China ha decidido que el despliegue de renovables debe ‘aprovechar’ los enormes espacios de la meseta tibetana, de hecho ya ha colocado miles de paneles solares a alturas considerables, aduciendo que allí las condiciones de explotación para este tipo de renovables son ideales.
Esta política de despliegue masivo de energías renovables en la Región Autónoma del Tíbet es, sin embargo, controvertida. De hecho, a pesar del deseo de descarbonización, estos proyectos a gran escala necesariamente alteran los ecosistemas locales, en el corazón de sitios con una biodiversidad única.
Paneles solares chinos en la meseta tibetana
La meseta tibetana se ha convertido en punta de lanza de la cruzada por la transición energética en China, cuyas autoridades intentan cumplir con sus objetivos de reducción de emisiones con una decidida apuesta por las renovables, sector en el que es líder global en instalaciones.
Millones de paneles tapizan las zonas desérticas del oeste chino, donde la carrera de Pekín por la energía solar añade cada año centenares de gigavatios de capacidad, mientras ingenieros y ecologistas advierten del efecto sobre la red y los frágiles ecosistemas áridos.
China instaló 277 gigavatios (GW) solares en 2024, un salto interanual del 45,4 % que elevó su parque fotovoltaico a más de 800 GW, un ritmo que equivalió a sumar cada dos meses aproximadamente tanta capacidad solar como la existente en España.
El gigante asiático, el mayor emisor de gases de efecto invernadero, ha apostado por una transición energética acelerada que le ha convertido en el mayor productor e instalador de paneles solares del planeta. En 2023, superó por primera vez el 50 % de capacidad instalada de renovables en su matriz eléctrica.
El entorno es el ‘ideal’
Ese esfuerzo se concentra en provincias occidentales con cielos despejados y terrenos baratos como Qinghai que, con una superficie similar a la de Chile, cuenta con «recursos ventajosos» para el desarrollo fotovoltaico, explicó recientemente el director del departamento de electricidad de la Oficina de Energía provincial, Zhu Yuanqing. Su altitud media de 4.058 metros «reduce la nubosidad y favorece una mayor intensidad de radiación solar, que alcanza los 6.813 megajulios por metro cuadrado», indica Zhu.
Qinghai, la región china menos densamente poblada, solo por detrás del Tíbet, «dispone de abundante terreno apto para instalaciones fotovoltaicas, con unos 100.000 kilómetros cuadrados de tierras desérticas o semidesérticas sin uso», señala el funcionario, que agrega que «buena parte de ese suelo pertenece al Estado y se encuentra en zonas despobladas, lo que reduce los costes de expropiación».
Un ‘océano’ de paneles solares
El parque solar del condado de Gonghe cubre 420 kilómetros cuadrados, una superficie levemente inferior a la de Andorra, y conecta 17,73 GW a la red mediante millones de paneles solares que se extienden en el horizonte, lo que lo convierte en el mayor parque fotovoltaico del mundo por capacidad instalada. El rápido crecimiento solar ha convertido a Qinghai en una pieza clave de la política energética china: más del 90 % de su capacidad instalada proviene de fuentes limpias como la solar, la eólica o la hidráulica.
Con una irradiación solar superior a las 2.000 horas anuales y situada en la cabecera de tres de los ríos más caudalosos y largos de Asia (el Amarillo, el Yangtsé y el Mekong), la provincia cuenta con abundantes recursos renovables, aunque persiste un desfase entre generación y demanda local. Así, «garantizar el funcionamiento estable de las plantas fotovoltaicas dentro del sistema eléctrico es un desafío muy grande», señala Zhu, que recuerda que «la energía solar solo puede producir durante el día».
El desajuste entre producción y consumo obliga a las autoridades a recurrir a centrales hidroeléctricas como la de Longyangxia para suplir la demanda cuando no hay sol, o incluso a importar electricidad procedente de otras provincias para cubrir las necesidades energéticas nocturnas.
Para dar salida al exceso de energía diurna, la provincia ha recurrido asimismo a la venta de electricidad a las regiones más pobladas de China, como la provincia de Henan (centro), mediante una línea de alta tensión de unos 1.500 kilómetros y de 8 GW de capacidad puesta en marcha en 2020.
Las consecuencias para el Medio Ambiente
Los macroparques solares, como los de la llanura de Talatan, cubren vastas extensiones y preocupan a ecologistas por posibles degradaciones ambientales. Estudios científicos señalan que, al alterar flujos de calor y humedad, se generan microclimas que afectan a la flora y fauna desérticas. Una investigación en la publicación Scientific Reports halló variaciones térmicas y de humedad y concluyó que estos cambios son «sutiles pero acumulativos» en su impacto medioambiental.
Otro estudio halló hasta un aumento de 0,67 grados centígrados y mayor humedad nocturna bajo los paneles, un leve «efecto isla térmica» que retiene agua y favorece algo de rebrote vegetal, pero podría alterar el ecosistema.
El incremento de la maleza trajo además mayores riesgos de incendio durante las estaciones secas. Para mitigar riesgos, las autoridades impulsan un modelo bautizado como «agrovoltaico»: los paneles se elevan unos palmos sobre el terreno para que cientos de ovejas pasten y controlen la maleza bajo ellos. «Ahora hay más vegetación que antes», comenta el pastor Zhao Guofu, contratado además por las autoridades locales para limpiar el polvo que se acumula sobre los paneles y resta eficiencia a los módulos.
Estos proyectos también generan importantes problemas sociales, debido a que se ha denunciado la violación de las tradiciones culturales de varias poblaciones tibetanas, así como a numerosas expropiaciones en las que los afectados alegan que la compensación no fue suficiente. EFE / ECOticias.com