Cuando pensamos en un transporte que no contamina, solemos imaginarnos un coche eléctrico, pero ¿Alguna vez te imaginaste un coche que funcione con aire? Aunque suene muy extraño, ese coche ya existió, pero a diferencia de lo que todos pensabamos, no tuvo éxito, de hecho, fue un total fracaso y acá te contamos por qué.
Un viaje hacia el pasado
A finales de la década de 2000, comenzó a crecer el deseo por descarbonizar el transporte, principalmente por la contaminación de nuestro planeta, pero sobre todo porque los precios del petróleo se habían disparado, así que, había que encontrar nuevas alternativas.
En búsqueda de soluciones, un ingeniero de Fórmula 1 presentó una idea tan audaz que parecía salida de una película de ciencia ficción, pues se trataba de un coche que se movía con aire, llamado Mini Cat, que parecía ser la solución perfecta.
Impulsado por aire comprimido en tanques, este pequeño coche prometía una autonomía de 300 kilómetros y un costo de operación de apenas 1,5 euros por recarga. Tenía un precio estimado de venta de apenas 3500 euros, por lo que todos pensaron que el coche iba a revolucionar la movilidad urbana.
Detrás del concepto estaba la empresa francesa MDI y el ingeniero Guy Nègre, quienes diseñaron este vehículo que prometía ser totalmente ecológico, el proyecto tenía todo para ganar y se anunció con fechas de lanzamiento definitivas para el año 2008, sin embargo, nada salió como esperaban.
Una buena idea, pero con grandes fallas
El Mini Cat tenía un diseño prometedor, casi tan futurista como los coches voladores, su motor de pistón funcionaba de manera similar a uno de gasolina, pero en lugar de usar explosiones de combustible, usaba el aire a presión.
La idea era tan simple que eliminaba la necesidad de muchas piezas complejas, como el circuito de refrigeración, además, su chasis tubular estaba pegado, no soldado, a una carrocería de fibra de vidrio, haciéndolo extremadamente ligero.
En la cabina, se utilizaban microcontroladores que se comunicaban con las luces y otros dispositivos a través de radio, eliminando el cableado y hasta la necesidad de llaves, sin embargo, el coche tenía serias limitaciones operativas que lo hacían inviable para el uso diario.
Su velocidad máxima era de apenas 105 km/h, la potencia del motor se degradaba a medida que los tanques de aire perdían presión y aunque no emitía contaminantes, generaba un ruido considerable que lo hacía poco atractivo en entornos urbanos.
La verdad detrás del coche de aire
Pero lo más curioso es que todos estos inconvenientes técnicos, no fueron la única ni la principal razón de su fracaso, pues el coche escondía un secreto aún más grave y es que la compresión de aire es un proceso muy ineficiente que consume una enorme cantidad de energía.
Para llenar los tanques del coche en una gasolinera o en casa, se necesita un compresor de aire que funciona con electricidad, el problema es que si esa electricidad no provenía de fuentes renovables el coche terminaba contaminando aún más que un coche convencional.
Al final la contaminación no desaparecía, simplemente se trasladaba del tubo de escape del coche a las centrales eléctricas que queman combustibles fósiles, aunque el coche prometía ser ‘de emisión cero’ su combustible no lo era.
El Mini Cat se quedó en solo una promesa, pues a pesar de que tenía todo el potencial para revolucionar la industria, en realidad no era un coche amigable con nuestro planeta, sobre todo si consideramos que en esa época, los proyectos de energía renovable eran muy pocos, sin embargo, quizá en un futuro donde haya más proyectos de energía limpia, como este innovador parque eólico, estas ideas si puedan triunfar.