Un estudio evaluó los efectos de las actividades humanas sobre el comportamiento y el éxito reproductivo de las águilas perdiceras que crían en el sureste de España, utilizando un conjunto de datos a largo plazo de 14 años. Los resultados mostraron una respuesta conductual débil a las actividades humanas.
Las águilas perdiceras pueden desarrollar cierta tolerancia a las actividades humanas durante la época de nidificación. Esta plasticidad conductual ofrece la oportunidad de armonizar las actividades antropogénicas con la aplicación de medidas de conservación específicas para esta especie en paisajes humanizados.
Los hallazgos dieron lugar a sugerencias para minimizar los efectos perjudiciales de las actividades humanas y optimizar la gestión de la conservación de las águilas perdiceras en el sureste de España. En términos más generales, este estudio destaca el valor de los estudios de ecología del comportamiento para orientar la conservación.
El águila perdicera y los humanos
El crecimiento de la población humana y la expansión de nuestras actividades, especialmente las actividades recreativas al aire libre, ejercen una presión creciente sobre la biodiversidad. Las aves rapaces, a menudo sensibles a las molestias humanas, pueden ver alterados sus patrones de comportamiento, la atención a sus nidos e incluso su éxito reproductivo. De este modo, la búsqueda de un equilibrio entre las actividades humanas y la conservación de especies amenazadas se ha convertido en un desafío crucial.
En este contexto, un trabajo científico liderado por la Universidad de Murcia, en el que también han participado dos investigadores del Grupo de Investigación en Ecología y Gestión de Fauna Silvestre del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC – CSIC, UCLM, JCCM) y otros investigadores independientes, ha evaluado cómo las actividades humanas impactan en la respuesta comportamental y el éxito reproductor del águila perdicera (Aquila fasciata), una especie catalogada como “Vulnerable” en España.
El estudio se llevó a cabo en el sureste de España, concretamente en la Región de Murcia, y utilizó datos recopilados durante 14 años (2008–2021) correspondientes a la monitorización de 283 intentos de reproducción en 36 territorios y a 2714 observaciones de actividades humanas a menos de 1 km de los nidos, incluyendo senderismo, ecoturismo, actividades tradicionales, ciclismo de montaña, actividades aéreas, actividades cinegéticas, estacionamiento de vehículos, tránsito de vehículos y obras de infraestructuras.
En cada caso, se registró la presencia del águila y su reacción, y los datos fueron analizados posteriormente mediante modelos estadísticos avanzados, considerando variables como el tipo de actividad, la distancia al nido, las características del sitio de anidación y la frecuencia de las actividades.
¿Qué se investigó?
En términos generales, los resultados de la investigación mostraron una respuesta conductual débil del águila perdiguera a las actividades humanas, con mayor probabilidad de reacción al disminuir la distancia al nido. Las actividades aéreas, la caza y las obras provocaron respuestas a distancias mayores, mientras que actividades más comunes, como el senderismo, el ciclismo y el paso de vehículos, fueron toleradas a menos que ocurrieran a menos de 200-300 metros del nido.
Las actividades ligadas a la observación de aves, una forma de turismo de naturaleza comúnmente asociada al ecoturismo, tuvieron una mayor probabilidad de generar reacción cuando ocurrían cerca del nido (a menos de 300 m), posiblemente porque los observadores suelen dirigirse directamente hacia los roquedos de nidificación y permanecen parados observando el nido.
Los gráficos de la izquierda muestra la probabilidad de reacción del águila perdicera a distintas actividades humanadas en función de la distancia al nido (a: senderismo; b: ecoturismo; c: actividades tradicionales; d: vehículos aéreos; e: estacionamiento de vehículos; f: tránsito de vehículos; g: ciclismo; h: caza; i: obras asociadas a infraestructuras). El gráfico de la derecha muestra la probabilidad de reacción de cada actividad en función de su tipología (1: senderismo; 2: ecoturismo; 3: actividades tradicionales; 4: vehículos aéreos; 5: estacionamiento de vehículos; 6: tránsito de vehículos; 7: ciclismo; 8: caza; 9: obras asociadas a infraestructuras).
Las características ambientales del sitio de anidación seleccionado por el águila perdicera no predijeron la probabilidad de reacción. Por otro lado, y contrariamente a lo esperado, se encontró una relación negativa entre la probabilidad de reacción y la frecuencia de las actividades humanas, lo que sugiere que estas águilas desarrollan un grado de habituación o tolerancia a las molestias repetidas.
Respecto al éxito reproductivo, el estudio reveló una relación positiva con la frecuencia de las actividades humanas. A pesar de la marcada disminución de actividades humanas durante el confinamiento por la COVID-19 y el aumento posterior, el éxito reproductivo no varió significativamente entre los periodos antes, durante y después del confinamiento.
La interpretación de estos resultados sugiere que el águila perdicera puede tolerar hasta cierto punto la actividad humana y criar con éxito en entornos humanizados. El hecho de que el éxito reproductivo aumente con la frecuencia de actividades humanas, aunque parezca contraintuitivo, sugiere que la calidad del territorio (por ejemplo, la disponibilidad de presas) puede ser un predictor más importante del éxito reproductivo.
Estos hallazgos tienen implicaciones importantes para la gestión de la conservación del águila perdicera. La tolerancia observada a actividades comunes a más de 200 metros del nido sugiere que estas actividades, si no implican acercamientos directos o detenciones prolongadas cerca del nido, no serían perjudiciales durante la temporada de cría.
Sin embargo, sería recomendable adoptar medidas como cerrar senderos a menos de 200 m de los nidos activos y controlar el ecoturismo y actividades ruidosas a distancias mayores (menos de 300-600 m, dependiendo de la actividad).
De forma general, este trabajo de investigación sugiere que el águila perdicera puede ser más resiliente a las molestias humanas de lo que se pensaba, al menos durante la temporada de cría y en entornos con características similares a las del área de estudio. Esto subraya la importancia de basar las medidas de conservación en estudios empíricos y adaptados a las especificidades de cada especie y área geográfica.