Antecedentes de la caza
Históricamente el ser humano necesitó de cazar por varias razones, la primera de ellas, para comer lo que conseguía matar, la segunda como forma de protegerse de ataques de animales salvajes y la tercera para destacar, ya que un buen cazador era alguien muy respetado para las civilizaciones más antiguas.
Con el tiempo y tras asentarse definitivamente en las ciudades, estas fueron por sí mismas una barrera para la mayoría de los animales que aprendieron a evitarlas, pero se seguía cazando para consumir lo que se obtenía.
Las primeras cacerías deportivas se remontan a los babilonios, los medos y los griegos. Esta actividad fue luego perfeccionándose y con la llegada de las armas de fuego, llegó a ser una disciplina deportiva que en la actualidad se practica en todo el mundo.
Y si bien tiene cientos de aficionados, también cuenta con una buena cantidad de detractores, que consideran que matar un animal por simple diversión es una verdadera atrocidad, además de que en ocasiones, esta actividad pone en peligro a algunas especies, sobre todo a las que se consideran vulnerables o en peligro de extinción.
El estudio
Si bien por un lado hay especies que por culpa de la caza han desaparecido, como la foca Honshu, el león del Cabo o el tigre Persa y otras se han visto afectadas muy negativamente, como el lince ibérico o el urogallo, la actividad cinegética puede actuar como agente de control sobre especies con sobrepoblación.
De acuerdo con el citado estudio, la caza deportiva podría ser perfectamente compatible con la conservación de las especies si se practicase siguiendo determinadas pautas, que son esenciales para que su práctica no solo no sea destructiva, sino que hasta resulte útil.
No caer en la irreversibilidad
Cada especie tiene un ciclo de reproducción propio, por lo que, si la caza afecta a determinado sexo, edad o tipo de espécimen en particular (con grandes cuernos o colmillos o un color de piel específico, por ejemplo), se puede generar una ruptura de los mencionados ciclos y las poblaciones no podrían recuperarse.
Otro de los problemas a los que se enfrentan los ecosistemas naturales es la introducción de especies foráneas o genéticamente modificadas, que pueden llegar a ser muy perjudiciales para el equilibrio del mismo.
Y si bien se basan en la pura lógica y son la base para que las poblaciones sean saludables y se puedan conservar todas las especies, en España estas dos circunstancias no siempre se cumplen y eso sucede por dos factores fundamentales.
El control sobre las poblaciones no es el más adecuado y las actividades cinegéticas que se basan en trofeos apuntan a determinado tipo de espécimen a cazar, generalmente los machos adultos y de gran envergadura. A ello se suma que, si bien es ilegal, se siguen introduciendo variedades foráneas solo para ser cazadas.
Gestión sostenible
El número de especímenes que pueden cazarse de cada población debe ajustarse a la capacidad que esta tiene de regenerarse y no simplemente al criterio de los cazadores y jamás se deben criar animales para ser soltados con el fin de ser cazados, porque ambas circunstancias alteran el equilibrio ecológico local.
Protección de los hábitats naturales
El estudio explica que, si se practica la caza de forma adecuada, respetando y cuidando los territorios, esta actividad puede ayudar a proteger estos espacios en donde viven muchas más especies, por lo que se pide una penalización para quienes no cuiden los hábitats y que se beneficie a aquellos que sí lo hacen.
No dañar a otras especies
Si se sueltan animales criados en granjas y a veces sin control sanitario, pueden producirse epidemias entre las especies silvestres, además del riesgo de hibridación o de competencia territorial con otros animales, muchas veces en detrimento de los autóctonos.
Por otra parte, los ruidos (ladridos, disparos, etc.) son muy estresantes para muchos otros habitantes del lugar donde se está cazando a un determinado animal, las vallas limitan los movimientos naturales, la munición de plomo es sumamente peligrosa y aun se usa a pesar de estar prohibida y el acoso a determinado tipo de animal (el lobo, por ejemplo) puede resultar en una ruptura del equilibrio de las cadenas alimenticias naturales.
Cumplir con la ley
En España se sigue defendiendo el empleo de ciertos artilugios como los cepos, el veneno, los lazos y el paranay o liga o la práctica del silvestrismo (cazar aves vivas), que son ilegales, porque atentan contra la biodiversidad, ya que no afectan solo a una especie, sino que ponen en peligro a muchas otras, consideradas “no cinegéticas” y a veces hasta en peligro de extinción.
Integración
La caza deportiva, para ser beneficiosa debe estar integrada a las actividades de cada territorio, ya sean agrícolas, ganaderas o de turismo ecológico, respetándolas y convirtiéndose en un complemento, ya que como actividad turística respetuosa y de calidad, sumaria mucho.
Firmeza por parte de las autoridades
Los periodos en los que se permite la caza, deberían revisarse y concederse basándose en criterios que posean una base científica y que tengan en cuenta los factores fundamentales que puedan afectar a cada especie.
Las vedas deben respetar los ciclos reproductivos específicos y particulares de cada animal, para permitir la recuperación de las poblaciones y no gestionarse según determinados “usos y costumbres”.
El informe cita varias veces la Ley del Patrimonio Natural y la Diversidad, que apunta a que las actividades de los cazadores, para poder seguir teniendo el permiso y los derechos sobre una finca, no pueden afectar de forma negativa a la sostenibilidad del entorno y sus recursos, pero si las autoridades no aplican la legislación, es como si esta no existiera.