostrado durante décadas que son altamente eficientes, pero también altamente contaminantes. Es por eso que diferentes naciones se han comprometido a bajar los niveles de polución y recurrir a fuentes más limpias, como la energía milagro por la que apuesta California.
Aunque las renovables nos acompañan desde hace mucho tiempo, los combustibles fósiles han sido los “reyes” del abastecimiento energético. Ahora las renovables sienten el peso de una demanda que antes estaba cubierta por los fósiles. En este contexto, la humanidad está recurriendo a energías olvidadas o buscando nuevas formas de abastecer a los usuarios. La capacidad para incrementar la potencia de la solar, eólica u otras alternativas es limitada, al menos hasta que se extiendan o agreguen líneas de transmisión e infraestructuras costosas.
Los rayos son una fuente energética que se ha ignorado durante siglos y ahora podría tener un hueco en la transición energética. Sin embargo, hay una razón por la que no se ha tenido en cuenta hasta ahora.
¿Podemos obtener energía a partir de los rayos?
Sí. Los rayos provenientes de las tormentas eléctricas albergan la misma energía producida con 145 litros de gasolina. Un dato arrollador que lleva a muchos usuarios a cuestionarse por qué no se han usado los rayos como fuente de abastecimiento con anterioridad. Si el ser humano recurriera a esta fuente, esta sería una fuente natural no contaminante y sumamente potente. No obstante, no es tan fácil como parece en primera instancia.
Esta idea lleva analizándose desde la década de 1980, pero tiene un problema difícil de solventar: la forma de capturar el rayo en su momento más álgido. No toda la energía generada en un rayo es eléctrica. Gran parte de ella está compuesta por calor.
Además, es casi imposible prever donde caerá un rayo por lo que capturarlo es complejo. Habrá que instalar una gran multitud de torres eléctricas, de un tamaño similar al de la Torre Eiffel, a lo largo de la superficie terrestre. Un plan aparentemente eficaz, pero costoso, poco estético y con un alto impacto medioambiental.
Energía de los rayos: un misterio que lleva años explorándose
Pero la humanidad no se rinde. Hace décadas que hay numerosas investigaciones abiertas sobre la recolección y posterior aprovechamiento de la energía encerrada en los rayos. Uno solo atesora un promedio de 5.000 millones de Joules, alrededor de 145 litros de petróleo. Esta cantidad de energía repartida en varias descargas y liberada en microsegundos produce una potencia estimada de 10.000 millones de vatios, suficiente para otorgar abastecimiento a una vivienda durante un mes.
Así lo determina un artículo de Nervis Villalobos, director técnico y de operaciones de Enersia Technology & Innovation. Los datos sorprenden todavía más tomando la escala global, puesto que en la Tierra caen alrededor de 8.640.000 cada día, 100 por segundo, un equivalente a la energía de 1.252 millones de litros de petróleo. Si finalmente se alcanzara una manera viable de captar y almacenar esta abundante energía, esta se transformaría en una reserva energética imponente.
A pesar de ello, guardar y convertirla en utilizable también tendría su complejidad. Un rayo mide de promedio alrededor de 1.500 metros y tiene una rapidez de 100 hasta 1.400 km/s. Su gigantesco caudal contrasta con su brevedad, apenas 10 microsegundos.
En conclusión, los rayos podrían ser una inconmensurable fuente de energía, pero su dificultad para captarla y almacenarla impide que puede utilizarse con la misma libertad que otras. Mientras tanto, Estados Unidos opta por producir esta energía experimental.