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martes, mayo 30, 2023

A quién pertenecen las setas

Antaño, sus propietarios obtenían de ellos apreciada leña para horno, valioso carbón vegetal y algo de madera noble, como la de roble. Los espárragos primaverales y las setas otoñales eran una simpática anécdota económicamente irrelevante, obsequio de la propiedad a quien se tomaba la molestia de irlos a recolectar. Nos acostumbramos a ello. Y también olvidamos que el bosque tiene dueño, como cualquier campo, cualquier industria o cualquier local comercial. Así que todo hijo de vecino se apodera hoy en día de las setas creyendo que le asiste el mayor de los derechos.

Pero resulta que ahora las setas valen más que la madera. Se recolectan de balde en el bosque de alguien y se comercializan a precio de filete. Los buscadores aficionados, que son legión, no los venden, pero se los comen. De la mano de buscadores profesionales o diletantes de fin de semana, un torrente de euros recorre el bosque, ajeno a los mercados convencionales y, en especial, a la propiedad forestal, para quien tan solo quedan sotobosques revueltos, residuos varios y tal vez alguna lumbre mal apagada.

En el Solsonès quieren remediarlo. En varios lugares de Europa, incluso de la retrógrada España profunda, ya lo han hecho. Aquí se ha puesto el grito en el cielo. Habría que estudiar la manera de compaginar aficiones y tradición con derechos agroforestales. Un vicio consolidado no es un derecho adquirido. El mundo rural se hunde y, encima, ha de regalar los pocos valores económicos que le quedan. Ahora que aprendimos a internalizar costos, no es cosa de externalizar beneficios. Los bosques no se conservan sólo con campañas y eslóganes bonitos.

sostenible.cat – Ramon Folch

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